PINTURA
Paret, ese gran desconocido
El Museo del Prado redime el desconocimiento en torno a este gran pintor, eclipsado por Goya... Y sus propios excesos
José María Herrera
El genio de Goya eclipsó de tal forma a sus contemporáneos que poca gente sabe quién fue Luis Paret y Alcázar (1746-1799). Sin embargo, raro será el lector que no recuerde su ‘Carlos III comiendo ante la Corte’. Esta ... pintura suele figurar como ilustración en los manuales de Historia del bachillerato y es, junto al retrato del monarca de Mengs , el símbolo visual de aquel reinado para generaciones de estudiantes.
La primera sorpresa
Realizada en torno a 1775, la escena transcurre en un lujoso salón de palacio decorado con magníficos tapices de asunto mitológico. Si bien la impresión al contemplar la obra en la página de un libro escolar es que debe tratarse de una pieza de tamaño considerable -el artista logra plasmar con mucho detalle desde la vestimenta de los personajes a las anécdotas narradas en los tapices- se trata de un cuadro sorprendentemente pequeño, casi una miniatura, habida cuenta lo que figura en él. Probablemente esta sea la primera sorpresa que depara la exposición del Museo del Prado , la primera y no, por cierto, la única.
Las piezas exhibidas – casi toda la producción acreditada del pintor madrileño– , sirven para conocer su trayectoria artística, desde sus primeros dibujos a las pinturas de gabinete o las obras dedicadas a las ceremonias de corte. Heredero lejano de Antoine Watteau y discípulo de Charles de la Traverse , Paret se movió entre el espíritu Rococó y el Neoclasicismo. Amante de las escenas de género y las fiestas galantes, gozó de gran predicamento gracias a la calidad de su pincelada, caracterizada po r toques rápidos y uso de colores ligeros y transparentes, así como por el tono alegre de sus cuadros y su apego a los valores de una aristocracia que todavía no había tomado conciencia de su frágil posición en el mundo moderno.
Esta manera de concebir las cosas, tan distinta de la de Goya, quizá tenga algo que ver con su relación con el infante don Luis, hermano del Rey, a quien, además de como pintor, servía de alcahuete en sus sonadas correrías amorosas. Carlos III tomó cartas en el asunto y los desterró a ambos, a don Luis fuera de Madrid, a Paret a Puerto Rico.
Un tipo culto y curioso
Don Luis era un tipo culto y curioso, amante de muchas cosas, no sólo de las mujeres. Su gabinete de historia natural gozó de justa fama . Una de las joyas de la colección era la serie de aves disecadas que Paret dibujó con la intención de componer un bellísimo álbum ornitológico. Al infante le gustaban también los animales vivos, especialmente los exóticos. Prueba de ello es la cebra pintada del natural por Paret en 1774.
Todo ello puede verse en la exposición del Prado, pero hay mucho más: pinturas sacras, flores, retratos y autorretratos, escenas costumbristas, las vistas de los puertos vascos que le encargó el rey a la vuelta del destierro, escenas de fiesta o de corte... También está presente la obra que pintó en 1791 titulada ‘Jura de don Fernando como Príncipe de Asturias’ (futuro Fernando VII), su última gran obra, pues los ocho últimos años de su vida los dedicó al dibujo , las ilustraciones de libros y las estampas.
Pese su técnica excelente, Paret no alcanzó a tener un estilo propio e inconfundible. Quizá la dos obras en las que apunta ese estilo que nunca llegó a ser son su ‘Autorretrato como jíbaro’ (1776) y ‘Joven dormida en una hamaca’ (1781), quizá la más personal, atrevida e inesperada de sus composiciones. El espectador hallará en ella no sólo la finura del gran artista, sino la sutileza de alguien que supo realmente qué es el placer.
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