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Sinclair McKay: «Dresde fue una atrocidad, pero no se puede comparar con los crímenes nazis»

El historiador británico recopila, aprovechando el 75 aniversario del bombardeo aliado a Dresde, los testimonios de decenas de civiles alemanes que vivieron en primera persona una de las jornadas más aciagas de la Segunda Guerra Mundial

El historiador británico Sinclair McKay durante esta entrevista José Ramón Ladra
Manuel P. Villatoro

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La historia normativa es maniqueísta. Se divide en los héroes de Hollywood y los pérfidos némesis de estos. Es cierto que el nazismo que gobernó Alemania durante la Segunda Guerra Mundial corrobora esta visión arquetípica. Por ello es tan importante «Dresde 1945. Fuego y oscuridad» (Taurus) . Porque, en este nuevo ensayo, el historiador británico Sinclair McKay encadena una infinidad de testimonios de las otras víctimas : los civiles germanos que, a partir del 13 de febrero de 1945, vieron su ciudad bombardeada por los aviones aliados. Su infierno, el de Dresde, es uno de los muchos perpetrados por los buenos de la contienda. Una «atrocidad», en palabras del autor, pero también un suceso que no debería ponerse a la altura de los crímenes de Adolf Hitler.

La primera pregunta es obligada: ¿fueron los ataques aliados sobre Dresde un acto de terrorismo?

Provocaron el caos, eso es innegable. Algunos días después, el propio Winston Churchill describió el bombardeo como «un mero acto de terror» en una carta que envió a sus generales. Además, la frase «bombardeo del terror» se utilizó por primera vez por un periodista estadounidense justo después del suceso. No obstante, calificarlo como terrorismo implicaría aceptar de forma tácita que Dresde no era un objetivo militar ni contaba con valor alguno desde este punto de vista estratégico. Y sí lo tenía.

¿Cuál era la importancia militar de Dresde?

La ciudad era el centro de las comunicaciones germanas en la zona y albergaba fábricas que producían armamento. Era lo bastante importante como para que los norteamericanos volvieran a atacarla en marzo y abril de 1945. Dicho esto, lo que ocurrió fue una atrocidad impensable; una abominación. Unas 25.000 personas murieron en una sola noche. Mujeres, niños, bebés, refugiados... Pero tenemos que tener cuidado a la hora de calificarlo de crimen de guerra porque podemos dar a entender que los aliados eran tan perversos como su contrapartida, el régimen nazi.

¿Y lo eran?

No, bajo ningún concepto. En Alemania, hoy en día, este es un debate que enardece a la población. Las autoridades de Dresde detestan que se haga esta comparación porque puede ser utilizada por la extrema derecha de forma electoral.

«Winston Churchill describió el bombardeo, en una carta que envió a sus generales, como un acto de terror»

¿Cómo podría ser usado el bombardeo por la extrema derecha?

Algunos partidos buscan que los aliados sean considerados tan malos como los nazis. Y al hacer eso minimizan los crímenes de Hitler. De ese punto a la negación del Holocausto hay un paso. Por eso, las autoridades de Dresde quieren mantener a estos grupos al margen cuando se llevan a cabo las conmemoraciones. Los mismos ciudadanos saben que, al final, lo que se debe buscar es la reconciliación.

¿Se han dulcificado las atrocidades de los Aliados

No, todo lo contrario: se analizan y se discute sobre ellas. En el Reino Unido, por ejemplo, una parte de los estudiosos afirma que el bombardeo fue un crimen y que debemos afrontarlo como tal. El debate está abierto desde que terminó la Segunda Guerra Mundial y no se ha escondido. El mismo aniversario nos permite evaluar los sucesos de nuevo. Pero sí es cierto que las mismas autoridades de Dresde creen que hay que concentrarse en la reconciliación y huir de la controversia. Un ejemplo es que se han hermanado con Coventry, en Inglaterra, que fue prácticamente destruida por los explosivos nazis. ¿De qué vale decir que una parte fue mucho peor que la otra? No ayuda a nadie.

El 27 de enero fue el aniversario de la liberación de Auschwitz. Un nuevo documental se pregunta por qué no se bombardearon las cámaras de gas de este campo de exteminio y, por el contrario, sí una ciudad llena de civiles.

-La pregunta es si habría servido de algo bombardear las cámaras de gas y si eso habría frenado el Holocausto. Y la respuesta es que no. Los nazis eran capaces de reconstruir instalaciones como Auschwitz a toda velocidad. Desde un punto de vista militar atacar los campos de concentración no hubiera cambiado nada, pero, dejando a un lado las cuestiones morales, se creía que paralizar la estructura de las grandes ciudades germanas sí ayudaría a acabar con el ejército alemán. Se pensaba que «desproveer de vivienda» (como se denominaba) a los trabajadores y destruir las fábricas detendría la producción y que, como resultado, las fuerzas armadas nazis sufrirían un severo golpe. Era reprobable, pero también más efectivo que atacar campos de exterminio. Al final, lo que podía poner fin al gaseamiento de seres humanos era acabar con Hitler y, para eso, había que vencer primero a su ejército.

«El ataque de la ciudad de Guernica fue el detonante de la ‘‘guerra total’’ y un precedente directo de Dresde»

¿Qué es la «guerra total» que, según afirma en su obra, comenzó con Dresde?

Al comienzo del siglo XX todavía se creía que las guerras se podían limitar a los campos de batalla y que se podía mantener al margen a la población civil (algo que era ilusorio porque la historia está llena de ataques y sitos a ciudades). Sin embargo, en la Segunda Guerra Mundial se admitió con honestidad que esto era imposible y que, aunque al principio se pretendía que las urbes no fueran golpeadas, esto no se podía evitar. La «guerra total» implicaba que todos, militares y ciudadanos, eran objetivos.

¿Qué cambió para que los aliados usaran la «guerra total»?

España. Guernica lo cambió todo. Lo lógico hubiera sido que el horror que allí se vivió provocara que el mundo rechazara ese tipo de ataques. Pero no fue así; fue el detonante de la «guerra total» y del bombardeo de las ciudades y la población civil. Una contienda donde los más indefensos (bebés, ancianos, discapacitados...) sufrieron las consecuencias.

¿Entonces, fue el bombardeo de Guernica un precedente directo de Dresde?

En efecto. En Guernica se inició un proceso que fue aumentando poco a poco en intensidad. Varsovia, Róterdam, Coventry, Lübeck, Colonia, Hamburgo, Londres, Liverpool, Glasgow... Con estos bombardeos, tanto los nazis como los aliados buscaban generar el mayor caos posible bajo las creencias (acertadas o no) de que detendrían al enemigo, de que su moral se derrumbaría y de que no sería capaz de continuar con la lucha. Pero no era cierto. Al final, el mismo Churchill estableció que no era posible discernir la reacción de una población vejada de esa forma y que no se podía dar por hecho que aquellos golpes de mano llevarían a la victoria.

¿Dresde es solo una historia de muerte?

No. Es también una historia de vida. Tras el horror de aquella noche, los supervivientes comenzaron a reconstruir la ciudad y, en solo unos meses, se restauró la vida civil. Casi se podría decir que el instinto llevó a los habitantes a reconstruir la civilización. Se demostró que, por muy fácil que fuera machacarlos, un número igual de personas estarían dispuestas a continuar con la vida.

«Los pilotos no eran asesinos sanguinarios. Eran el medio para vencer

¿Era el británico Arthur Harris, uno de los máximos defensores de estos bombardeos sobre civiles, un monstruo?

Harris tenía una opinión nefasta del pueblo germano. Se ganó el apodo de «el carnicero», y se suponía que era un sobrenombre simpático... Él fue la fuerza que impulsó el bombardeo de las ciudades y los civiles. Odiaba a los alemanes y a su cultura. Pero, al mismo tiempo, no fue el único responsable de Dresde. Él había confeccionado una lista de ciudades enemigas que había que destruir, pero la aprobación procedía de sus superiores. Al final era una persona muy cruel. Con todo, en su correspondencia privada sorprende ver que era muy buen escritor, ocurrente, divertido e inteligente. Su compasión aparecía al hablar de la vida de sus pilotos. Se suelen olvidar estas facetas a pesar de que no emborronan la historia, sino que ponen de manifiesto un problema moral.

Dedica muchas páginas a hablar de las tripulaciones de los bombarderos británicos y a analizar su manera de acometer esta misión.

El papel de estos aviadores me fascina. Aunque no eran asesinos sanguinarios, todos ellos se presentaron voluntarios para protagonizar estos ataques porque creían que era la forma adecuada de poner fin a la guerra. Estamos hablando de hombres que leían poesía, que estudiaban historia... Personas sensibles e inteligentes que sabían que 50.000 de sus compañeros habían muerto en misiones de bombardeo, que estaban al tanto de las personas que iban a perecer en la ciudad y que, a pesar de todo, se subieron a los aviones aquella jornada. Tras investigar su correspondencia he llegado a la conclusión de que eran muy prácticos con respecto a estos ataques: entendían que eran el medio para vencer a su enemigo.

El caso de los aviadores es controvertido; afirmaban que recibían órdenes, pero ese es un argumento que esgrimieron también los nazis de los campos de exterminio.

Sí, pero había muchos alemanes que no trabajaban en campos de concentración y que luchaban en frentes lejanos como Italia y Oriente Medio. Combatientes que no se comportaban como miembros del régimen nazi, sino como meros soldados. Hay distintos grados. Los militares cumplen órdenes, eso es innegable, y entiendo lo que quiere usted decir, pero creo que el Holocausto y todo el aparato que lo apoyaba existía en una dimensión aparte. Entiendo que era un mundo totalmente diferente. Había la guerra y luego estaba la matanza en los campos de exterminio.

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