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ABC Cultural

CINE

¿Tarantino sí o no?

El director acaba de presentar en el Festival de Cannes «Érase una vez en Hollywood», película que sintetiza las obsesiones que le han acompañado en su carrera. ¿Tienen estas vigencia?

VV. AA.

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Tarantino y Harvey Keitel en una escena de «Pulp Fiction»

A favor: El camino del hombre recto

Travolta no para , sigue ahí, vacilando en el GIF, con la gabardina en el brazo, sopesando la cosa, consciente a pesar del «pantano mental» de que la cosa puede ponerse complicada después de haber ganado bailando el twist descalzo. Resbalaban bien los calcetines, pero el lío puede terminar en sobredosis.

Pulp Fiction mantiene su condición de «relato entrometido», tan contundente como el discurso «bíblico» de Samuel L. Jackson , imponiendo la verdad de que el «camino del hombre recto» es bastante curvo.

Tarantino , su director, ya no es un jovenzuelo provocador, pero sigue teniendo la voluntad de incomodarnos y no ceja en el empeño de regar todo con salsa de sabor a kétchup. Posmoderno hasta el desvarío , intoxicado por la estrategia paródica, tiene claro que lo «sublime histérico» tiene que estar contrabalanceado por el humor bizarro. Cuando uno se mete en estos jardines tiene la certeza de que terminará teniendo que dejar entrar en casa a sicarios nefastos o, en último término, contar con el impecable y resolutivo Sr. Lobo .

Sin dar lecciones

Elogio sin aspavientos a Tarantino recitando, para mis adentros, el mantra de «no empecemos a chuparnos las pollas todavía» . Las películas de este personaje no dan lecciones de nada, pasan del psicoanálisis, el marxismo, la deconstrucción o la crítica poscolonial y, sin embargo, favorecen el patinaje en cualquiera de esas superficies estriadas.

Tarantino es un perverso que hace algo tan denostado como «cine entretenido». Se pasa siempre «cuatro pueblos» incluso cuando todo sucede en una posada de mala muerte rodeada por la nieve. Es deliberadamente «odioso» .

Cualquier exceso que podamos imaginar ya ha sido perpetrado por este killer , y, además endulzado por bandas sonoras que nos llevan a tararear en medio del horror. Sus contra-historias son inverosímiles , ya sea en esos judíos poseídos por una violencia vengadora que atentan contra Hitler o en Django, que convierte la rabia del esclavo en el justo procedimiento para acabar con los asquerosos «señores». Tarantino nos enseña a deletrear lo peor en «el instante del peligro», pone ante nuestros ojos los documentos de cultura que, como afirmara Benjamin, también lo son de barbarie.

Hace años, una tarde de aburrimiento, pensé que las películas de Tarantino habían envejecido mal, y decidí ver de nuevo Kill Bill para, al terminar, administrarme Pulp Fiction . A altas horas de la noche, tras haberme tragado «comida visualmente precalentada», aunque me sabía todos los chistes truculentos, tuve que reconocer que Tarantino puede llegar a ser «bendito» como el Pastor: «Hay un pasaje que me sé de memoria y que parece apropiado para esta situación. Es de Ezequiel, 25:17». Inolvidable, recto, vengador . No creo que necesite de nadie para limpiar los restos de nuestros cerebros reventados en la butaca del cine. Estamos dispuestos a soportar sus relatos bastardos, esas historias pringosas, aceptando la burlona invitación a adentrarnos en el «valle de la oscuridad». Por FERNANDO CASTRO FLÓREZ.

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