LIBROS
Un paseo por la Cracovia de Adam Zagajewski
El escritor polaco sintió pasión por su ciudad adoptiva, donde falleció el pasado 21 de marzo. Ciudad de caminantes melancólicos que recorremos en este texto

La geografía de Adam Zagajewski es una sucesión de exilios . Al poco de nacer, su ciudad natal, la entonces polaca Lwów (hoy la ucraniana Lviv ), capital de Galitzia , fue anexionada por la Unión Soviética. Ciudad todavía ... hoy deslumbrante, y que en literatura es objeto de un memorial maravilloso, ‘Mi Lwów’, de Józef Wittlin , aquí editado por Pre-Textos. Sólo a mediados de los sesenta descubriría el poeta su ciudad natal. Tras la contienda, como tantas otras, su familia había sido trasplantada a la fuerza a Gliwice , en la región de Silesia , hasta entonces alemana, al igual que su capital, Wroclaw (en alemán, Breslau ).
Si el paso de Galitzia a Silesia es objeto del libro ‘Dos ciudades’ , en el que coexisten la de acogida (de sus años de primaria en ella, destaca la visita de Zbigniew Herbert , primer poeta al que escuchó, y con el tiempo, colega y admirado amigo), y la memoria de la urbe natal perdida, el libro clave para entender el re-enraizamiento del futuro poeta es ‘En la belleza ajena’ . La ciudad objeto casi único de ese libro, publicado aquí, como el anterior, por Pre-Textos, es la que llegaría a convertirse en la suya adoptiva, Cracovia, a la que llegó en octubre de 1963, a estudiar Sicología. Al fin, una verdadera ciudad, aunque no en su mejor momento.

Interiores de preguerra
Comienza el relato en una pensión de la calle Dluga , extra muros de la muralla, en un barrio denso, dice, en moradas de intelectuales. Enseguida brilla el talento del poeta para evocar interiores de preguerra, abarrotados, llenos de cachivaches y papeles, habitados por figuras de otro tiempo, como la señora Ch., que hace como si el comunismo no existiera, como si siguiera la vida de antes. Por el mismo lado van algunas siluetas de profesores congelados en el ‘antes’, por ejemplo Roman Ingarden , musicólogo y «poeta de los objetos», o el sicólogo Simon Szuman , amigo de Witkiewicz y de Bruno Schulz . Szuman, que por cierto experimentó con la mescalina, como Michaux . Recuerdo a Zagajewski, en 2017, ante las obras del belga, que expuse en su ciudad, en el Museo Manggha , gracias a los desvelos de nuestra común amiga Anna Król .
Antes de conocerlo en París, y de volver a verlo en Madrid y Oviedo, a Zagajewski, un mediodía de agosto, Monika y yo, sentados en la terraza de una librería-café de la silenciosa calle Kanoniczka (de los Canónigos), lo habíamos visto caminar, y entrar en un restaurante italiano de la misma. No quisimos irrumpir bruscamente en su vida sin ser presentados. La calle de los Canónigos, donde está el Cervantes (justo enfrente de la librería en cuestión), está en el corazón de la Cracovia de las iglesias, esas iglesias medievales, renacentistas o barrocas, que por emplear una imagen del poeta parecen navegar bien apretadas unas con otras, esas iglesias tan maravillosamente pintadas por nuestro Miguel Galano , esas iglesias (y conventos) que se entreveran con jardines y huertos secretos, esas iglesias donde a veces nos encontramos con sorpresas más modernas, como, en la de los Franciscanos, la vidriera de Dios padre diseñada por Wyspianski , uno de los alegres bohemios del café Zielony Balonik , fundado en 1905 y que es como el Quatre Gats de Cracovia.

Quedan fragmentos de la antigua muralla, entre los que destaca la Barbacana , pero sobre las ruinas de aquella la ciudad diseñó el anillo verde de los Planty , a cuyo «alto y verde techo» y a cuyas hojas muertas ha dedicado Zagajewski palabras bellísimas, como aquellas en que los ve como una esclusa entre el agua turbia de los arrabales (hacia los que conduce la calle Dluga ) y el agua clara del centro, «compendio acabado del Cosmos» . Se habla a veces de los Planty como de un parque, pero están tan entremezclados con la vida urbana, que la palabra parque no da idea de lo que son sus frondas, sus bancos, sus farolas… Espacio perfecto para dejar pasar las horas viendo pasar los tranvías azules, arquitectura móvil cuya música es parte de Cracovia, y está muy presente en la obra del poeta.

Barrio Latino
Muy Zagajewski (ver su poema ‘Alma Mater’) es lo que llama el Barrio Latino , la zona de la Universidad, tanto su renacentista Collegium Magius , como los edificios ochocentistas de ladrillo que se asoman a los Planty. Aparte de asistir a clase, el entonces aprendiz de poeta pasó horas en las bibliotecas, en las librerías, en los museos (en el Czartoryski , la ‘Dama del Armiño’, de Leonardo ), en las redacciones (un recuerdo al valiente Jerzy Turowski y su ‘Tygodnik Powszechny’), en cafés como Provincja (como el segundo hogar de Wislawa Szymborska , amiga suya, como lo fue Milosz: Cracovia, ciudad de dos Nobel), en los cabarets, en los antros del jazz, en el Stary y otros teatros ( Kantor , siempre de negro), en las salas de concierto (otro recuerdo a Penderecki )…
Una parte de los Planty la domina la masa sombría de Wawel , Acrópolis de la ciudad, con su Catedral, su Campana de Segismundo (las de Cracovia las llama «montgolfieres de bronce»), y su Castillo real , desde donde Hans Frank , el gobernador nazi, había reinado mediante el terror y la deportación a Auschwitz, vecino destino de tantos moradores de Kazimierz, la judería , en la posguerra barrio-cementerio, barrio huérfano, «donde sólo las ortigas eran felices».
Como todos, Zagajewski termina siempre en el Rynek , la plaza mayor, con su mercado ya con algo de zoco, y su torre del Heraldo . La plaza inevitablemente nos conduce al arranque de ‘La doble vida de Verónica’, gran película de Kieslowski , a la memoria del cual (y de Joseph Brodsky ) está dedicado el poema ‘Una mañana en Vicenza’.

Ciudad simbolista
La Cracovia de Zagajewski es también una ciudad simbolista, una ciudad de cúpulas como, al fondo de Slawkowska , la de Dom Pod Globusem , la Casa del Globo. Una ciudad de caminantes melancólicos, crepusculares, «crespuscolari!», insistirá, en italiano, aludiendo a los poetas prosaístas de aquel idioma.
Presencia constante en Cracovia es la Iglesia, y hay que recordar en ese sentido que antes de convertirse en Juan Pablo II , Karol Wojtila, nacido, como su tocayo y amigo Karol Poliwka , en la cercana Wadowice, fue arzobispo de Cracovia. Como todo polaco demócrata, sabe Zagajewski lo que Polonia y el mundo deben al antaño morador del palacio arzobispal.
Nunca he estado en Nowa Huta , barrio nuevo adosado a la siderurgia que cantó Julian Prybos , el exvanguardista devenido en cantor del régimen comunista. Zagajewski habla poco de ese entorno, pero hace referencia al hecho de que sus emanaciones fueron enormemente perjudiciales para las piedras de la vieja Cracovia. No encontramos en sus libros huella alguna de Zwrotnica ni de su director, Tadeusz Peiper , habitante en su día del Madrid ultraísta. Sin embargo, tiene un texto de 1972 dedicado a la figura de aquél, e incluyó algo suyo en su antología en inglés de textos polacos sobre poesía.
Tras siete de exilio errante, iniciado en París, ciudad poblada por tantas sombras polacas, 1989 fue el año de la vuelta de Zagajewski a Cracovia. En su reino recuperado, sintió a la vez «su grandeza y su pequeñez, su lado provinciano y su esplendor , su miseria y su riqueza, su banalidad y su originalidad».
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