CRÍTICA DE:
'En el aire conmovido, en el Museo Reina Sofía: Romancero de conmociones
Madrid
De carácter monumental y enciclopédica, la mirada que como comisario arroja Didi Huberman como comisario en el Museo Reina Sofía abruma por sus tantas derivadas
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Madrid
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Iniciar sesión«La luna vino a la fragua / con su polisón de nardos. / El niño la mira mira. / El niño la está mirando. / En el aire conmovido / mueve la luna sus brazos / y enseña, lúbrica y pura, / sus senos de duro estaño».
Así comienza 'Romance de ... la luna, luna', el primer poema del 'Romancero gitano' de Federico García Lorca, publicado por 'Revista de Occidente' en 1928, una obra que le trajo una popularidad y un éxito inmediatos, pero que, quizás paradójicamente, también le ocasionó un cierto conflicto con su propia poética posterior. Sea como fuere, lo cierto es que se trata de una obra icónica dentro de la percepción –y admiración– que del poeta granadino pueda tenerse fuera de nuestras fronteras. Creo que esto es algo importante a recordar aquí y ahora.
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Y así también estos versos ofician como punto de partida de la exposición 'En el aire conmovido', comisariada por George Didi-Huberman, una importante figura del pensamiento filosófico contemporáneo y de los estudios de cultura visual, que ha sido organizada por el propio Museo Reina Sofía junto con el CCCB de Barcelona.
En concreto el quinto verso, 'En el aire conmovido', no solo da título a la muestra, sino que asimismo en esas cuatro palabras parece querer condensarse el espíritu de la muestra. Un aire, un mundo, contemplado a través de la mirada de un niño. Un aire, un mundo siempre trufado de violencia, conflictos bélicos, injusticias, desarraigo, pero que ante la visión de inocencia y emociones de la infancia podría proponer nuevas lecturas, nuevas esperanzas.
el manto protector 'del duende'
Del mismo modo, al tener a Lorca como dios tutelar, pretende igualmente ubicarse bajo el manto protector del 'duende'. Ese «poder misterioso e inefable que todos sienten y que ningún filósofo explica», según las palabras del poeta.
Con estos peculiares hilos ha tejido el pensador e historiador francés un no menos peculiar proyecto, tratando de crear la urdimbre de un polisémico tapiz expositivo. En su narrativa confluyen reflexiones visuales y conceptuales de distintos artistas y filósofos en torno a ese sentido de lo emotivo comprendido como «una concatenación de emociones, un acontecimiento capaz de afectar a un conjunto, a un entorno, a una relación y no solo a un sujeto psicológico aislado», tal como nos sugiere el propio Didi-Huberman.
Para ello, ha seleccionado casi 300 obras, muchas de ellas excelentes, entre pinturas, esculturas, fotografías, películas, vídeos, dibujos, instalaciones o material documental y bibliográfico, pertenecientes a 140 artistas, un número tan elevado que hace lógicamente impensable poder citarlos a todos pero que cuenta con nombres tan dispares como Charles Le Brun, Goethe, Goya, Víctor Hugo, Rodin, James Ensor, Picasso, Dalí, Miró, Hans Bellmer, Giacometti o el propio García Lorca, y que cubren de una forma u otra, casi cinco siglos de creación.
La propuesta a su vez se ha articulado alrededor de siete apartados temáticos: 'Infancias', 'Pensamientos', 'Caras', 'Gestos', 'Sitios', 'Políticas' y de nuevo 'Infancias', distribuidos en catorce salas, y que al parecer encuentran su inspiración en la poesía lorquiana, cuyos versos albergan y presiden las piezas expuestas.
No seré yo quien cuestione la relevancia e importancia cultural y literaria de Lorca. De poeta a poeta, es uno de mis escritores de cabecera, siempre a punto para sanar los males del alma. Pero sí seré yo quien les diga, tras meditarlo, que encuentro algo forzado el deseo de establecer como nexo conductor la figura del granadino. Un deseo que, a mi juicio, encaja más en una voluntad de externa hispanofilia que en el rigor de una interna mirada histórico-artística.
Un proyecto expositivo de estas características, tan plural, tan expandido en el tiempo y en los lenguajes expresivos, tan vasto en su concepción y tan ligado a las personales opiniones de su ideador, no puede ser analizado desde parámetros puramente objetivos y tradicionales. Desde mi punto de vista, se trata de un loable intento por armonizar y dar sentido a un conglomerado evidentemente demasiado dilatado y proteico de ideas, obras, lecturas, artistas, miradas y emociones, bajo el generoso manto de una visión de antropología cultural, con unas no menos generosas dosis de buenas intenciones. De eso no hay duda.
Sin embargo, hacer coincidir en esta muestra un conjunto tan amplio, variado y heterogéneo de creadores, desde Calderón de la Barca o Camarón de la Isla, pasando por niños refugiados sirios, hasta los ya nombrados, en un 'totum revolutum' excesivo, que puedan coser todos estos pliegues visuales e ideales, denota una osadía curatorial que aplaudo pero que quizás no comparto, al menos en su totalidad.
'En el aire conmovido'
Colectiva. Museo Reina Sofía. Madrid. C/ Santa Isabel, 52. Comisario: George Didi-Huberman. Hasta el 17 de marzo de 2025. Tres estrellas
Porque en la propia fortaleza de esta propuesta (una voluntad casi enciclopédica) reside asimismo su debilidad (una amalgama que acaba por desbordar al espectador). Por otro lado, la selección de artistas no por amplia deja de adolecer de la ausencia de más nombres vinculados a las prácticas actuales, y, de nuevo, de la carencia de artistas españoles.
Al salir de la exposición, uno tiene la sensación de haber asistido a un experimento de prestidigitación cultural-visual que, al menos, ha servido para ejercitar nuestras neuronas sensibles y emocionales. Que es lo menos que puede pedirse.
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