LIBROS
Pedro J. Ramírez y los resortes del poder
En 'Palabra de director', el periodista riojano repasa su trayectoria de cuarenta años como director de periódicos
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Iniciar sesiónNo hay duda de que Pedro J. Ramírez (Logroño, 1952) es un nombre esencial para explicar ese «engendro» al que se llamó España de la transición. Con todos sus aciertos y excesos, la trayectoria profesional de Pedro J. –brillante, casi siempre controvertida– está ... ligada a lo acontecido en estas últimas cuatro décadas. Son los años que el periodista riojano ha pasado como director de periódicos. Primero en 'Diario 16', al que llegó con 28 años proveniente de ABC, luego en 'El Mundo', el diario que fundó y moldeó a su imagen y semejanza, y ahora en 'El Español'.
Su manera de entender el periodismo, escribe, es 'la vida para la verdad'. No podría ser de otro modo, pues, como dice a Arcadi Espada , la verdad es la materia prima de los periódicos. Y así ha titulado sus memorias: ' Palabra de director. Las memorias de un periodista que nunca ha temido la verdad ' (Planeta, 2021). Aunque su lema bien podría ser 'la vida por el poder' o, más bien, 'la vida por la influencia'. «Yo aparecía una y otra vez en las listas de los diez hombres más influyentes de España –escribe en las últimas líneas del libro, que concluye antes de su destitución como director de 'El Mundo'–. No me interesaba el poder, pero sí la influencia».
Porque hubo un tiempo en que los políticos temblaban cuando sus nombres aparecían, sin esperarlo, en las primeras páginas de los diarios. Antes de que los sálvames políticos inundaran las parrillas de las televisiones, mucho antes de que el marketing tuitero se colara entre las prioridades de los asesores de imagen, fueron los periódicos quienes, con tiradas de cientos de miles de ejemplares, se erigieron como un indiscutible cuarto poder. En ese tridente que conforma junto con Juan Luis Cebrián y Luis María Anson como validos de la información, Pedro J. es el que más lejos ha llevado su convicción transgresora.
En sus memorias presume de ser el heredero español de Ben Bradlee , el mítico director del 'Washington Post'. Cuenta, claro, cómo levantó el caso de los GAL, con la técnica de la «gota malaya», frente al imponente poder de Felipe González y sus brazos mediáticos (léase el grupo Prisa). Pero no todo son los GAL. También está el golpe del 23-F, su «acontecimiento más dramático y traumático» como director, o el juicio posterior, en el que forzó un pronunciamiento del Tribunal Constitucional en favor de la libertad de información. Y más casos de corrupción: Ferraz, Filesa… Y la llegada al poder de Aznar , la irrupción de Zapatero …
A todos estos acontecimientos Pedro J. asistió como testigo privilegiado. Enemigo público de Felipe González, que lo llegó a insultar públicamente y movió todos los hilos que pudo –vídeo sexual incluido– para cobrarse su cabeza, fue compañero de confidencias de Aznar. Entre partidas de pádel y veladas compartidas, discutían sobre la conveniencia de la 'pinza' con Julio Anguita para descabalgar a González o el error de embarcarse en la guerra de Irak. Con Zapatero mantuvo igualmente una relación fluida y reproduce muchas conversaciones entre ambos. Otros detalles jugosos: la pistola que Anguita llevaba encima tras renunciar a la escolta –«si alguien me busca, estaré esperándole»– o algunos encuentros con el Rey Don Juan Carlos «en su más pura esencia».
Estas memorias son un fiel reflejo de la personalidad de Pedro J. Brillante y controvertido, sí, y excesivo. Sobre todo excesivo. No admite errores en toda su trayectoria, y sí parece que en su cobertura del 11-M, con esa teoría de la conspiración que en el libro plantea como dudas razonables, desoyó un consejo que le dio Bradlee: «Me advirtió de que la misión del director era ser prudente y no tratar de rentabilizar una historia cogida por los pelos, dañando la credibilidad del periódico». Si su relación con Aznar se acercó, en ocasiones, más a la connivencia que al contrapoder, también habría merecido alguna reflexión.
En 'Palabra de director' hay muchas referencias a Bradlee y ninguna a Katharine Graham , la editora del 'Post' del Watergate, cuyas memorias superan en calidad e interés a las de su director. ¿La razón? Que Graham, en ellas, admite sus debilidades. Hasta los mayores triunfadores, por muchos motivos que tenga Pedro J. para presumir, se despeñan de vez en cuando.
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