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«Mi patria era una semilla de manzana», instrucciones de Herta Müller para saltar un charco
La Premio Nobel Herta Müller resume en su vida y en su obra las atrocidades de la Historia de Europa
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Iniciar sesiónHerta Müller (Nitzkydorf, 1953) solía reflexionar acerca de un proverbio rumano que dice: «Al borde del charco, cada gato salta a su manera». La escritora, que recibió el Premio Nobel de Literatura en 2009, volvía una y otra vez a ese conocido refrán para ... preguntarse si podría haberse formulado de otra forma, por ejemplo: «por encima del charco, cada gato salta a su manera». Probablemente el significado no hubiera cambiado y, sin embargo, cada una de esas palabras están escogidas por una razón. Sugieren, por ejemplo, que el charco aparece de repente en el camino del gato, y éste lo salta como puede, instintivamente. Pero nadie sabe si el animal lo llegó a cruzar o no, de hecho, cabe la opción de que se diera media vuelta y huyera hacia atrás. Nunca lo sabremos y, en realidad, la belleza de este refrán consiste en lo que no se dice y queda velado . En todas las vidas hay un charco que cruzar -o uno detrás de otro-, y en Mi patria era una semilla de manzana, Müller traza un mapa de todas aquellas ocasiones en las que la vida la empujó a ella misma al borde de las más difíciles circunstancias.
Estas memorias, estructuradas a la manera de una lúcida conversación con la filósofa y traductora Angela Klammer , son una delicada y profunda reflexión en torno a conceptos como la patria o el lenguaje, también alrededor de esa vida rodeada de soledad y fealdad que imponen los regímenes totalitarios . Aquí Herta Müller repasa su trayectoria vital, desde su infancia y juventud en un pueblecito aislado de la Rumanía de Ceaucescu , pasando por la persecución a la que fue sometida por parte de los servicios secretos, hasta llegar a sus complejos inicios en el mundo de la literatura y su posterior exilio en Alemania, país en el que se estableció en 1987.
Estas memorias son una delicada y lúcida reflexión sobre la patria y el lenguaje
El miedo, el secreto y la tristeza marcaron sus primeros años. Como es imposible escapar a la pena, como bien apunta Müller, hay que buscarle un lugar y ella logró dárselo gracias a la literatura. Pero en su casa, sus padres no supieron hacerlo y los recuerda trabajando o en silencio, alrededor de la mesa, los dos rumiando las atrocidades. Su padre fue miembro de las SS en la guerra y a su madre, una vez la contienda terminó, la deportaron al gulag soviético, y aquella fue la única ocasión en que salió del pueblo. La niña que era Herta no tuvo más remedio que acostumbrarse al silencio, al dolor y a los golpes que le propinaba su madre, pero, sobre todo, a vivir en un mundo en el que la ternura no tenía cabida y los sentimientos solo existían de una forma invisible.
Espiar a los amigos
Con gran acierto, Müller describe la marginación de alguien que no comulga con la ideología imperante, la comunista , como fue su caso. Ya en su primera juventud se negó a cooperar con las demandas del partido, que le llegó incluso a pedir que espiara a sus amigos. Al sentirse excluida, Müller se refugió en la escritura . De manera que su obra, caracterizada por una prosa llena de detalles que desencadenan poderosas metáforas, es una respuesta a todo ese largo sufrimiento.
La palabra escrita fue para ella un instrumento restaurador, un amarre a la realidad que pudo devolverle la belleza de la que la cotidianidad le había privado: «me daba cuenta de que lo poético es real y de que el brillo centelleante de lo poético revela mejor que nada la mierda que es la vida» . Y quizás, volviendo a la metáfora con la que empezamos estas líneas, fue justamente la palabra la que la ayudó, al fin, a poder cruzar el charco.
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