ARTE
'Nova': acentos del español en ‘La mar de músicas’
España se convierte en país invitado de la presente edición de La Mar de Músicas. Representantes de todas las regiones nutren una muestra en distintas sedes que pone el foco en nuestros ‘acentos’
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Iniciar sesiónVeintiséis ediciones lleva con la que ha comenzado esta semana La Mar de Músicas dinamizando la vida cultural estival en Cartagena, en la costa murciana. Lo hace desde el cambio de siglo, apostando entonces, en esos inicios, por África. Con el tiempo, este festival – ... con Rufus Wainwright , Niño de Elche, Fuel Fandango o Maria del Mar Bonet en cartel– se encargó de acercarnos a diferentes realidades nacionales a través de la música, con un parón por el coronavirus en 2020.
La vuelta al mundo
Desde su cuarta edición, sus propuestas (que también alcanzan hoy al cine o la literatura) se complementan con un programa artístico en torno al país invitado. República Dominicana tenía que haber sido en 2020, intención que se recupera en 2022. La idea, hasta el momento, era un plantel de unas tres o cuatro grandes exposiciones, individuales o colectivas, de autores de la nación homenajeada, y alguna más con artistas españoles vinculados a la misma. Eso ha permitido disfrutar de interesantes proyectos de Olafur Eliasson, R. Nilausen o en 2018, cuando el certamen se volcó en Dinamarca, o de Nadin Ospina y Alexandre Arreche a , cuando la atención se asentó en Latinoamérica en 2017.
Pues bien: aunque cueste creerlo, hasta la fecha, La Mar de Músicas no se había dedicado nunca a España. Huelga decir que ha sido necesaria una pandemia para darnos cuenta del valor de lo próximo. También, que nuestro país le ‘saca las castañas del fuego’ al festival en un año en el que a las artes plásticas se le dedica un presupuesto (unos 22.000 euros) que es una tercera parte de lo que se invertía en sus mejores épocas.
El caso es que Carolina Parra y Nacho Ruiz , los responsables del programa artístico, ponen en marcha este año ‘Nova’, en realidad, una única exposición en diferentes sedes de la ciudad (lo que invita a recorrerla de otra manera), en la que lo destacable es la frescura del punto de partida . Porque ‘Nova’ es una manera de coser desde la plástica los diferentes territorios de nuestra ‘piel de toro’ invitando a participar a un artista de cada Comunidad Autónoma, recibidos por dos murcianos y dos cartageneros. Un total, pues, de 20. Y nos volvemos a olvidar de Ceuta y Melilla, cuando vienen a la cabeza artistas como Carlos León o Jesús Zurita .
‘Nova’ es una manera de coser desde la plástica los diferentes territorios de nuestra ‘piel de toro’ invitando a participar a un artista de cada Comunidad Autónoma, recibidos por dos murcianos y dos cartageneros
«No pretendemos ilustrar cierta idea de nación o patria. De hecho, dudamos que, en pleno siglo XXI, exista un “arte español” , un arte vinculado a ismos, tendencias o escuelas locales como se entendía en otras centurias», explican sus comisarios. El resultado, sin embargo, le toma el pulso a la producción que se hace a lo largo de todo el territorio, para desvincular el arte de lo ‘identitario’ y sí relacionarlo con cierta idea de ‘contaminación’ (o mezcla), que en tiempos de coronavirus, sin contacto físico, adquiere otras lecturas.
De esta manera, e influida asimismo por la pandemia, ‘Nova’ (que se presenta bajo el paraguas de ‘bienal’ sin serlo , sino para aportar más empaque a la iniciativa, subrayar su pertinencia) se dota de otras responsabilidades, como la de ser una celebración y excusa para la reunión a través del arte.
Un resultado coral
El resultado es coral, porque lo son los seleccionados (artistas nacidos o vinculados a las regiones que ‘representan’), y porque la muestra no cuenta con una temática , sino que subraya los diferentes 'acentos' –algo muy propio de nuestro idioma– de la creación, que es casi com o fiárselo todo a los estilos personales de cada uno de ellos. En su favor hay que decir que los comisarios (que vuelven a tirar de viejos conocidos o vinculados a su proyecto galerístico) consiguen que buena parte de las producciones sean nuevas (si no, al menos inéditas) y que todos los participantes cobren honorarios.
Así pues, partiendo de ‘lo nacional’, la articulación de la muestra dialoga con lo local. Por eso, tienen más pegada esas sedes en las que la vinculación entre las obras y sus contextos es más evidente, como en el Museo Arqueológico o la Sala de la Muralla Bizantina (que luego resultó ser casa romana). En el primero de los casos, Ángel Mateo Charris (el primer ‘cartagenero’) juega a equivocarnos desplegando en ‘Pacíficos’ los restos de una civilización a veces real, a veces ficticia, resultado de sus viajes por la Polinesia. Y en una vitrina similar a la que usa para las cerámicas, Víctor Jaenada (por Cataluña), también atesora, perfectamente clasificadas, ¡las uñas que se ha cortado desde 1998! Si se piensa, cosas peores veneramos...
En el segundo de los enclaves mencionado, las seleccionadas están directamente aludiendo a los restos de la vivienda romana custodiada bajo la sala: son los fragmentos del mural ‘Raer’ de Miren Doiz (Navarra); las texturas de Irma Álvarez-Laviada (Asturias) o los barridos cromáticos de Elvira Amor (Madrid). También el empleo del esparto que daba nombre a Carthago Spartaria del que se sirve Sonia Navarro (Murcia), perteneciente a un imperio que nació en torno al río Tíber, al que homenajea en vídeo Nati Bermejo (La Rioja).
Aunque cueste creerlo, hasta la fecha, La Mar de Músicas no se había dedicado nunca a España. Huelga decir que ha sido necesaria una pandemia para darnos cuenta del valor de lo próximo
La taberna La Uva Jumillana sirve de escenario para la pintura de Yann Leto (el aragonés nacido en Francia) y las esculturas monumentales de FOD (el otro murciano). Raro espacio para reflexionar sobre arte, pero que casa a la perfección con el deseo de los comisarios de que los artistas buscaran el lugar donde realmente querían exponer. A Leto, por su espíritu burlón, este ámbito le viene que ni pintado, mientras que las ‘Arquitecturas del juego’, de FOD, en su techumbre, remarcan el espíritu lúdico de la ‘bienal’.
Tender a lo monumental
En la Sala Muralla Carlos III, recién inaugurada, el ‘morbo’ de ver cómo dialogan las cerámicas de Fernando Renes (Castilla y León) y los dibujos expandidos de Abigail Lazkoz (País Vasco), que además son pareja, antes de llegar al Palacio Consistorial, donde se reúne el grueso de la propuesta. Una propuesta que al crecer en sedes se permitió el lujo de incluir aquí obras más monumentales: lo son por tamaño las de Javier Arce (Cantabria) y los murales de Daniel Verbis (aquí, manchego) y los canarios PSJM ; lo son por presencia las de José Maldonado (Extremadura) o Nicholas Woods (Baleares). Lo es por rotundidad ‘Paso doble’, de Santiago Ydáñez (Andalucía), que parte de su colección de tallas religiosas... Junto a ellos, Nicolás Combarro (Galicia) y Dora Catarineu , la otra cartagenera ‘histórica’ de la que hace falta un buen homenaje.
Y la Comunidad Valenciana queda representada en Daniel Gª Andújar , que reactivó su ‘Museo del Pueblo’ haciendo desfilar copias de obras del Prado y el Hermitage, también el ‘Guernica’, como en su día lo hicieron las Misiones Pedagógicas, aquí, gracias a los jóvenes de Cartagena, encargados de portarlas y colgarlas en el Batel. Con su acción se subraya e l carácter de fiesta y rencuentro de esta bienal , que ya mira al futuro planteándose si asumir su propia condición. Todo es cuestión de matices.
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