ARTE
El placer y la gloria de Guillermo Pérez Villalta
Por su edad, y su resurgir, al pintor de Tarifa le llamaríamos hoy ‘un resiliente’. Lo constatan sus expos en Patio Herreriano y Madrid
Miguel Cereceda
Tiene razón Óscar Alonso Molina cuando afirma que, desde muy joven, Guillermo Pérez Villalta estableció una hoja de ruta que lo ubicaba a él mismo en el centro de la escena del arte español contemporáneo , y que, de un modo ... perseverante y ambicioso, ha querido mantenerse en esa posición.
Cuando tan solo tenía veintisiete años, pintó ese cuadro manifiesto que se titula ‘Grupo de personas en un atrio o Alegoría del arte y la vida o del presente y el futuro’ (MNCARS, 1975-76), en el que el pintor de Tarifa se autorrepresenta rodeado de los principales artistas de su generación, como Luis Gordillo , Carlos Alcolea, Carlos Franco, Javier Utray o Manolo Quejido , y en compañía también de los críticos más granados ( Juan Manuel Bonet, Fernando Huici y Juan Antonio Aguirre ).
Posición preferente
Desde entonces, Pérez Villalta (1948), a base de obstinación, esfuerzo y trabajo, ha sabido defender esa posición preferente en la escena del arte español contemporáneo. Es cierto que todo joven artista es ambicioso y narcisista , y que solo a duras penas algunos -no únicamente los creadores- consiguen alcanzar sus objetivos. Pero en el caso de Pérez Villalta, es interesante el modo en que, desvinculándose de tendencias programáticas, de dogmas y de excomuniones partidistas, ha conseguido realizar sus sueños.
Aunque es evidente que tuvo una etapa ‘gordillista’, muy pronto se desentendió de esa línea de trabajo. Y aunque también se le ha identificado como ‘pintor de la Movida’ , él opina que ello se debe a que su pintura era diferente y divertida, y no al hecho de que se identificase con determinados grupos o movimientos madrileños.
Desde muy joven también estableció Pérez Villalta una línea de trabajo de la que nunca quiso separarse. Aunque parezca paradójico, ello pasaba por reivindicar la belleza y el placer de pintar , pues ambas reivindicaciones chocaban con múltiples prejuicios en su contra. La belleza había sido despreciada y denostada por la tradición de las vanguardias. Todavía en 1978 publicaba Antoni Tàpies un libro que se titulaba ‘El arte contra la estética’ en el que se reclamaba abiertamente la ‘fealdad’ del arte moderno y su independencia con respecto a determinado esteticismo.
Pérez Villalta, sin embargo, asumió expresamente un compromiso con la belleza, que él mismo consideraba directamente epicúreo, al identificarla básicamente con el placer . «Escupo sobre la belleza -afirmaba Epicuro- y sobre los que la admiran en vano cuando no causa placer».
Pero la belleza, no obstante, como afirmaba Baudelaire, tiene dos partes: una eterna e imperecedera, junto a otra fugaz y pasajera, condicionada por la moda. Y por eso, cuando el pintor de Tarifa empezó a reivindicar la representación de la belleza no pudo evitar encontrarse también con el reproche de lo ‘kitsch’ . Pues, ¿hasta qué punto la belleza que él reclamaba no era en sí algo obsoleto y ‘demodé’? Lo mismo sucedía con el placer de pintar. En una época todavía muy condicionada por el antifranquismo y la Transición política , proclamar el hedonismo y la creación placentera era considerado como inmoral. Pérez Villalta, sin embargo, trató de afirmar su independencia ideológica y política, y se consagró simplemente a imitar o a estudiar a los artistas que le gustaban, con independencia de que hubiesen sido sancionados o no por la tradición de las vanguardias.
«Así que aquellas obras hechas con entusiasmo pensando que eran bellas, para muchos, al principio de la década de los 70, eran simplemente de mal gusto y poco modernas», escribe el propio artista en el catálogo de su nueva exposición en la galería Fernández-Braso.
Y al final parece ser que su apuesta terminó triunfando. En 1985 fue galardonado con el Premio Nacional de Artes Plásticas y, en 1994, con el Andalucía de Artes Plásticas. En 2013 hizo una importante donación de su legado (unas mil piezas) al Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla . Pero, lejos de dormirse en los laureles, ha seguido pintando y organizando -en parte con los fondos de su propio legado, y en parte con obra completamente nueva- soberbias y magníficas exposiciones, como la que, junto con Óscar Alonso Molina de comisario, presentó este mismo año en Alcalá 31 en Madrid, o la que ahora mismo se ofrece en el Patio Herreriano de Valladolid , con pinturas y esculturas completamente diferentes.
Y tal vez la mejor prueba de este reconocimiento, de este triunfo y de esta espléndida madurez, sea el hecho de que el artista esté presentando a la vez otras dos interesantes exposiciones: una de ellas, con obra gráfica, en Fuendetodos, como homenaje a Goya ; y la otra con cuadros de estos últimos dos años: la mencionada de la galería Fernández-Braso de Madrid.
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