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ARTE

Nalini Malani, o la voz de las oprimidas

Ganadora de la VII edición del Premio Joan Miró, Barcelona recupera el poder, también visual, de su obra

Tres de las pinturas de la actual ganadora del Premio Miró

Isabel Lázaro

La Fundación Joan Miró reabre con la muestra de la ganadora de la VII edición del Premio Joan Miró (2019), la pakistaní Nalini Malani (1946). Exposición que supone una apertura mental hacia la crítica social y política desde un montaje envolvente y efectivo .

Bajo el título de No me oyes , Malani da voz a los que no la tienen y enfrenta al espectador con la violencia del silencio impuesto a la mujer. Tema central de su práctica artística durante sus 50 años de carrera, la autora se apoya en un trazo fuerte y una iconografía propia trasladada al papel y cristal , con gran intensidad en la animación y el vídeo, proyectados aquí de tal forma que crean una escenografía en la que el centro es ocupado por el espectador. Las salas van generando, con una iluminación acertada, las sensa- ciones de opresión y grito que la autora quiere destacar.

Un libro abierto

Los ámbitos de tránsito aportan respiros de luz en los que Malani sitúa lemas y reflexiones como única explicación de lo que se desarrolla en las salas. Como si de un libro experiencial se tratara, el paseante va descubriendo la presencia femenina y su lugar en el mundo, acallada y menospreciada. Un espacio por conquistar se vislumbra desde el inicio de la muestra, con un texto de la artista que hace un llamamiento directo a la derogación del patriarcado imperante como única vía para salvar el mundo . Tras esta empoderada premisa, la muestra va desarrollándose sin restar potencia al mensaje inicial. Como si de una Historia de las mujeres se tratara, va despiezando una iconografía de cerebros, fetos, madres dolientes, gritos y silencios pesados como losas.

El mito de Casandra toma forma ante nuestros ojos con un aire antiguo, místico y casi ritual, en unos cuidados dibujos sobre papel en tonos amarillos y ocres, así como en 43 paneles transparentes retroiluminados a modo de capilla. Esta es la pieza Escuchar las sombras , una de las más impresionantes de la muestra, con este juego de luces y oscuridad llenas de referentes. Los momentos se entrelazan en sus piezas, llevándonos de la imagen arquetípica de la mitología griega e india a episodios recientes de la Historia de su país sin que nos demos cuenta.

Trazos rápidos y efectivos toman vida en los audiovisuales hipnóticos de la sala final, en los que el público es avasallado por la acción. Estas son sus piezas más recientes, con siete proyecciones simultáneas de 56 cortos de animación digital. Su dibujo se forma y desaparece a un ritmo trepidante , las palabras dan forma a las figuras, que mutan y se desvanecen jugando con el espectador, que debe permanecer atento. La fuerza de la línea, el tachado, las acciones… Todo se orquesta al detalle para proporcionar una sobredosis de estímulos , dando voz a esa mujer universal infravalorada y en la que Malani pone toda su esperanza.

Como era de esperar

La sala dedicada a su trabajo en vídeo tampoco deja indiferente, como era de esperar en una figura clave del cine experimental indio de los 60. De un lado, Utopia ; al otro, las piezas Naturaleza muerta , Onanismo y Tabú . En todas, la mujer como eje. Su mirada y acciones demuestran la discriminación desde los actos más cotidianos.

Se demuestra con esta cita el compromiso de la autora con la conciencia sociopolítica y la imaginación como vía para desarrollarla. Valores que destacó en su momento el jurado del Premio.

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