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Los teólogos de la revolución

Lutero es la primera estrella mediática de la Historia, un gigante por sus virtudes y defectos y por la categoría de sus enemigos. El principal de ellos fue otro monje, Thomas Müntzer, protegido suyo e impulsor de una Reforma radical

Grafiti en las calles de Roma de Mr. Klevra con la imagen de Thomas Müntzer

LUIS MEANA

Todo comenzó silenciosamente en el remoto aposento de un canónigo humilde, Copérnico, quien movió, allá por 1506, una minúscula pieza del inmenso edificio medieval: le arrebató a la Tierra su puesto en los cielos . Esa movilización de lo inamovible hizo mutable todo ... lo inmutable: la fe, la cristiandad, las certezas, la autoridad y lo demás. Puede sospecharse que Copérnico intuyó la galerna que iba a desatarse. Así que murió sin meter un solo ruido, y su «De revolutionibus» apareció cuando yacía en el lecho de muerte. Estamos en el nacimiento de un río gigantesco: las revoluciones modernas, cuyas raíces «teológicas» deberíamos repensar . Pero la gran conmoción la iba a desatar un eremita agustino, pura pólvora, que amaba compulsivamente los ruidos: su nombre familiar era Luder, que en transcendente ocasión transformó en Luther, es decir, Eleutherius, el liberado . Nombre que es programa. Liberación que cambió el mundo para siempre. Se cumplen 500 años de aquel acontecimiento, mitad verdad, mitad leyenda, en el que, en vísperas de los difuntos, Eleuterio clava en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg las 95 tesis que originan el mundo moderno (en la numeración inicial eran 87). Dice Troeltsch que Lutero era un ser medieval. Puede. Pero es el creador del mundo moderno. Para bien y para mal.

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