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Alfred Hitchcock, más allá del suspense

ENSAYO

Edward White traza una geografía personal, dibuja el laberinto íntimo de un cineasta excepcional

Alfred Hitchcock

Este mes de noviembre se cumple medio siglo de una comida que reunió, en torno y en homenaje a Luis Buñuel, a un grupo de cineastas extraordinario. Fue George Cukor el anfitrión en Beverly Hills, y, entre otros, allí estaban John Ford, Billy Wilder ... , William Wyler, Robert Wise y Alfred Hitchcock. Según se cuenta, Hitchcock, en un aparte con Buñuel, le dijo, casi levitando: «¡esa pierna!», la pierna amputada de ‘Tristana’ (Catherine Deneuve). Era, sí, un profundo elogio. André Bazin definió el cine de Buñuel y de Hitchcock como el de la crueldad. Y algo había. Tanto que Hitchcock ese mismo 1972 dirigiría ‘Frenesí’, en la que, a modo de homenaje y ‘prívate jokes’ (tan del gusto del director londinense), incorporaba una pierna, y de qué manera, en un camión de frutas.

En fin, Alfred Hitchcock (1899-1980). Para Edward White, firma habitual del TLS, Hitchcock tuvo doce vidas. Pocas parecen tratándose de tal personaje, pero sirve para centrar una geografía personal en el laberinto íntimo de un cineasta excepcional.

ENSAYO

'Las doce vidas de Alfred Hitchcock'

  • Autor Edward White
  • Editorial Alianza
  • Año 2022
  • Páginas 363
  • Precio 24,95 euros

Las doce vidas son una forma, como otra cualquiera de fijar un perfil probablemente, dada la complejidad y ambigüedad del personaje, imposible. Pero lo intenta White, y logra que la lectura, además de una amenidad muy de agradecer, trace el norte y el sur, el este y el oeste del autor de la que a fecha de hoy se considera la mejor película de la Historia: ‘Vértigo’.

Sí, White escribe sobre el niño que no podía crecer, del asesino, del autor (el capítulo más brillante), el mujeriego, el gordo, el dandi , el hombre de familia (su relación con Alma y con su hija fue conmovedora), el ‘voyeur’ (y qué cineasta no lo es, comenzando por Buñuel), el animador (todas las perturbaciones de la gente pasan por sus películas), el pionero (de más hechos de los que el lector pueda imaginar), el londinense (nunca dejó de serlo) y el hombre de Dios (temeroso y atrevido).

Varias capas

Fue Truffaut quien le elevó a su lugar. Fueron los entonces chicos de la ‘nouvelle vague’ quienes pensando en él, en Ford, dictaron que «el director es la estrella». Sus películas que se dirigen al más puro y limpio entretenimiento contienen varias capas que cada uno desvela según su curiosidad y conocimientos. Es Shakespeare en el cine. Vale para todos los públicos, del cinéfilo más sofisticado al espectador que va al cine a pasar la tarde. Menudo mérito.

La estancia en la comisaría de niño le marcaría el miedo a la autoridad. Después, constantes en su formidable y única filmografía están su obsesión por el falso culpable, el caprichoso azar... y como advierte White: «Su trabajo abarca las épocas del cine mudo, el sonoro, el blanco y negro, el color... el ascenso de la televisión y el fermento de los años 60 y 70 que nos dio a Kubrick, Spielberg y Scorsese». Y así fue. Y así será.

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