ARTE
Vanguardias, en plural y desbordantes
La colección del Museo de Arte Ruso de Málaga vuelve a demostrar la versatilidad de sus contenidos. El centro propone una nueva inmersión en los ismos vanguardistas
Juan Francisco Rueda
Como se pueden imaginar, no es esta exposición la primera que la Colección del Museo Ruso dedica a las vanguardias . No han sido pocas las consagradas a aspectos concretos del fenómeno vanguardístico en Rusia, como tampoco a autores referenciales ( Malévich, Filónov ... o Kandinsky ), así como también ha sido usual encontrar conjuntos estimables de estas experiencias transgresoras en los montajes expositivos de larga duración, siempre enfocados a temas transversales que permitan recorrer el arte del gigante euroasiático a lo largo de la Historia.
Sin embargo, ante un conjunto que frisa las 100 piezas, y aunque algunas de ellas han sido mostradas con anterioridad en Málaga, brota una sensación cercana a la sorpresa ante lo inagotable de la colección. Y es que, la exposición resulta apabullante , no sólo por la calidad de decenas de estas obras, algunas auténticos iconos, también por la amplia nómina de artistas (42), por la posibilidad de ‘acompañar’ a algunos de ellos a lo largo de su evolución por distintos momentos y lenguajes vanguardísticos, así como por la oportunidad de ver obras de numerosísimas artistas extraordinarias y de creadores menos conocidos fuera de las fronteras rusas, marginales e incluso marginados por el aparato comunista a partir de su deriva estalinista e imposición del Realismo socialista en 1934.
Variedad de estilos
La puesta en escena obedece a una escrupulosa enumeración -quizá demasiado estricta- de los distintos episodios que se dieron en apenas veinte años, desde finales de la primera década hasta los años treinta del siglo pasado. Justamente, el título de la muestra responde a esa multiplicidad de opciones lingüísticas que caracteriza el foco ruso, en el que se originaron y desarrollaron algunos de los episodios más trascendentales ( Suprematismo , por ejemplo), muchos otros profundamente singulares gracias a su condición ‘unipersonal’ (el Formulismo de Filónov) y, en cualquier caso, ámbito en el que tuvieron un eco casi inmediato otros nacidos en distintos países europeos. Las vanguardias rusas hicieron que este país abandonara su rol periférico para convertirse en escenario artístico central en el primer tercio del siglo pasado.
Las vanguardias rusas hicieron que este país abandonara su rol periférico en el arte
Desde el arranque, con una primera sección dedicada al Neoprimitivismo , apreciamos cuán importante fue el diálogo con el arte popular y lo vernáculo para la conformación de una identidad propia. De hecho, se percibe a lo largo del conjunto en algunas obras esquemáticas y arcaizantes de Lariónov y Goncharova , en los personajes rurales del Malévich postrero o en el guiño a los grabados ‘lubki’ y a la iconografía de San Jorge que encontramos en una de las piezas de un Kandinsky que, en la senda de la abstracción, no dejó de dialogar con la tradición del icono ruso. En cualquier caso, el inicio expositivo evidencia cómo a finales de la primera década del XX, gracias a distintos factores como la acción de grupos de protovanguardia como La Sota de Diamantes o el concurso de coleccionistas como Morozov y Shchukin , confluyen en Rusia un crisol de opciones vanguardistas ( Sintetismo, Fovismo o el Expresionismo , que denota el estrecho vínculo con el núcleo alemán). Los artistas locales las sintetizarían entre sí y con esos rasgos identitarios antes comentados.
Hacia la abstracción
En las tentativas primitivistas de Goncharova y Lariónov empezamos a intuir el desarrollo venidero del Rayonismo . A partir de aquí, Cubismo y Futurismo , así como su hibridación en el característico Cubofuturismo ruso , serán determinantes para una pronta llegada de la abstracción. En esta sección deben destacarse extraordinarias obras de Goncharova, un ‘malévich’ cubofuturista y la atención dedicada a David Burliuk , figura determinante para el futurismo patrio.
Las nutridas secciones dedicadas a la Abstracción y al Constructivismo escenifican la variedad de propuestas que se dieron en el seno de ambas. El conjunto permite acercarse a algunos autores que pudieron, vía abstracción lírica y no geométrica, situarse en territorios oníricos, mediados por cierto automatismo o con una figuración tendente al extrañamiento. Esto es, que enuncian algunos elementos del Surrealismo, generalmente desatendido en esta geografía. Son los casos de Boris y Ksenia Ender y de la omnipresente Goncharova. Detectamos cómo el Cubismo se convierte en fórmula esencial -una auténtica lección- para los artistas que se internan en el Constructivismo .
El papel de la mujer
Como señalábamos al principio, no resulta menor la presencia de creadoras ( Goncharova, Popova, Udaltsova, Guró, Lérmontova o Ksenia Ender ), algunas con un auténtico papel preponderante en el concierto artístico ruso. Popova, Ekster o Udaltsova desempeñaron también cargos docentes en las ‘Vjutemás’ (Talleres de Enseñanza Superior del Arte y la Técnica). En estas hicieron converger arte, artesanía e industria con el fin de garantizar los cauces por los que los bienes de consumo fueran accesibles al grueso de la población y difundieran el nuevo credo estético. No es un dato menor comprobar cómo en 1920 casi la mitad del profesorado lo componían artistas mujeres, lo que denota el grado de transformación social que asumía el fenómeno vanguardístico ruso.
Cierra el recorrido una sección dedicada a las figuraciones, extremadamente diversa. Así, encontramos varias piezas de Malévich en las que el rigor geométrico se atempera en lo que él denominó ‘Supronaturalismo’, un mundo figurativo pero esquemático, profundamente metafísico, que proveía unos seres sin identidad, así como unos paisajes construidos como campos de color.
Junto a estos, distintas estribaciones de los nuevos realismos, como ejemplos de Nueva Objetividad, el monumentalismo de ‘Revisora’ de Samojválov y, como cierre a la desbordante y plural exposición, ‘El paseo’ (1917), icónica y mágica pieza de Marc Chagall.
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