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ABC Cultural

COMUNICADOS DE LA TORTUGA CELESTE

Y del sonido surgió una casa: elogio del Teatro Real

Para el escritor y crítico literario Andrés Ibáñez, el Real es la prueba (existen otras, por supuesto) de que la maldición de España no existe

«Madama Butterfly», de Puccini, en el Teatro Real

ANDRÉS IBÁÑEZ

Cuando iba a nacer mi primer hijo, recuerdo que mi madre dijo: «nunca va a estar mejor que donde está ahora», a lo que yo repliqué (y no porque hubiera pensado nunca antes en ello): «bueno, pero cuando crezca podrá ir al Met». Y fue ... entonces cuando me di cuenta de que para mí el lugar más maravilloso del planeta era precisamente el Met, la Metropolitan Opera de Nueva York . Subiendo por esas elegantes escaleras de hormigón blanco que evolucionan en el vacío como una voluta de humo, por entre el barroco siglo XIX del terciopelo carmesí y el barroco años setenta de las lámparas de cristal, yo me sentía como un alma ascendiendo al empíreo. Pero fue ayer, precisamente, cuando me di cuenta de que las cosas habían cambiado, y que para mí el empíreo ya no era el Met, había dejado de ser el Met donde vi tantas cosas increíbles, a Carlos Kleiber dirigiendo El caballero de la rosa , a Levine dirigiendo Parsifal , a Kiri Te Kanawa cantando Capriccio , y que ahora el lugar más feliz del mundo había pasado a ser para mí el Teatro Real de Madrid . Ayer, viendo el espectacular montaje de Madama Butterfly de Mario Gas (escena) y Marco Armiliato (dirección musical). Creo que lo último que terminó de convencerme fue el sonido de la Sinfónica, lleno de delicadeza y sensualidad.

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