ARTE
Olafur Eliasson, buscando el Norte
El destacado creador danés recurre a la imagen de la brújula para su cuarta individual en Elvira González, su regreso a Madrid tras su reciente retrospectiva en el Guggenheim
Carlos Delgado Mayordomo
Señala el artista Olafur Eliasson (Copenhague, 1967) que en sus inicios trabajó con la Cultura y la Naturaleza como si ambas realidades no compartieran ninguna cualidad. En su madurez, ha explorado dónde colindan estos conceptos para ponerlos en tensión. Sus proyectos no ... se han inclinado hacia la doctrina posmoderna que sitúa la Cultura como decisiva en todos los asuntos humanos; el autor está próximo a la tesis del crítico Terry Eagleton , quien señala que la Cultura no es como la Naturaleza, es «de nuestra naturaleza»; un pequeño grano –ha corroborado Eliasson– en la totalidad que integramos y que nos rodea.
En su anterior individual también en la galería Elvira González , en 2018, la propuesta se centraba en los reflejos del espectador y la consciencia de su participación: vernos viendo. Ahora, sin perder el interés por lo especular, el danés concede mayor peso a lo material.
¿Hacia dónde marca la brújula?
Con maderas, flechas, plásticos y metales elabora esculturas colgantes que denomina ‘brújulas’; estas aluden, indica Eliasson, tanto al instrumento que nos orienta geográficamente como a esa intuición, nacida de las facultades subjetivas de sensación, que nos ayuda a orientarnos socialmente. Para Ortega y Gasset , la brújula adecuada para movernos en el laberinto de lo cotidiano era la intuición intelectual, pues esta «nunca toma asiento» y consigue, así, huir de las ataduras de la Ciencia, la Tecnología o el mercado. El deseo de interpelar conocimientos y razones incuestionables subyace también en la poética de Eliasson. Pero, ¿hacia dónde parecen dirigirnos sus brújulas?
Una opción es hacia el ámbito de lo ético: su obra posee un subtexto ecológico que ensalza el valor sociopolítico del hecho natural, especialmente en sus intervenciones en la Naturaleza. En la acción ‘Green River’ (1998) derramó un tipo de sal, usada para el teñido de telas, sobre varios ríos. Así, coloreó unos caudales que eran tóxicos, aunque no lo parecían. Con trabajos como estos, potencialmente críticos, ha logrado sortear una posible deriva hacia el ‘ambientalismo’ , es decir, propugnar cambios desde una concepción meramente estetizante acerca de nuestros vínculos con la Naturaleza.
Otra posible orientación de estas brújulas es hacia la lógica: la relación de Eliasson con la Ciencia es constante a través de disciplinas como la Biología, la Botánica, la Óptica, la Geología o la Climatología. El artista ha recogido parte de estas investigaciones en distintos ensayos, y ha generado un interesante corpus teórico, activista y técnico. Con todo, lo ecológico y lo científico son territorios que flanquean su verdadero norte: el de la experiencia estética.
Eliasson emplea una estrategia concreta para resolver un problema que, como en otros momentos de la Historia del Arte, tiene que ver con el tiempo. Sus obras buscan superar el agrado o el ‘me gusta’ y, para ello, funcionan como «señuelos»: primero sugieren y, finalmente, exigen que demoremos la duración de nuestra mirada y, por tanto, de nuestra presencia. La proyección ‘The Missing Left Brain’ despliega un lento fluir de sombras y reflejos, producido por las alineaciones fortuitas de lentes giratorias. En las espléndidas acuarelas de la serie ‘Situated Absence Navigator’ , la apariencia de ‘casi nada para ver’ se transforma en un inmenso despliegue de tonos, gradaciones y transparencias. Este reajuste en la atención visual también está presente en la instalación ‘Lava residue’, donde madera de derribo sustenta los juegos visuales producidos por láminas de vidrio de colores.
Las brújulas de Eliasson nos sitúan ante el vértigo de la incertidumbre, un espacio propicio para repensar nuestra ubicación
En 2003, Eliasson inauguró en la Sala de las Turbinas de la Tate Modern de Londres ‘The Weather Project’ , su obra más conocida. Durante los meses de exposición, una brumosa puesta de sol permaneció en el interior del espacio. La desmaterialización de la obra de arte quedaba ligada a sus cualidades experienciales, pero también, como ha advertido la filósofa Juliane Rebentisch , a la propia construcción que la hizo posible: lo bello natural como un efecto técnico.
Este espacio fronterizo, situado entre lo científico, lo estético y lo potencialmente crítico, es puesto a prueba por la voluntariedad del espectador, quien decide si mirar intensamente y durante cuánto tiempo. Frente al carácter terso y pulido de lo digital , Eliasson entiende la imagen como un marco mediador entre espectador y entorno, donde es posible vivir -y no solo consumir- nuevas estimulaciones para los sentidos.
Ahora, los juegos especulares pierden protagonismo y se provee de una mayor agencia al espectador: el ‘vernos viendo’ cede paso a la construcción de una mirada atenta , abierta, inesperada, capaz de sorprenderse y, además, de sobreponerse a la subjetividad absoluta propia de la digitalización del ser.
El título de la exposición, ‘Navegación situada’, introduce un adjetivo conocido en la producción cultural reciente: Manuel Borja-Villel , director del Museo Reina Sofía , ha descrito como «situada» la reciente reordenación de la colección permanente de este museo, pues los relatos se ofrecen desde las perspectivas del aquí y el ahora; también se habla de un «arte situado» para describir prácticas conscientemente imbricadas en las nociones de lugar y pertenencia.
Su obra posee un subtexto ecológico que ensalza el valor sociopolítico del hecho natural, especialmente en sus intervenciones en la Naturaleza
En Eliasson, el término «situado» es más problemático , ya que se relaciona con la acción de navegar. Se trata de una imagen poética, un entretejido de palabras que produce un misterio; y este tiene que ver con la fascinación ante el color, algo que en realidad no existe, o que se inventa a sí mismo a través de percepciones. Las brújulas de Eliasson nos sitúan ante el vértigo de la incertidumbre, un espacio propicio para repensar nuestra ubicación y reorientarnos hacia unos lugares más bellos y más interesantes.
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