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CINE

La vida termina «antes de la revolución»

Bertolucci falleció hace unos días. Le recordamos a través de una de sus más desconocidas cintas, «Prima della Rivoluzione»

Secuencia de la película que rodó en 1964, «Prima della Rivoluzione», con Adriana Asti
Gabriel Albiac

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Sobre la pantalla, aún en negro, un exergo: «…quien no haya vivido antes de la Revolución no conoce lo que fue la dulzura de vivir». La cita está truncada. El pasaje entero dice «quien no haya vivido en el siglo XVIII antes de la Revolución, no conoce lo que fue la dulzura de vivir, ni puede imaginar cuánta felicidad hay en la vida» . Talleyrand da en él una de las claves mayores de sus Memorias : la paradoja de tantos de los hombres que transitaron de la Revolución de 1789 al Terror, de él al Imperio y luego a la Restauración, en el vaivén de un siglo cuyas tempestades marcarán indeleblemente a la Europa contemporánea.

De ese pasaje ha tomado Bernardo Bertolucci el título de su segunda película -para mí, la mejor-, Prima della Rivoluzione . Que es, en 1964, un fresco de los contradictorios anhelos de aquellos jóvenes intelectuales comunistas, nacidos en la inmediata posguerra italiana bajo la pesada primacía del PCI de Togliatti. Y que es, sin embargo, también un homenaje a la gran literatura francesa del siglo XIX: la que, de Stendhal a Flaubert , de La Cartuja de Parm a a La educación sentimental , da cuenta del inexorable estrellarse todos los grandes ideales salvíficos contra el intemporal muro de intereses y convenciones: del retorno blindado del orden.

Fatal melancolía

En 1963, cuando la está rodando, Bernardo Bertolucci tiene veintidós años. La trama se desarrolla en la Parma de 1962. Su protagonista lleva el nombre del de la novela de Stendhal, Fabrizio, y tiene la misma edad de Bertolucci. Todo en ella está calculado para fundir a las trágicas figuras del siglo XIX francés con las de lo brillantes hijos de una burguesía que no sospecha siquiera -no lo sospecha, desde luego, el joven director- estar viviendo las vísperas del último epílogo revolucionario del siglo XX: el 68. Y que, sin saberlo, parece estar ya presa en su futura, su fatal melancolía.

Fabrizio (Francesco Barilli), Gina (Adriana Asti), Clelia (Cristina Pariset)…: la pista de los nombres que conducen a La Cartuja de Parma es explícita. Demasiado. Como lo son los juegos triangulares , a través de los cuales rebeldía y resignación intercambian sus papeles en el momento ascendente de un brillante joven hijo de la acomodada burguesía parmesana . Pero, en la desolada relación que liga transitoriamente al Fabrizio de Bertolucci con su madura y desquiciada tía Gina, hay por lo menos tanto del Flaubert escéptico que asiste, en La educación sentimental , a las gesticulaciones de 1948 como quien contempla un poco edificante teatro de bulevar, cuanto del pathos épico de esa caída de los oportunistas ascendentes que Stendhal narraba.

Bertolucci durante el rodaje de «El último tango en París», con Marlon Brando y Maria Schneider

Blanco y negro impecable : es lo que mejor ajusta a lo narrado. Fotografía más que correcta de Aldo Scavarda, en la que ha debido jugar ya un papel sobresaliente el entonces «asistente de cámara» Vittorio Storaro , a quien Bertolucci deberá sus más pictóricos planos de los años setenta. Actores no demasiado conocidos. Un guión desigual, que se alarga innecesariamente hacia la mitad del metraje. Pero que hiere de muerte a aquellos para cuyos ojos la película fue realizada: una generación. Una generación a caballo entre revolución y cinefilia, una generación que se reconoció inmediatamente en la película, y que por ella se sintió amargamente profetizada.

Atardecer en las afueras. Donde un desolado aristócrata, viejo amigo de Gina, interpela a su viejo mundo que se desvanece: Qui finisce la vita e comincia la sopravvivenza , «aquí termina la vida y comienza la supervivencia» . Es el instante mayor de Prima della Rivoluzione.

Noche en Parma. En la cartelera del cine, Une femme est une femme . Fabrizio rumia sus penas sentimentales. A su lado, un amigo sentencia: has visto demasiadas películas de Godard y has acabado por creerte lo de que la mujer es una superestructura.

Boda burguesa

Noche de Ópera. En un suntuoso travelling circular por los pasillos del teatro Regio de Parma, Fabrizio anuncia a su amante, la tía Gina, su inminente boda con la burguesita Clelia. Suena Macbeth . En los palcos, la burguesía parmesana exhibe sus mejores galas; también Clelia. En el gallinero, el gramsciano maestro revolucionario de Fabrizio, Cesare, rodeado de camaradas, se emociona con las notas de Verdi. Gina sabe que ha perdido su vida y que no va a tener otra: como la Madame Arnaud de Flaubert, naufraga en la soledad y los años. Fabrizio no se engaña: está trocando la revolución por el éxito social; tendrá otra vida, la de sus mayores, y no valdrá la pena.

Mediodía en Parma. Montaje paralelo. En la iglesia, boda elegantemente convencional de Fabrizio y Clelia: la novia resplandece en su traje blanco, la tía del novio solloza como es de rigor entre las damas. En la escuela, Cesare lee a sus alumnos un pasaje desgarrador de Moby Dick : habla de la perpetua persecución de la ballena blanca ; de la muerte de Achab que la culmina, del fracaso.

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