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ARTE

«La realidad desdibujada es más interesante»

Luis Úrculo presenta en la galería Max Estrella su obra reciente, que juega a dar al espectador fragmentos para que imagine cómo unirlos

Luis Úrculo en Max Estrella José Ramón Ladra

MANUEL MUÑIZ

Las puertas del Met neoyorquino se han abierto para Luis Úrculo (Madrid, 1978) gracias a su serie «Reconstrucciones». La última parte de la misma se presenta en Max Estrella en la exposición «(Learning from Karaoke)», junto a otras piezas recientes que ya han tenido una gran acogida en México, donde Úrculo reside gran parte del año.

–Ha titulado la exposición «(Learning from Karaoke)». ¿Aprende uno más cuando la información es incompleta y hay que rellenar los huecos?

–No sé si es una cuestión de aprendizaje o más bien parte natural de la manera en que nos enfrentamos a las cosas. Cómo intentamos comprender cualquier hecho al que nos enfrentamos, como hacer turismo, o ver una obra de teatro de una nueva vanguardia, o aprender un nuevo idioma. Algo natural del ser humano es intentar generar reglas ante la falta de entendimiento.

–¿Por eso hace proyectos a base de fragmentos, de piezas?

–Comencé realizando este tipo de piezas sin ser tan consciente de esa metodología. Pero siempre me han atraído los espacios en el que no está todo tan definido. Lo que me interesa es bajar de resolución la realidad. La realidad vista al ciento por ciento siempre me ha parecido menos interesante que las cosas cuando están desdibujadas. Desdibujar la realidad es lo que aplico a la manera en que construyo las piezas.

–En otras obras lo que hace es borrar partes del proceso.

–Las obras de « Reconstrucciones, parte 3 », que son dibujos, tienen que ver con mi formación como arquitecto. Aunque luego mi práctica ha sido como artista visual, la parte de dibujar los planos es algo que me sigue interesando mucho. Como estudiante lo que me gustaba era cómo se construía la ficción estudiando arquitectura, dibujar planos para generar esa ficción que es una casa, o un hospital. Pero siempre estás trabajando en el territorio de la ficción: haces maquetas, fotomontajes, dibujos, planos en planta… Y esto es continuar con esa construcción de la ficción y la manera de explicar esa ficción es dibujar un plano.

–Ahí veo alguna conexión con Cortázar –a quien dedica una de las «Reconstrucciones»–, esa parte topológica de la literatura en «Rayuela».

Siempre me ha interesado aquello que no entiendo, por aquella posibilidad de que sea mucho más interesante de lo que realmente es

–En realidad, esta exposición tiene dos referencias: el título de «(Learning from Karaoke)» viene por el libro de Robert Venturi, « Learning from Las Vegas ». Es una apropiación irónica del libro, que analiza el «ready made» que es Las Vegas, la fascinación por una preexistencia urbana y como algo que no tenía un valor él lo analiza para sacar esa mina que es Las Vegas. Yo trabajo con lo doméstico, lo sin valor, lo más inmediato que me rodea. Lo analizo desde el mismo punto de vista que Venturi, pero a una escala mucho más reducida.

Y en cuanto a literatura, la exposición que hice en México –que abrí con este proyecto– se titulaba «Las cosas» y la referencia era Perec y su construcción del lenguaje obsesivo, acumulativo. Como en « La vida, instrucciones de uso » nombra todos los posibles oficios que existen, o tipos de materiales, o… Esa acumulación de información en esos listados me parecía fascinante, porque eran casi visuales.

–¿El «ready made» sigue siendo el futuro del arte?

–No es una cuestión de futuro. Y más que ready made –que es una palabra a la que se le ha dado un uso quizá peligroso– yo creo que es la precariedad y la inmediatez, que es el entorno en el que he trabajado desde que comencé. Cómo generar un lenguaje y cómo trabajar con lo más inmediato. Y desde que me fui a vivir a México esa precariedad y esa autoconstrucción son el lenguaje más importante, porque es lo que sucede en México D. F.

–¿Es más interesante trabajar en México que en Madrid?

–Me fui a vivir a México porque aquí me estaba acomodando, ya no tenía esa actitud como observador de lo que ocurría. Y lo que me ofreció México fue una carta en blanco, un mapa nuevo por entender. Lo que hablábamos antes del entendimiento, de cómo tienes que estar constantemente dibujando y redibujando una ciudad y, en este caso, una cultura. Y para mí aún no está agotada esa fuente. Y luego están los otros beneficios de vivir en un lugar en donde hay un tejido cultural interesante, es una ciudad caliente de paisajes en transición, todo es precario. Y esa precariedad se acaba visibilizando en un lenguaje de cómo es la ciudad, de todas esas fenomenologías urbanas, todos esos elementos que se están manipulando constantemente, desde el puesto de tacos hasta cómo se conservan las plazas de aparcamiento con colchones o con tubos de cartón, cómo los propios cierres de las tiendas se hacen con lo más inmediato y se están renovando constantemente porque la gente no tiene esa idea de asentamiento estable, es mucho más nómada. Nómada también como entendimiento, como manera de enfrentarte al día a día.

–¿Cómo le interesa que se enfrente el espectador a sus piezas? ¿Prefiere contarle algo o dejarle los materiales para que construya?

México me ofreció una carta en blanco, un mapa nuevo por entender. Estar constantemente redibujando una ciudad y una cultura

–Siempre me ha interesado cómo se entendía la museografía a finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, cuando los museos eran esas cápsulas de tiempo, eran lugares llenos de preguntas, más que de respuestas. Luego la museografía empezó a cambiar y se generaron espacios de entretenimiento, en los que ya te decían qué eran aquellas cosas. Creo que los dibujos que hago de atlas tienen mucho que ver con esos museos en que se presentan piezas que están solamente numeradas y sin decodificar. En esos museos –sobre todo a los de antropología y los de historia– el espectador tendrá una lectura u otra dependiendo de su contexto, de su formación, de la información que tenga sobre lo que ahí se está conteniendo. Siempre me ha interesado más aquello que no entiendo, por esa posibilidad de que sea algo mucho más interesante que lo que realmente es. Por eso creo que yo presento las piezas, de manera inconsciente, volcando esta idea de los museos como lugares más de preguntas que de respuestas.

–Lo que también enlaza con su fascinación por las cartelas.

–Lo de las cartelas empezó por un hecho que ocurre mucho en la experiencia de un museo: cómo un objeto –o una obra, o una fotografía– puede ser algo para una persona y al leer la cartela, al tener una descripción de lo que está ocurriendo en esa imagen, cuando se vuelve a la imagen esta cambia, toma un peso, un vector tiempo. Se expande y crece sólo por ese recorrido imagen-cartela-imagen. Esa trayectoria de ida y vuelta en la que A se convierte en B es algo que me parece fascinante. Por eso empecé el trabajo de «Reconstrucciones» construyendo imágenes que necesitaban de un documento por el que al regresar a la imagen esta tomara un peso muy distinto al inicial.

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