Hazte premium Hazte premium

ARTE

Gus Van Sant: mala noche para la juventud

Gus Van Sant no es solo uno de los mejores cineastas de la escena independiente (al que la Filmoteca Española dedica un ciclo este mes). También un gran artista. La Casa Encendida lo demuestra

«Sin título», acuarela de 2010
Fernando Castro Flórez

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Érase una vez una pareja… de drogadictos. Cuando la Historia estaba colapsando, surgieron modelos de anti-heroísmo, subjetividades seductoras y autodestructivas como la de los atracadores de farmacias que convierte en protagonistas Gus van Sant en Drugstore Cowboy (1989). En el principio estaba William S. Burroughs, el cura ex-yonqui, ese individuo de perfil afilado y aspecto de sombrío funcionario que cortaba y pegaba frenéticamente la escritura, sabedor de que el lenguaje es un virus.

Hemos visto tantas cosas, como Falstaff en Campanadas a medianoche , de Orson Welles , esa película magistralmente shakesperiana que extiende sus sombras en Mi Idaho privado (1991), una hermosa historia de amor homosexual protagonizada por un chapero narcoléptico. La confusión y la angustia imponen su turbulenta ley, pero, sobre todo, se entrelazan con singular nostalgia en la mirada de Gus van Sant (EE.UU., 1952), obsesionado por la juventud, que no es, ni mucho menos, un divino tesoro, sino un conjunto confuso de instantes del peligro. «La vida -dice- hace que olvidemos lo que es ser joven y estar lleno de esperanzas . Pero todavía está ahí, en algún lugar en nuestro interior».

La mirada del mundo

Gus van Sant siempre ha querido capturar un ambiente, hacer visible un lugar que no es otro que su Portland natal. En el fondo, intenta retornar al ámbito protector de la familia que, como ha indicado, «marca nuestra mirada al mundo». En sus películas, la familiaridad está «a la intemperie»; la generación grunge experimenta una amarga orfandad. Chaperos, putas y drogadictos recorren calles inhóspitas , habitan cuartuchos de mala muerte, buscan en noches insomnes eso tan esquivo y raro que todavía llamamos amor. Han llamado a Gus van Sant «poeta de los inadaptados» y, ciertamente, su imaginario, cercano a las meditaciones de Bataille sobre «la parte maldita», acoge a los rebeldes sin causa, a los herederos de aquel «método Carnegie» que enseñó a «hacer amigos» pero que en realidad cimentó una burocratización de las intimidades congeladas.

En La Casa Encendida se presenta una versión de su «retrospectiva» que se montó en la Cinemateca Francesa en 2016. Junto a una selección de corto- metrajes, vídeos y fragmentos de películas, se muestran polaroids, fotos, storyboards y unas interesantes acuarelas. En 2011 ya se exhibieron en la galería Gagosian de Los Ángeles las de gran formato de este director de cine que se considera, antes que nada, pintor. Aprendió, según declara, a hacer cine «viendo películas hechas por pintores» y dedica varias horas al día a pintar, una actividad apasionada a la que llega a calificar como «un amor de juventud».

Este director se considera antes que nada pintor, y admite que aprendió a hacer cine con pintores

En una acuarela vemos a un hermoso adolescente que saca la lengua descaradamente y, en otra trazada en un fondo azul, destaca la desnudez apolínea.

Cuenta Gus van Sant que su interés por el cine comenzó cuando vio a los catorce años Ciudadano Kane de Welles, la impresionante rememoración de un gran hombre que termina por ver como su vida se convierte en un fracaso absoluto, sintetizado en la quema del único recuerdo que tendría sentido: aquel trineo de una infancia en la que el vértigo proporcionaba placer. Por más que lo intentemos no podemos completar el inmenso puzzle de nuestra vida. La inquietante película Elephant (2003) que Van Sant realizara en torno a la matanza de Columbine nos hacer recorrer los pasillos de un instituto siniestro para ampliar nuestras incertidumbres. Querríamos encontrar explicaciones para una violencia que no la tiene necesariamente. Alan Clarke , autor del mediometraje de idéntico título (filmado en 1989 para la BBC) y que le sirvió de inspiración, aludía al dicho popular de que la violencia es tan fácil de ignorar como el hecho de tener un elefante en el salón.

La exposición de La Casa Encendida se abre con dos imponentes retratos de Burroughs y Bowie , iconos culturales que desbordan la beat generation o el glam , «héroes» para una época que aparentemente no los necesita. Van Sant fotografía con ternura, como es evidente en las polaroids que realizó entre 1983 y 1999, un casting cuasi-warholiano en el que aparece esa juventud que protagonizó sus filmes. River Phoenix, Matt Dillon, Keanu Reeves, Nicole Kidman, Matt Damon o Ben Affleck comparten espacio con actores no profesionales, subjetividades «indomables» como la de Will Hunting , o intempestivas como Sean Penn encarnando al líder gay Harvey Milk .

Cine basura

Este autor no tiene problemas en declarar que «la industria del cine funciona como la de la comida basura. Ambas se basan en el siguiente razonamiento: ¿cuál es el nivel mínimo de nutrición que estamos obligados a ofrecer para obtener a cambio el máximo beneficio?». Director referencial del llamado «cine independiente» , se revela contra el entretenimiento barato. Sabemos que hoy, como advierte la película Todo por un sueño (1995), no faltan dementes capaces de hacer cualquier cosa para salir en televisión: el síndrome de Eróstrato termina por ofrecer una salida cruel a un mundo que viraliza la idiotez. Gerard Imbert ha señalado que los personajes del cine de Gus van Sant viven desconectados de la realidad, en un estado flotante: cuerpos «eclípticos» que revelan un vacío. Sin duda, las muertes de River Phoenix y Kurt Cobain dejaron profundas huellas en este cineasta .

El tiempo está (vuelvo a Shakespeare) desquiciado cuando una adolescente, como en Elephant , tiene que ponerse a conducir el coche de su padre de tan borracho como va. Aunque conduzca al «fracaso», es necesario revisar Psicosis plano a plano, sacando los colores a las escenas del espectro materno que alimenta la pulsión homicida. Mientras, en una acuarela de Van Sant , un imitador de Elvis mueve las caderas en un campo de golf, la experiencia de las «malas noches» se torna inolvidable. En un tiempo de frikis , Falstaff pasa desapercibido.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación