LIBROS
La vacuna de Bukowski contra los sibaritas
«La enfermedad de escribir» recoge las cartas sobre el arte de la creación literaria del último autor «maldito»
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Iniciar sesiónSu irrupción en el panorama editorial fue imprevista, como ocurre siempre que una nueva voz rompe con el orden establecido. «Quieren oír lo que siempre han oído. Pero olvidan que cada siglo se necesitan cinco o seis hombres con talento para rescatar al arte del ... anquilosamiento y la muerte», decía.
Él, Charles Bukowski (Alemania, 1920; Estados Unidos, 1994), no se sentía pleno si no notaba «el rugido de las palabras» en su interior. Por eso bebía: «Bebo casi todas las noches y escribo hasta las 2 o las 3 de la madrugada. Al día siguiente voy al hipódromo. Es todo cuanto necesito».
Sus poemas, también su prosa, eran sórdidos, y mientras el sistema se resistía a aceptarlo los lectores lo adoraban: «El arte solo es inteligente si te sacude las entrañas, de lo contrario es pura cursilería». El final es conocido: Bukowski patentó un estilo singular, imitado por multitud de autores pretendidamente «malditos», y su obra ha sido publicada y estudiada hasta el empacho.
Solo con su firma se cuentan más de sesenta libros, ya sean poemarios, cuentos, novelas o rescates de sus diarios y su correspondencia. «No hay mayor recompensa que escribir. Lo que viene después es secundario –le dijo en una carta a su editor John Martin –. Escribiré hasta mi último aliento, me da igual que guste o no». No quería acabar como esos escritores que con el tiempo se volvían demasiado esmerados, temiendo cometer errores.
A él no le importaba escribir «mucha basura». Tras un largo historial de trabajos mal pagados y una pobreza que arrastraba desde su difícil infancia en un suburbio de Los Ángeles, fue a los 35 años cuando decidió apostarlo todo a la literatura. De ahí su grafomanía: prefería no perder el tiempo cotilleando ni lloriqueando. «Es posible que escriba demasiado, aunque para mí es normal. Es una adicción».
Fueron tantas las noches que Bukowski consumió junto a su máquina de escribir que aún hoy, casi treinta años después de su muerte, ya pasada la fiebre del malditismo, siguen quedando textos inéditos por publicar. Los que Abel Debritto ha recogido en La enfermedad de escribir (Anagrama, 2021) proceden de las más de dos mil páginas de correspondencia aún no publicada del autor de Escritos de un viejo indecente o La máquina de follar .
Son las cartas en las que reflexionó sobre el arte de escribir, un buen número ellas escritas borracho, con colegas como Henry Miller y su admirado John Fante o los editores que tuvieron que lidiar con él. En ellas escribe con la libertad que le había dado el éxito tardío: «Hacerse famoso a los veintitantos no es algo que se supere con facilidad. Si te haces un poco famoso después de los 60 es más fácil asimilarlo».
Bukowski se jacta de ser un «lobo solitario» que prefiere beber con expresidiarios, locos y ladrones antes que juntarse con escritores ensimismados, carga contra los «beats» por entregarse al aplauso fácil de las masas y desprecia a los autores famosos que viven del cuento. Puro Bukowski.
Será cierto que este estilo ha llevado mal el paso del tiempo, incluso puede que sea cierto que no fuera «más que un gilipollas», como decía de sí mismo, pero estas cartas son una efectiva vacuna contra tanto sibaritismo remilgado.
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