Pelayo, el último patriota

El protagonista absoluto de 'G.E.O. Más allá del límite' domina todas las suertes, televisivas y militares. Este sargento de hierro, que recuerda a Louis Gossett Jr. en 'Oficial y caballero', pero sin Debra Winger esperando, es un tipo implacable en el campo de entrenamiento, tiene un pico de oro y, como los padres, se desvive por preparar a los críos para el terrorífico mundo real. A los oficiales se les escapa incluso eso tan maternal de que les duele a ellos más que a los expulsados.

Sorprende el nivel de acceso a una formación tan exclusiva, a cara descubierta, que nos desvelen las pruebas exigidas para ingresar en uno de los cuerpos policiales de élite más prestigiosos del planeta. El programa solo suspende en matemáticas, cuando se piden y prometen esfuerzos del 200, 300, 500 por cien, en una subasta al alza sin más sentido que el fortalecimiento moral. Es una minucia científica –como la de «Aquí os vamos a cambiar el ADN a todos» – al lado de los beneficios psicológicos que aporta. «Claro que no eres inmortal, pero a las operaciones que vas te lo tienes que creer un poco», justifica Pelayo.

Hughes ha señalado el carácter propagandístico de la serie, que utiliza (o inventa) todos los componentes conocidos del 'reality'. Como en 'El juego del calamar' , los 'concursantes' pierden su identidad y se convierten en un número. El espectador ve alianzas, voluntades que se quiebran y a unos jueces que dejan en mantillas al peor Risto Mejide o al trío de 'MasterChef' . 'Supervivientes' es un juego de niños. En 'GEO', el sarcasmo alcanza otro nivel. «Es un privilegio estar aquí. Hay una Luna maravillosa hoy», escuchan los aspirantes, congelados y desnudos. «Cuanto peor piensen ellos, mejor lo estoy haciendo yo», explican desde el otro lado.

Pelayo ha leído, no solo a Sun Tzu y algún libro de autoayuda: «Si algo existe y no puedes hacer que desaparezca, manéjalo», afirma. Habla de «ese Leviatán que es el GEO», cita la «auctoritas» y demuestra un pico de oro que esconde un corazón de oro. Busca que aflore «la zona reptiliana del cerebro».

La serie es cruel y, con otra narración, podría utilizarse como denuncia del acoso. En muchos sentidos, los muchachos viven más cerca de Guantánamo que de Ávila, pero el fin justifica ese socavamiento permanente de su moral y el destrozo mental permanente para que solo resistan los más capaces. No está claro si es más grave el desvío de responsabilidades, «el Tajo decide» , o que les amputen para siempre la posibilidad de disfrutar el cine de Lars von Trier , con esas sesiones de cine en condiciones de privación del sueño.

Al final, por supuesto, los supervivientes adoran al líder y el programa termina de demostrar su eficacia. Es una operación brillante. Pelayo se emociona recordando a Javier , muerto en la explosión suicida de los terroristas islámicos de Leganés. Los muchachos ven su ansiada recompensa después de pasar un mes alejados de la familia. Tanto sacrificio tiene un sentido, que es protegernos a todos. No hay campaña más eficaz.