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LIBROS

Thomas Wolfe, certero retrato de una América en construcción

Pese a su prematura muerte, fue uno de los autores que mejor supo retratar la geografía interior de EE.UU.

Thomas Wolfe fue autor de éxito en su época
Mercedes Monmany

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Protagonista en la ficción de la película Genius (en España traducida como El editor de libros protagonizada por Jude Law y Colin Firth), Thomas Wolfe (Ashville, Carolina del Norte, 1900-Baltimore, Maryland, 1938), a pesar de su desgraciada y muy prematura desaparición, fue, sin duda, una de las escrituras más originales, potentes , y que dejaron una huella más considerable, entre sus contemporáneos. Su talento singular, su prosa magnífica y desgarrada, casi invariablemente autobiográfica, y su tentativa desesperada por hallar siempre una realidad perdida (ya fueran un hermano y padre desaparecidos, una ciudad de provincias abandonada o todo un continente, América, perdido entre guerras y batallas y entre búsquedas desesperadas de muchos de sus habitantes «que naufragaban junto a sus esperanzas») hizo de él un caso único. No es casualidad que su memoria fuera mantenida sin interrupción a lo largo del tiempo por escritores como Kerouac, Kosinski, Bradbury, Philip Roth o Paul Auster , o por filósofos como el francés Gilles Deleuze.

Ahora una espléndida edición de sus Cuentos, en la que se reúnen un buen número de magníficos relatos breves junto a varias de sus deslumbrantes novelas cortas, aparecidas hace unos años en la editorial Periférica, hace justicia a su tremenda calidad como escritor. El tiempo salvaje, indomable, que se lleva a todos por delante, una tierra inmensa, América, atravesada sin cesar por él, eterno «nómada irredento», y una búsqueda angustiosa del sentido de la existencia, marcarían tercamente su prosa poética, visionaria, metafísica, que muchas veces avanzaba como una letanía. Una prosa repartida entre cuatro novelas -El ángel que nos mira, Of Time and the River, The Web and the Rock y You Can’t Go Home Again- varias obras de teatro y unos cuantos ensayos aparecidos todos ellos entre los años 20 y 30 del pasado siglo.

Sentimiento de pérdida

Sus contemporáneos no ahorrarían elogios hacia su obra (su novela autobiográfica El ángel que nos mira llegaría a ser un best seller en Reino Unido y Alemania. Una obra que giraba entre el desgarro y la nostalgia, entre la desolación y una exasperada y vehemente imaginación, entre el lirismo exaltado y la torturada densidad de su alma sureña, entre la sensación de exilio permanente y la soledad del desarraigo, así como la unión imposible a una tierra aparentemente infinita, la americana, evocada desde siempre por los más grandes, desde Thoreau al mismo Kerouac que se inspiró en él para su obra On the Road.

Junto al sentimiento permanente de pérdida siempre caminó de forma paralela, como muy bien dice la autora de esta magnífica traducción, Amelia Pérez de Villar , un personaje permanente, «casi mitológico, madre acogedora y a la vez padre cruel», que sobrevuela todas las narraciones: América. Una América aún en construcción, acogiendo a innumerables emigrantes (como los que viven en su «mugriento callejón de Brooklyn, rodeado de armenios, españoles, irlandeses») y unas ciudades míticas, inalcanzables, como Nueva York, con las que siempre soñó el niño de una pequeña ciudad de Carolina del Norte.

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