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CINE

Tengamos la (Santa) Cena en paz

El documental «The Search for the Last Supper», sobre una segunda versión de «La Última Cena» de Leonardo, hace aguas

Una imagen del documental «The Search for the Last Supper»
Fernando Castro Flórez

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El suceso generó un «tsunami twitero» , y, gracias a unos burócratas con ínfulas académicas, pudo encauzarse la cosa hacia la erudición citacionista. Unos pedantes filosóficos pronunciaron una fórmula latina («esse est percipi», del padre Berkeley ); otros remitieron impasibles al «noumeno» kantiano (insondable dominio donde los conceptos no pintan nada). Un ratón de biblioteca mencionó a «Funes el memorioso» (cuento borgiano en el que la memoria absoluta convierte el olvido en paradójico consuelo). No faltó la evocación prehistórica (el caso de las Cuevas de Altamira cerradas a cal y canto, amenazadas por la respiración tóxica de los turistas). En un momento de tremendo desbarre de «interpretosis» escuchamos algo sobre el nudo y el objeto perdido . Un cinéfilo se tiró a la piscina con plomos en el bañador (soltando algo sobre « Memento », de Nolan , y la amnesia). Un venerable filólogo griego, prejubilado antes de la llegada de la ANECA, pronunció un discurso solemne para hacernos saber que estamos en el país de los lotófagos (tras las ovaciones de rigor, alguien vinculó la desaparición de «la imagen sagrada» con Polifemo y la astucia de «nadie», esto es, el mundo de Odiseo re-mezclado en clave de pantano mental).

La esperada hagiografía bíblica generó una intensa niebla al mezclar la «Última Cena» leonardesca con las dudas apostólicas , la «confusio linguarum» babélica y el «nada me toca» de la Resurrección (sembrándose dudas sobre el rigor textual de todo lo enunciado previamente).

Sultileza inesperada

Un historiador conspicuo reclamó la «presencia real» de la obra, justamente cuando lo pintado desaparecía y, con sutileza inesperada, recomendó leer el «Tratado de Pintura» de Leonardo , donde hasta las manchas de humedad de la pared pueden activar la imaginación figurativa.

Tras este breve momento de lucidez, resurgió la rumorología por culpa de un esteta que había metido en su microondas mental un archicitado texto benjaminiano para sostener que al menos tenemos «la copia» (toda esa matraca del fin del aura, y tal y tal), y eso animó a un aceleracionista a ensamblar en un post de Facebook las caras de Bélmez , el plagiarismo chino y la implosión «baudrillardiana» de los referentes (estricta invitación, más que al desierto de lo real, al «cogito interruptus»).

Cuando el delirio llevaba a perder pie, un artista perogrullesco apostilló que, gracias a la copia «leonardesca», recuperamos pies que nos faltaban . Algunos hasta decidieron mirar lo que falta (un 80% de la obra actual), otros no dejaban de pensar en lo que sobra. Un idiota (etimológicamente hablando) sugirió que había que poner todo esto entre paréntesis. El último comentario sobre «La Última Cena» fue una completa chorrad a: y es que un graciosete soltó que esto era materia de trabajo fin de máster.

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