No acallarán a los infieles
La causa de la libertad: escritores perseguidos
La escritora y activista Ayaan Hirsi Ali narra con sinceridad cómo, de adolescente, fue uno de aquellos jóvenes que quemaron ejemplares de 'Los versos Satánicos' en 1989. Ahora, tras hacer apostasía del islam, vive bajo medidas de seguridad y amenazas
Ayaan Hirsi Ali
Hace 33 años, cuando era adolescente y vivía en Nairobi, quemaba libros. Era 1989, el año de la fetua contra Salman Rushdie, y el auge del islamismo me había seducido. Recibí la fetua con alegría. Rara vez quemaba libros de verdad: éramos demasiado pobres ... para permitirnos un ejemplar de 'Los versos satánicos'. En su lugar, escribíamos el título de la novela ofensiva y el nombre de su autor en cartulina y papel y les prendíamos fuego. Era cómico y patético. Pero nosotros nos lo tomábamos muy en serio. Pensábamos que el ayatolá Jomeini estaba defendiendo el islam frente a los infieles, haciendo caer la justa furia de Alá sobre un vil apóstata. Si entonces hubieran agredido a Rushdie, yo lo habría celebrado.
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Escritores perseguidos y exilados: héroes, a su pesar
Karina Sainz Borgo -
La defensa de la libertad de todos
Félix Ovejero
En las décadas transcurridas desde entonces he sido una refugiada, una atea y una conversa a los más altos ideales y valores de Occidente: la libertad de expresión y de conciencia, la emancipación de las mujeres y la prensa libre. Cuando hui de un matrimonio forzoso y me construí una vida en Europa, quedé fascinada por la cultura de la libertad. Pero aún recuerdo con un estremecimiento mi época de creyente piadosa al borde del fanatismo. Sé demasiado bien cómo la superioridad moral en nombre del islam motiva a quienes ejercen la violencia contra los supuestos infieles.
«Aún recuerdo con un estremecimiento mi época de creyente piadosa al borde del fanatismo»
Siempre he considerado la fetua contra Salman Rushdie un extraño conflicto entre dos personajes muy diferentes. Por un lado, un novelista criado en la que fuera una Bombay laica, que vive en la Inglaterra de 'La vida de Brian' de Monty Python; un hombre enamorado de la literatura y el lenguaje que dedicó muchos años al objetivo de convertirse en un escritor con obras publicadas. Salman es un intelectual, un amante de las historias y un contador de cuentos. Cuando escribió 'Los versos satánicos' estaba más interesado en el tema de la emigración que en satirizar el islam. Desde luego, no era apolítico, pero vivía en el mundo de los libros y la imaginación, y se relacionaba con el mundo real a través de la fantasía. Su intención no era ofender a los musulmanes, sino que, sencillamente, dio por sentado que unos acontecimientos y unos textos supuestamente sagrados eran un motivo legítimo para que los artistas jugaran con ellos, de la misma manera que los escritores occidentales trataban con libertad, tanto de forma positiva como negativa, el cristianismo.
Sucesor del Profeta
Por otro lado, estaba el ayatolá, un personaje fundamentalista que había pasado largos años de exilio en Occidente antes de regresar a Irán para derrocar el régimen despótico del Shah en 1979. Cada vez que leo algo sobre Jomeini, tengo la impresión de que se imaginaba a sí mismo como un sucesor del Profeta. Era al mismo tiempo profundamente arrogante y un fundamentalista fanático, una peligrosa combinación. También era escritor, aunque sus temas eran el Corán y la ley islámica. La imaginación que vaga libremente no era para él; su interés literario estaba limitado por el islam.
Mientras que Salman quería plasmar el mundo entero en sus novelas, Jomeini no podía escapar de la religión. De manera casi profética, Rushdie incorporó una figura similar a Jomeini en 'Los versos satánicos'. Se trata de un personaje llamado sencillamente el Imán, también él un exiliado que quería volver a su patria para derrocar a un déspota e instaurar su propia tiranía. Al igual que Jomeini, el Imán quiere hacer que el tiempo retroceda: «La historia es el estupefaciente, la creación y la posesión del Diablo, del gran Satán, la mayor de las mentiras -el progreso, la ciencia, los derechos- a las que se opone firmemente el Imán. La historia es una desviación del Camino, el conocimiento es un engaño, porque la suma del conocimiento se consumó el día en que Alá concluyó su revelación a Mahound [el personaje que representa a Mahoma en la novela]».
Y, al igual que Jomeini, el Imán triunfa en su misión y devora al mismo pueblo que veía en él a un mesías contra el déspota. En esto, Salman comprendió profundamente la naturaleza del régimen iraní cuando tantos otros, entonces y ahora, no son capaces de entender su carácter fanático e inflexible. La respuesta occidental a la fetua, igual que a las ambiciones nucleares de Irán, fue negociar. Entonces, como ahora, ello supone una comprensión fundamentalmente equivocada del régimen. El mundo de Occidente y el mundo del islamismo son del todo irreconciliables. Cuanto antes nos demos cuenta de que nada va a apaciguar a los fanáticos de Teherán, mejor podremos oponernos a ellos.
«He sido refugiada, atea y conversa a los más altos ideales y de Occidente»
Basta con leer el texto de la fetua: «Hago un llamamiento a todos los musulmanes valientes, dondequiera que se encuentren en el mundo, a que los maten sin demora, para que, en lo sucesivo, nadie ose insultar las sagradas creencias de los musulmanes. Quien muera por esta causa será mártir». Es el lenguaje del honor y la sensibilidad. Salman ha blasfemado -ha insultado el honor de sus amadas creencias-, y por eso él y muchos otros deben morir.
La fetua es intemporal. No morirá con Jomeini. Es eterna. Por eso, cuando se trata de luchar contra el islamismo, las herramientas occidentales de la diplomacia y la razón son inútiles. Nos enfrentamos a un enemigo que nunca se rinde, que piensa en siglos, y no en meses o en años, y que esperará pacientemente la ocasión para atacar. Solo entendiendo estas concepciones diferentes de la civilización podremos empezar a remediar el daño causado por el régimen iraní y otros islamistas en todo el mundo.
Ejemplo a seguir
Hoy en día no está de moda defender la tesis del «choque de civilizaciones» de S. Huntington. Pero el ataque contra Salman pone de manifiesto la verdad que contiene. Sí, efectivamente existen concepciones distintas de la civilización, y sí, están en conflicto entre ellas. Cuanto antes nos percatemos de ello, antes podremos recuperar nuestra fe en la civilización occidental y defenderla inquebrantablemente frente a sus enemigos, tanto extranjeros como nacionales.
Supongo que Salman no lo expresaría así, ni pondría tanto énfasis en el carácter occidental de estos valores. Sin embargo, él es un ejemplo de ellos, un defensor de la libertad de expresión que lucha con valentía por los ideales de Occidente cuando tantos otros rehúyen hacerlo. Si hubiera más gente que siguiera su ejemplo en vez de tomar la vía del apaciguamiento en nombre de la sensibilidad cultural, los largos años de asesinatos y caos provocados por los islamistas en Occidente podrían llegar a su fin.
Yo he vivido esos largos años; conozco demasiado bien la amenaza que supone el islamismo. Cuando hice pública mi apostasía, me vi obligada a meterme en una burbuja de seguridad que, a día de hoy, todavía me envuelve. Tengo protección 24 horas al día; sigo recibiendo amenazas de muerte; mi amigo, el dulce, obsceno y brillante Theo Van Gogh, fue asesinado solo por hacer una película conmigo. Su agresor utilizó un cuchillo para clavarle una carta en el pecho en la que decía que la siguiente sería yo.
Sin habla
Cuando escuché las noticias sobre Salman, me quedé sin habla. Estaba horrorizada, pero también asustada. Si pudieron llegar a él en territorio estadounidense, ¿sería yo la próxima? Aunque yo he elegido vivir con protección y Salman no, la agresión mostró lo paciente y despiadado que es el enemigo. Escribo esto después del atentado. ¿Seré libre alguna vez? ¿Me sentiré alguna vez a salvo? ¿Se sentirán a salvo alguna vez mis hijos? Pero esta no es mi historia; es la historia de Salman Rushdie y de todos a los que él representa, de todas las personas del mundo musulmán y de Occidente que se atreven a desafiar los dogmas sagrados y son amenazadas e incluso asesinadas por ello. Para ellas, para nosotros, dejarnos vencer por el miedo nunca es una opción. Como escribió Salman tras el 11 de septiembre: «¿Cómo derrotar al terrorismo? No te dejes aterrorizar. No permitas que el miedo gobierne tu vida. Aunque tengas miedo».
Y, sin embargo, tras el ataque a Salman Rushdie tuve miedo. Estaba aterrorizada. Me instaron a esconderme y a permanecer en silencio por mi propia seguridad. Durante unas horas permití que el miedo gobernara mi vida. Pero, aún así, en el fondo sabía que la libertad es una elección, y que seguiré eligiendo ser libre, hablar y escribir como me plazca. De este modo, escribiendo este artículo, desafío a los islamistas y a todos los que quieran silenciarme. Como Salman, seguiré hablando. Como Salman, elijo la libertad.
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