Nazario, más sevillano que la Giralda

En ese desafío se ha metido Juan Antonio Álvarez Reyes , comisario de esta muestra y director del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo , y ha salido victorioso porque ha dado una dimensión más contemporánea que contracultural a la figura del artista y a las cerca de 200 piezas que componen la retrospectiva en su totalidad. Según avancen en la lectura de esta crítica entenderán el porqué y el cómo.

Nazario nace en Castilleja del Campo , Sevilla, en 1944, aunque ha pasado buena parte de su existencia en Barcelona, ciudad a la que se le vincula casi genéticamente: con la vida canalla de sus calles y sus gentes, con esa contracultura de barrio que José María Rondón León define en uno de los textos que acompaña la muestra como «un esfuerzo colectivo e improvisado por superar la vigencia de costumbres, ideas y creencias caducas».

De la ‘reivindicación’ sevillana parte el recorrido de la muestra y va encontrando puntos de anclaje en todas las secciones que componen el conjunto. Lo barroco del dibujo de Nazario tiene un origen que se debe vincular a la cultura popular de la ciudad hispalense, sus vírgenes y sus mundanas devociones; de lo sacro a lo desacralizado de los ‘señoritos’, las fiestas flamencas y sus aledaños.

Nazario siempre se ha puesto el mundo por montera -a esta sentencia suya me remito: «Soy un exhibicionista por naturaleza» -, y es en Barcelona donde, sin quitarse el deje hispalense de sus retorcidos y exagerados trazos, encuentra la horma de su zapato. «A medida que sus trabajos avanzan -apunta José Mª Rondón-, el artista se pone al servicio de la descripción de la vida subterránea de la comunidad homosexual , adentrándose en sus rituales, sus modos y sus tipos urbanos, pero exhibidos no con ánimo exótico o excepcional, sino como algo acostumbrado, visible, real». Por estos trabajos del denominado cómic ‘underground’ le conocemos y, básicamente, le reconocemos.

Podemos repasar vitrina a vitrina (en un ejercicio de orden milimetrado y necesario) las viñetas de este universo que rompe todas las convenciones del mundo convencional, pero, en absoluto, las de los submundos más canallas o acanallados . Por supuesto, deben abstenerse de mirar y remirar cada una de estas viñetas aquellos que se escandalizan con sólo ver cómo alguien se desabrocha, para empezar, el botón de una camisa. ‘Peccata (pacata) minuta’. Pero ya sabíamos que Nazario era esto. Por tanto, ahí no radica lo que más interesa de esta relectura de su obra.

Al final de este largo y conciso recorrido expositivo emerge esa lectura contemporánea que le ha querido conferir, con vuelta de tuerca incluida, el comisario de la exposición. Y me refiero no sólo a la obra pictórica que Nazario acomete cuando deja de lado el dibujo de viñeta, sino a la multitud de fotografías que, cual cazador furtivo de la vida urbana, hace desde el balcón de su casa de la Plaza Real de Barcelona. El montaje de este ‘atlas’ -y digo atlas con total intención- remata la historia como si de una visión archivística se tratara. Muy en la onda.