LIBROS
Todo lo que quería saber sobre Wagner
En este inconmensurable libro, Alex Ross defiende que la visión de un Wagner ‘nazi’ es una construcción posterior que nada tiene que ver con el pensamiento del compositor
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Iniciar sesiónRecuerdo mi temprana fascinación con Wagner . En 1975 (lo sé porque por esa época apuntaba la fecha de todos los libros que compraba) me hice con una partitura completa de ‘Parsifal’ en una vieja edición de Ricordi. Yo tenía catorce años, la época de ... los sueños eróticos y las fantasías nocturnas. En la duermevela, se me mezclaban con las amplias líneas cromáticas del motivo de Kundry, de modo que puedo afirmar que mis primeras sensaciones sexuales están tan unidas a la música de Wagner que es como si hubieran brotado de ella.
¿Qué es lo que hay en la música de Wagner? ¿Por qué tiene ese efecto en nosotros? Son muchos los que han hablado y escrito sobre el fuerte elemento erótico de la música de Wagner. Laurence Dreyfus afirma en ‘Wagner and the Erotic Impulse’ que a fines del siglo XIX las derivaciones eróticas de las óperas de Wagner causaron más controversias y conflictos que sus ideas políticas. La escritora Vernon Lee identificaba la música de Wagner con la expresión de un deseo sensual condenado a verse frustrado en la vida normal y lo relacionaba por eso con su propio sufrimiento homoerótico.
Política y estética
Una de las muchas sorpresas de este inconmensurable libro de Alex Ross es el capítulo dedicado al Wagner «feminista y gay» , donde nos revela, por ejemplo, que Bayreuth llegó a convertirse en una especie de templo para los «uranianos» y Wagner en un icono del temprano movimiento gay, en parte por la actitud distendida y abierta del maestro hacia la homosexualidad. También nos sorprende enterarnos de que eran las mujeres, sobre todo, las que acudían en masa a Bayreuth.
Yo había imaginado que ‘Wagnerismo’ sería, como en cierto modo lo es ‘El ruido eterno’, una novela disfrazada de ensayo. No lo es, quizá porque el autor se ha visto sobrepasado y abrumado por la enormidad de su tema. Pero sí tiene todos esos elementos de buen narrador que tanto nos gustan de Alex Ross: su encanto para contar las cosas, su talento casi mágico para encontrar detalles pintorescos y reveladores incluso en temas que creíamos conocer bien, su capacidad a veces deslumbrante de relacionar entre sí elementos que nadie había relacionado y de revelar significados que una vez nombrados por él parecen inevitables, pero en los que nadie antes parecía haber reparado.
No evita los aspectos más polémicos de la personalidad del músico, como su antisemitismo
‘Wagnerismo’ estudia la influencia política y estética de las obras de Wagner desde el estreno de las óperas hasta el presente . Ross presenta un cuadro tan completo y tan complejo que debería servir, de una vez para siempre, para evitar las simplificaciones groseras en que se suele incurrir a la hora de juzgar a Wagner, el romanticismo en general e incluso el arte de la música. Ross no evita, desde luego, los aspectos más polémicos de la personalidad de Wagner, sobre todo su ardiente antisemitismo, sin duda el lado más lamentable y odioso del personaje en cuestión. Scott llega a sugerir que a pesar de que las críticas a los judíos vienen de muy antiguo en Europa, es posible que fuera Wagner, precisamente, el creador del antisemitismo moderno. Lo curioso es que también existe un movimiento de «sionismo wagneriano» de pensadores y escritores judíos que adoptaron la música de Wagner como expresión de sus ideales.
Reputación
En ‘El ruido eterno’ Alex Ross parecía querer decir que la música de vanguardia es insoportable y que a él le gusta mucho más Sibelius. En ‘Escucha esto’, que el pop le parece una música tan interesante como la de concierto. ¿Qué es lo que quiere decir, exactamente, en ‘Wagnerismo’? Probablemente que la visión de un Wagner ‘nazi’ es una construcción posterior que nada tiene que ver con el verdadero pensamiento del compositor. Así, por ejemplo, en el capítulo dedicado a la relación entre Wagner y Nietzsche, sin duda uno de los mejores del libro, nos revela que ambos encuentran pronto un motivo de disensión en el tema de la esclavitud. Para Wagner, era un defecto flagrante de la cultura griega; para Nietzsche, pertenecía a la esencia de esa cultura. Nietzsche glorificaba la violencia y el salvajismo; Wagner los rechazaba.
Ross no quiere tomar partido. Es muy cauto. Afirma que «el compositor es sospechoso de haber alimentado la política de dominio y destrucción de Hitler», y que de estas cuestiones «pende la reputación actual de Richard Wagner», pero luego recuerda una observación de Joachim Fest, el biógrafo de Hitler, que afirma que estas polémicas «confunden el contenido de las obras de Wagner con la historia de su recepción, vinculando la segunda al primero». ¿Entonces? Wagner fue, primero, anarquista y socialista, y más tarde místico y pacifista.
Es cierto que fue también, como tantos otros en su época y más tarde, un odioso racista. Thomas Mann escribió que tenía un temperamento claramente progresista, y que era «un hombre del pueblo, que rechazó fervientemente el poder, el dinero y la guerra durante toda su vida», y que quiso crear en Bayreuth un teatro abierto a todas las clases. Y añade: «independientemente de lo que la época haya querido hacer de él». Esa última frase es, quizá, la clave de todo.
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