Los papeles ocultos de Pepe Espaliú

El creador cordobés (1955-1993) que sobrevive atado a la que fue su acción bandera: ‘Carrying’ . Aquel acto o ‘perfomance’ que arranca el 26 de septiembre de 1992, coincidiendo con el Festival de Cine de San Sebastián , y con el que daba por finalizado el taller que durante tres meses había llevado a cabo en el espacio de Arteleku . Un gesto tan sencillo como que su cuerpo, quebrado por el sida, fuera transportado por parejas de ciudadanos, amigos, organizadas en una larga cola por las calles de la ciudad, y tan simbólico como que eran brazos entrelazados los que le sujetaban y llevaban en volandas, sin que sus pies desnudos tocasen el frío asfalto.

El 1 de diciembre, la acción se repetía en Madrid. Fue el ‘carrying’ de los famosos -cuando todo el mundo quería salir en la foto, y así fue- el que ocupó las portadas de los grandes periódicos. Espaliú fallecía un poco más tarde, en 1993, en su ciudad natal.

Sí, él era un enfermo de sida en los tiempos en que todo el mundo apartaba la vista, miraba para otro lado, estigmatizaba a los homosexuales y les hacía culpables de su propia enfermedad, de su vida, de sus actos y, por tanto, de sus apocalípticas consecuencias. Aún hoy, cuando todos sabemos qué es una pandemia porque la ha padecido la humanidad entera (y no sólo unos cuantos) y parece que hemos pisado el cielo de la igualdad, de la tolerancia, este ‘carrying’ tiene tanto significado y simbología (una auténtica carga de profundidad) como entonces y, por ello, su legado ocupa un espacio estelar en la nueva y reciente reorganización de la colección del Museo Reina Sofía , a cargo de su director, Manuel Borja-Villel.

No obstante, como apuntaba en el arranque de este texto, Pepe Espaliú es mucho, muchísimo más. Vayamos a ello, a conocerlo desde las profundidades de sus papeles más ocultos y hasta secretos; de sus esbozos en apariencia más sencillos e inocuos a sus piezas más conocidas y emblemáticas, en las que se dibujan y manifiestan sin tapujos todas sus obsesiones mentales y corporales; sus muchas influencias –del escritor Jean Genet a Louise Bourgeois– , sus mitos y sombras.

Más allá de su familia, si alguien puede hablar de Pepe Espaliú desde sus orígenes es Pepe Cobo , el galerista que en los años ochenta montó La Máquina Española en Sevilla, y en cuyas salas reunió a un grupo de jóvenes artistas que revolucionaron el panorama nacional e internacional, entre los que sobresalió, sin duda, Pepe Espaliú. (Inciso: tengo que citar a Pepe Cobo y a la familia y herederos del artista cordobés, porque mucho tienen que ver con lo que se presenta en esta magnífica exposición de la sala 1MiraMadrid titulada ‘Dimensión orgánica y pulsional’).

En el CAAC ahora mismo también se puede visitar una muestra en la que se exhibe la donación del citado galerista , Pepe Cobo, y que repasa aquellos años de esplendor imaginativo, cuando unos chicos alocados y muy bien formados en el fondo y en las formas se adueñaron con descaro y sin prejuicios del presente y del futuro del arte español. La sala que ocupa el legado de Espaliú engarza con buena parte de lo que se expone en la galería 1MiraMadrid , porque allí vemos fotos de un muchacho sonriente rodeado de los colegas cómplices de aquel entonces, de Juan Muñoz a Guillermo Paneque y Cristina Iglesias ; retratos suyos en los que juguetea con sus ya famosas esculturas de piel de la serie ‘Santos’, se esconde detrás de ellas; poemas manuscritos, textos que se intercambiaban entre unos y otros... para hablar del arte y de la vida que sucede allende nuestras aún tristes fronteras.

Bien relata Pepe Cobo que cuando Espaliú se incorpora al grupo trae consigo toda la sabiduría transformadora (y profesional) aprendida en Londres y Ámsterdam, ciudades en las que pasará temporadas antes de recalar en Sevilla. Por utilizar sus propias palabras: «Espaliú fue un gran personaje que me ha enseñado mucho. Era una persona amorosa. Muy sensible y cariñoso. Un señor. Una elegancia natural».

La sensibilidad no está reñida con el drama. Es más, del drama puede nacer una sensibilidad cercana a los sublime. Pepe Espaliú, desde sus primeros trabajos a ese ‘carrying’ que abre las heridas de la calle y sus historias oscuras y callejeras, es un ser sublime. Se queda huérfano de madre a los catorce años y siempre ll eva a cuestas una herida que intenta coser y cicatrizar desde sus primeros dibujos, pero que se convierte en su eterna seña de identidad.

Las numerosas piezas que se exponen en ‘Pepe Espaliú. Dimensión orgánica y pulsional’ ilustran cada uno de sus pasos vitales y creativos. Todas y cada una de las heridas por las que supura su personal obra. Hay esculturas de contundencia insoslayable, en cuyas líneas se le reconoce centímetro a centímetro, al igual que a sus referentes. Como esa suerte de cama de bronce apoyada en el suelo en cuya superficie se aprecia el peso , la marca de un cuerpo herido. Piezas más sutiles y pequeñas, como esas máscaras que parecen fabricadas por abejas o arañas, pero que son la metáfora más pura de la fragilidad; de un sibilino ocultamiento del alma, del cuerpo.

Pero, por favor, no se pierdan cada uno de los detalles que se muestran en la extensa colección de dibujos en bolígrafo azul que ocupan la pared central de la galería. Hojas de cuadernos donde se pueden distinguir detalles de un mundo complejo (cuerpos enfermos, calaveras como vánitas, jeringuillas, piernas, botellas, escobas, guantes, rostros... Otros en los que tan solo se ven experimentales trazos de color ). Papeles muy ocultos y secretos que ven la luz para indagar en lo más íntimo de Pepe Espaliú.