ENTREVISTA
Pablo d’Ors: «Toda crisis es una posibilidad»
El sacerdote y escritor madrileño regresa a las ‘andadas’ espirituales con su último trabajo, ‘Biografía de la luz’ (Galaxia Gutenberg), que llega en tiempos de especial oscuridad
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Iniciar sesiónDespués de una larga trayectoria como novelista, Pablo d’Ors (Madrid, 1963) dio la campanada en 2012 cuando publicó ‘Biografía del silencio’ . Se convirtió en autor súperventas con un ensayo de apenas cien páginas que hablaba sobre la meditación. Y esa senda ... ha seguido en los últimos años: en busca de una paz interior que quiere comunicar, compartir. Nieto del ensayista y crítico de arte Eugenio d’Ors , hijo de Juan Pablo d’Ors Pérez-Peix , médico humanista, y de María Luisa Führer , Pablo d’Ors toma la palabra y clama en este desierto por el que transitamos. Para quien quiera oírle.
Primero vino ‘Biografía de del silencio’ y ahora esta ‘Biografía de la luz’. ¿Cuál ha sido el proceso personal?
‘Biografía de la luz’ nace como una continuación natural de la ‘Biografía del silencio’. Silencio y luz van profundamente hermanados. La práctica del silencio conduce a la luz, a la iluminación. Pero no conduce directamente, hay que atravesar muchas oscuridades. En esa oscuridad, en ese vacío, el mapa de conciencia lo encontré en los Evangelios. De tal manera que ‘Biografía de luz’ es una lectura bastante inédita de los Evangelios, porque es una lectura en clave de consciencia: personal, porque habla de mi, y mística, porque habla del mapa del territorio interior.
Se refiere a una oscuridad personal, pero ¿en este aquí y ahora también se puede interpretar como global?
Parto de una concepción del ser humano que es un núcleo de luz que está rodeado de un territorio sombrío. Por decirlo en términos de Freud, tenemos unos mecanismos de defensa, un territorio inconsciente y un yo profundo... Y todo esto no se fragua con nuestro periplo personal, sino que también lo social lo configura. Para llegar a lo que somos tenemos que atravesar cosas que no nos gustan, y eso es lo que apunto con la palabra sombra u oscuridad.
¿Puede incidir un poco más en la lectura personal que extrae de los Evangelios?
Un texto es sagrado en la medida en que para cada generación y para cada persona admite lecturas nuevas. Más profundas, oportunas o pertinentes. Un texto sagrado te interpela. Más allá de las lecturas histórica, mítica o literal o histórico-crítica o más allá de la lectura confesional o teólogica, hay una lectura existencial. Luego este es un texto que va más allá de lo confesional. Quiere poner las bases, y en ese sentido es muy ambicioso, para una nueva espiritualidad en la que Cristo es faro de la Humanidad, pero no solo y necesariamente para el creyente. Un faro de la espiritualidad universal, emergente, donde la aportación cristiana no es hegemónica.
Vivimos un tiempo tremendamente dogmático, en el que el diálogo no resulta sencillo, ni fácil... y mucho de lo que me apunta necesita de un diálogo, de un ejercicio de intentar comprender al otro.
El diálogo siempre es posible pese a las adversidades. Tengo mucha esperanza, porque en el ámbito de la cultura y la espiritualidad hay grupos y personas que pueden abrir una nueva etapa. Es verdad que hoy hay mucho ruido, dispersión, estímulos que dificultan la escucha, pero creo que sí hay personas que trabajan en esta idea. La verdad nunca puede ser dogmática, nunca puede ser una posesión. Es una búsqueda.
Si no me pierdo en su discurso, entiendo que esta búsqueda implica una disciplina, ¿no?
La palabra clave ahora mismo es incertidumbre. La virtud que hay que trabajar ahora es la esperanza. Es un talante y significa que es algo que podemos cultivar. Cultivo, culto y cultura para mí son tres cosas que van profundamente unidas. Lo que planteo es aplicar en nuestra vida el ritmo natural de la respiración. Es decir, saber recogerse, saber dar sentido a la interioridad.
«Si estamos todo el día conectados, y eso es internet, difícilmente conectaremos con nuestra identidad»
¿Y en tiempos de la hiperconexión tecnológica cómo se viaja al interior?
Hemos hecho la cultura de la extroversión, no de la introversión. Hay que crear una disciplina de entrar, desconectar del exterior, y salir. En la medida en que sabemos desconectar del exterior podremos conectar con el interior. Si estamos todo el día conectados, y eso es internet, difícilmente conectaremos con nuestra identidad. La interioridad pasa por la capacidad de desconexión...
¿Me quiere decir que es capaz de vivir al margen de todo lo que acontece a nuestro alrededor, que no es poco...?
Cuando nos desconectamos, realmente, equivale a cerrar la puerta de la habitación.
¿Sigue la política?
Accedo como todo el mundo, pero en determinados tiempos, no de manera indiscriminada. Igual que comemos a unas horas, también hay que guardar tiempos para la interioridad. El orden exterior nos ordena por dentro. Nuestro problema es que vivimos una vida muy desordenada y, por tanto, muy poco armónica. No todas las palabras son ruido. Hay palabras espirituales que nos hacen bien.
¿Abandonó su faceta de novelista en este viaje interior?
Intento escuchar lo que me pide el alma. Ahora he estado más con el ensayo, pero me sigo sintiendo un narrador.
«Nuestro problema es que vivimos una vida muy desordenada y, por tanto, muy poco armónica. No todas las palabras son ruido»
Por otro lado, se define como sacerdote y escritor, algo que no siempre se ha entendido como compatible.
En el fondo, es la historia de mi vida: cómo sincronizar un área de simpatía entre el arte y la religión, entre el culto y la cultura. Hoy, socialmente, es algo muy paradójico. La figura del sacerdote es anacrónica, no tiene un lugar social. Cuando era capellán en la universidad mucha gente sentía una incomodidad ante mi presencia y me lo hacían ver. Pienso que somos fecundos en una frontera y habitar en esos límites -como un equilibrista, así me defino- entre la sociedad y la Iglesia... es un territorio incómodo pero fecundo. A veces nos queremos meter en un cajón precisamente para evitar eso, para no sufrir, pero casi nadie encaja solamente en una categoría. Si eres solamente escritor, ese oficio te va a devorar. Tener más espejos responde a nuestra alma poliédrica, porque somos muchos. Se trata de crear armonía entre todas esas identidades que nos configuran.
Va a ser verdad que esta pandemia está sacando lo peor que llevamos dentro...
Lo peor es más visible. La oscuridad siempre hace más ruido. Damos la noticia del tren que descarrila, no de los que llegan en perfecto estado. Creo, y espero, que de esta situación de pandemia vamos a salir por un lado muy tocados (ya es evidente) y robustecidos, porque el Covid trae un doble mensaje: uno, ético y otro, místico. Nos dice que tenemos que cambiar de vida porque no podemos seguir consumiendo como locos, viajando sin ton ni son, poniéndoselo difícil a las generaciones venideras. Y, luego, nunca como hoy hemos tenido la consciencia planetaria de que estamos interconectados, relacionados unos con otros. Aunque sea una minoría, hay personas que están tomando nota para ser más auténticos, más genuinos.
¿Qué tendría que hacer la Iglesia para conectar con esta nueva sociedad?
A lo mejor tendría que hacer muchas menos cosas. La reforma de la sociedad en general pasa por lo contemplativo. Hemos hecho un mito del pensamiento y de la acción y creemos que todo hay que resolverlo haciendo cosas, y no es la única respuesta posible. Antes de cavilar, de darle vueltas a la cabeza, hemos de mirar y de escuchar, porque a lo mejor no hace falta intervenir tanto. La reforma de la sociedad pasa por una cura contemplativa. Aunque suene a ciencia ficción. Una poesía. Solo lo sencillo es espiritual y lo espiritual es necesariamente sencillo. Lo elemental es hermano de lo esencial.
Me consta que mantiene una intensa relación con sus lectores. De lo mucho que le deben contar, consultar, ¿qué le ha sorprendido?
He sido un gran lector de Hermann Hesse y decía que en los últimos años de su vida se dedicaba más a la correspondencia, contestar a sus lectores, que a sus propios libros. Hoy hay muchos buscadores espirituales, dentro y fuera de la Iglesia. Entre esos buscadores hay gente de todo tipo: intelectual, el que no tiene una formación especial, gente joven y mayor... Nadie puede hacer el camino solo porque no somos islas.
Ahora que cita a Hesse, usted es de formación alemana. ¿Se considera todavía incardinado en la cultura europea?
Me considero un escritor europeo, porque me considero de formación germánica. El camino meditativo que propongo no es de irnos a la India o a Japón, por mucho que haya transitado por estas experiencias espirituales. En la cultura occidental, en Europa, tenemos recursos suficientes para hacer la aventura interior, y creo que Europa sería bueno que volviera al desierto. Es decir, el paisaje del judeocristianismo es el desierto, donde el pueblo de Israel adquiere conciencia de su identidad, y es en este desierto que se nos puede abrir ahora donde los europeos podemos comprender quiénes somos. Toda crisis es una posibilidad.
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