EL ANIMAL SINGULAR
Stalin en el alma
A diferencia del nazismo, el comunismo todavía goza de buena prensa en el mundo libre y despierta emociones que provocan perplejidad
Rodrigo Blanco
Algo que me ha llamado la atención desde que vivo en España es que aquí el comunismo pareciera ser siempre otra cosa . En su campaña para las elecciones autonómicas de Madrid, Isabel Díaz Ayuso pronunció el lema ‘Comunismo o libertad ’. ... El cual es correcto con respecto a la coyuntura que esos términos plantean. No así la designación de ella misma como estatua de la libertad. Lo sorprendente es que algunos mordieron el anzuelo y crearon en Twitter la etiqueta #YoTambiénSoyComunista , que a un caraqueño como yo no puede sino ponerle los pelos de punta.
Por supuesto, estoy al tanto del importante papel que jugó el PCE en la transición española. Similar al que tuvo el Partido Comunista de Venezuela en 1958 para la consolidación de la democracia en mi país. Estos hechos deben acompañarse de una interpretación no menos cierta: que semejantes contribuciones en pro de la democracia requirieron una supresión de los fundamentos doctrinarios del comunismo.
A diferencia del nazismo, el comunismo todavía goza de buena prensa en el mundo libre. Sigue siendo para muchos una reserva de esperanza que tipos un poco toscos como Stalin , Mao , Pol Pot o Castro no supieron aprovechar. Este ánimo fue el que captó José Luis Pardo «una tarde del año 2010 en la que cierto pensador francés daba una conferencia en el Paraninfo de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid», donde el conferenciante pronunció una palabra que hizo temblar de emoción al público: comunismo. Aquel encuentro sería el estímulo para que Pardo escribiera ‘Estudios del malestar’ , un ensayo que me permitió entender que mi perplejidad tenía algún sustento. De todas formas, un par de experiencias en los meses siguientes a mi llegada me lo confirmarían.
La primera sucedió en el Instituto Cervantes de una capital de Europa Central, adonde fui a presentar una traducción de mi primera novela. Allí, la directora nos advirtió al traductor y a mí que en el instituto no se hablaba de política . Le preocupaba mucho que yo dijera, fueron sus palabras textuales, que «Maduro era un hijo de p…». Preocupación absurda y advertencia falaz pues yo ya había participado en actividades en las sedes de París y de Utrecht, con toda la libertad y el respeto que caracterizan a un instituto venerable como el Cervantes.
Algo parecido me sucedió con una invitación que recibí del Centro de Estudios Literarios Iberoamericanos Mario Benedetti , de la Universidad de Alicante. En uno de los correos me recordaron el nombre del santo varón de las letras que tutelaba dicho centro para subrayar que debía abstenerme de hacer cualquier referencia a la situación política de Venezuela. Sobra decir que aún no conozco Alicante.
En situaciones como esta recuerdo a E. I. Zamiatín , autor de ‘Nosotros’, un clásico de la ciencia ficción, quien fue desterrado de la Unión Soviética y cuya lección vale para nostálgicos y censurados por igual. Así lo evocó Ursula K. Le Guin : «Tenía un espíritu más grande que sus enemigos y se negó a permitir que la mezquindad de ellos lo infectara y le menguara la estatura. No se prestó al juego sucio. No admitió a Stalin en el alma» .
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