Teoría de Di Benedetto

También fue visionaria: mientras los figurones de la escritura latinoamericana de la segunda mitad del s. XX acumulan polvo en el mausoleo de las lecturas universitarias, las tres novelas cortas escritas por Di Benedetto en el periodo –‘Zama’ (1956), ‘El silenciario’ (1964) y ‘Los suicidas’ (1969)—son libros enigmáticamente vitales que siguen zigzagueando de mano en mano por el subcontinente.

Hoy nadie declararía la influencia de Carpentier o Fuentes en su trabajo, mientras Di Benedetto mantiene entera su condición de escritor para escritores. Alguien que admire ‘Zama’ o ‘Los suicidas’ sigue perteneciendo al tipo de quien se puede tomar en serio.

El estilo lacónico y translúcido de Di Benedetto, brutalmente eficiente y milimétricamente preciso, estaba edificado con los ladrillos de una dicción incomparable. Uno tiene la sensación de que utilizaba toda la lengua para describir, por ejemplo, los gestos y contorsiones verbales de una mujer que finalmente entiende que desperdició su juventud saliendo con un narcisista sin fondo, o los de un hombre arrastrado por la violencia de una pelea de box.

Esta dicción extraordinaria cumple una función: una acción descrita en su plenitud absoluta revela, sobre todo, su irrelevancia. Si miramos lo suficientemente de cerca, nada conduce a nada ni mejor ni peor, así que da lo mismo hacerlo o no. Quien haya leído ‘Zama’ sabe que es una meditación sobre el hecho de que la más épica de todas las empresas modernas –la ocupación de América– fue, en realidad, una operación burocrática –fuera de cuya lógica todo era dolor para un cuerpo europeo–.

En ‘El Silenciero’ un adulto apenas funcional encuentra que el ruido del mundo exterior hace imposible la subsistencia de la sacralidad de los espacios íntimos. En ‘Los suicidas’ un periodista cuyo padre se mató a la edad que acaba de cumplir investiga el caso de un par de personas que se quitaron la vida sin razones claras. Él no tiene motivos para incurrir en el suicidio, pero tampoco le sobran los que podrían evitárselo.

En sus novelas hay un músculo filosófico, aún si las tres son objetos de belleza indispuestos a probar una tesis o responder a un programa. La trama central de ‘Los suicidas’ no es la vida cotidiana de su narrador, sino la de lo que investiga: los gestos autodestructivos y como fueron interpretados a lo largo de la historia. Esa investigación termina por responder la pregunta que plantean ‘Zama’ y ‘El Silenciero’: si todas las acciones humanas son irrelevantes y el orden es imposible, también es cierto que la irrelevancia y el caos prueban que se puede decidir y se decide, que no estamos condenados de ante mano. Para Di Benedetto la vida humana estaba vacía de un sentido cardinal, pero esa falta de sentido era la piedra de toque de la libertad personal.