Rodrigo Blanco Calderón - EL ANIMAL SINGULAR

Otoño poscolonial

En un país tan polarizado como España, el 12 de octubre se presta para un intercambio de idioteces entre los extremos políticos. Un dictamen poscolonialista ha estado también detrás de la concesión del Nobel a Abdulrazak Gurnah

Abdularazak Gurnah

Rodrigo Blanco Calderón

15/10/2021
Actualizado 18/10/2021 a las 12:46h.

Una de las cosas que más me gustan de vivir en Europa son las estaciones . Esos cuatro momentos del año en los que la Tierra nos brinda la promesa (o el engaño) de un nuevo comienzo. Cambia la ropa, la comida, los hábitos. ... Aunque sea un poco. He notado que, además, en España los intelectuales comprometidos mudan también de bandera política. El invierno , como nos lo enseñaron las novelas de Dickens , es la temporada anticapitalista por excelencia. La primavera es feminista. El verano , con su calor antropocénico, es ecologista. Mientras que en otoño , mi estación preferida por su frescura que aún no es frío y el último incendio de los árboles, se estrena la colección anticolonial y antiimperial.

Basta que sea primero de octubre para que los extáticos de la solidaridad universal entren en su camino de Damasco. Y llega el 12, como un rayo, y entonces caen en cuenta de los horrores cometidos hace quinientos años por lo más remoto de su sangre contra los pobres indios de América. Cada inmigrante que ven en la calle convertido en un testigo acusador y una condena.

En un país tan polarizado como la España de hoy, el 12 de octubre se presta para un intercambio simétrico de idioteces entre los extremos políticos. Desde un artículo firmado por una especie de Fouché progresista que cree que la hispanidad es algo inventado por Franco, hasta las declaraciones primitivas de Toni Cantó , que ve a los conquistadores españoles como un ejército liberador que salvó a los aborígenes de América de comerse unos a otros.

Este ping-pong de lugares comunes es una caricatura a pequeña escala de esa gran caricatura que son los llamados Estudios poscoloniales . Originados en los Estados Unidos (la academia norteamericana es el Amazon donde compran todas sus ideas los intelectuales anticapitalistas), el poscolonialismo se despliega como el marco teórico y metodológico de una antigua culpa . La que sienten los intelectuales blancos de Europa y Estados Unidos y, de forma más histriónica, la culpa que sienten los intelectuales de origen asiático, latinoamericano y africano que viven en las metrópolis de Occidente. Culpa por gozar del confort que brindan estos países de horrendo pasado imperialista, sí, pero con una economía fuerte, donde se respetan los derechos humanos y donde están las mejores bibliotecas.

Una confirmación de estas contradicciones de la filantropía del primer mundo es la entrega del premio Nobel de Literatura al escritor Abdulrazak Gurnah , nacido en Tanzania pero que ha pasado la mayor parte de su vida en Inglaterra y cuya obra ha sido escrita en inglés. Del autor laureado, la Academia sueca destacó «su conmovedora descripción de los efectos del colonialismo». Un dictamen poscolonialista en toda regla . Lo paradójico es que quienes se han opuesto al premio lo hacen usando unos criterios que también son poscolonialistas.

En estas discusiones de salón, donde unos europeos acusan a otros de ser europeos, lo que menos importa es lo que los escritores y lectores provenientes de las antiguas colonias tengan que decir. Quizás porque hace casi cien años ya lo expresaron bien, con lucidez y sin complejos, grandes pensadores como Alfonso Reyes o Pedro Henríquez Ureña , a quienes es seguro que ni los Fouchés ni los Cantós han oído siquiera nombrar.