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TEATRO

«Voces en el silencio», los perfiles del odio

La madrileña sala Biribó nos ofrece un sugerente montaje, con dramaturgia y dirección de Carlos Jiménez, basado en el poemario «Y se llamaban Mahmud y Ayaz», de José Manuel Lucía Megías

Una escena de «Voces en el silencio»

CARMEN R. SANTOS

El 19 de julio de 2005, la ciudad iraní de Mashad se convierte en una «fiesta» de la muerte. Cientos y cientos de personas acuden a ver la ejecución pública de dos muchachos de apenas diecisiete años: Mahmud Asgari y Ayaz Marhori. Antes de colgarles en una grúa que va a servir de cadalso, les propinaron más de doscientos latigazos. Dos verdugos enmascarados les colocan la soga alrededor de sus juveniles cuellos. ¿Cuál es el delito que les ha conducido a tan trágico final? Simplemente amarse. El régimen de los ayatolás orquestó un juicio contra ellos, buscando una excusa para el crimen. Aunque tampoco la República Islámica de Irán necesita muchos pretextos en su caza de homosexuales. Son una práctica habitual las llamadas «redadas del terror» , en las que la Policía, con la aquiescencia de muchos ciudadanos, «limpia» las calles. Muchos de los detenidos corren la misma infausta suerte que Mahmud y Ayaz. En Irán, junto a otros ocho países árabes, las relaciones sentimentales entre personas del mismo sexo se castigan con la pena capital. El desdichado fin de estos dos jóvenes no es único. Pero su caso dio a la vuelta al mundo, a través de tres fotografías tomadas en el momento de la ejecución, aparecidas en numerosos medios de comunicación. El horror ante tan luctuoso hecho fue inmediato. Como también lo fue el olvido en la vorágine de las noticias que nos inundan cada día.

El poeta José Manuel Lucía Megías, sin embargo, no enterró lo sucedido en lo más hondo del baúl de los recuerdos ni dejó que la indignación fuera solo flor de un día. Comenzó a investigar sobre la situación de los homosexuales en Irán. Y no únicamente eso. Sintió la necesidad de escribir, no un reportaje o un artículo, sino algo mucho más cálido: un poema. Un poema donde la denuncia se reviste de versos que nos golpean con tanta contundencia como lirismo. Nació así el poemario «Y se llamaban Mahmud y Ayaz», publicado por Amargord. Este poemario es la base de la pieza «Voces en el silencio», que se representa en la madrileña sala Biribó .

En Irán, las relaciones sentimentales entre personas del mismo sexo se castiga con la pena capital

En el proyecto, trabajaron codo con codo José Manuel Lucía Megías y Carlos Jiménez, gestor cultural, dramaturgo, director escénico y enamorado de la poesía. Precisamente, nos confiesa, para unir sus dos pasiones, el teatro y la poesía, puso en marcha el ciclo «Los martes, milagro» que ha venido desarrollándose en el Teatro Fernán Gómez de Madrid, y que tiene como objetivo la creación de obras de teatro a partir de textos de poetas españoles e hispanoamericanos desde el siglo XVI hasta nuestros días. En ese ciclo se estrenó «Voces en el silencio», que ahora llega al Teatro Biribó en una versión revisada y con un electo actoral, formado por Elisa Marinas, Daniel Miguelañez y Alfonso Gómez , que lo da todo en el escenario.

Carlos Jiménez, autor de la pieza -publicada por Pigmalión- y director del montaje, contando como ayudante de dirección con la joven Luna Paredes -«Le ha dado mucha frescura, aportando una nueva sensibilidad» señala Jiménez-, explica: «Desde que leí el poemario de José Manuel Lucía Megías me di cuenta de la enorme carga dramática que contenía. Siempre en colaboración con su autor, he eliminado algunas partes, he añadido otras, para darle una estructura teatral, encarnadura en personajes vivos que nos interpelan desde las tablas. La obra se configura en dos bloques. Uno primero donde se aborda de manera genérica la persecución de los homosexuales en distintos países y momentos históricos, y un segundo en el que hemos generado un universo mediante los escasos datos que se conocen de estos dos jóvenes ejecutados. El nexo de unión es la historia del sultán Mahmud y su esclavo y amante Ayaz. No sabemos si es real o leyenda, pero es bien diferente de lo que ocurre en el Irán actual. Mil años antes, en la misma tierra, esa historia inspiró a los poetas sufís . Ahora solo “inspira” a los fanáticos criminales, a los verdugos».

Intensidad escénica

El montaje, producido por Arte-Factor, se propone, explica Carlos Jiménez, «denunciar hechos tan terribles como ese y el silencio que muchas veces se impone en las sociedades occidentales no solo frente a casos relacionados con la persecución de la homosexualidad en países como Irán, sino en general en cuanto al respeto de los derechos humanos. Hemos querido también romper el silencio frente a la represión, frente a las injusticias que condicionan el desarrollo del sentimiento en el ser humano, el silencio ante la barbarie ejercida de unos hombres contra otros».

«Este cielo invadido por las grúas del miedo, / donde el sol esculpe los perfiles del odio, / es el cielo de Irán, de Sudán o de Nigería, /es el cielo de Arabia Saudí o de Mauritania, / es el cielo de demasiadas geografías / envenenadas por el pecado mortal de la mentira». Así comienza «Voces en el silencio, que rebasa su oportuno deseo de denuncia para ofrecernos sugerente intensidad poética y escénica.

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