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LIBROS

«Nada que no sepas», la emoción de la memoria

La escritora madrileña María Tena se ha alzado con el XIV Premio Tusquets de Novela con una historia -de desigual desarrollo, aunque presidida por la voluntad de estilo- que entrelaza pasado y presente

La escritora María Tena

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La información que la contracubierta de esta novela de María Tena proporciona explica muchas cosas de su contenido y estilo, aunque también resulta peligrosa, pues puede provocar que muchos la reciban como autoficción . Se dice que la autora pasó parte de su infancia en Montevideo, al igual que la protagonista, que es narradora en primera persona. Hay otros detalles biográficos familiares que concuerdan y otros muchos, no. Luego, conforme la novela avanza, sospechamos que son muchas las transformaciones respecto a lo autobiográfico , no siempre para bien, sobre todo por el truculento final que retoza con desenlaces folletinescos. Podría afirmarse que la obra tiene dos partes, de desigual calidad. La primera está muy lograda y me ha parecido especialmente bien escrita. Coincide con la memoria de la vida infantil, según la protagonista bucea en sus recuerdos rioplatenses, que tiene como mejor cualidad haber sabido hilvanarlos a modo de retazos de imágenes que no tienen explicación, porque los niños lo ven todo pero no saben darle sentido. Esa cualidad de la perspectiva, falta de datos esenciales y llena de huecos, es lo mejor. Añade, además, hacerla encajar con una muy conseguida crónica de desamor con su marido mientras la novela transcurre en Madrid.

Esos dos planos combinados, con una emoción cuyo mejor logro es que se ha contenido, permite que aflore el otro motivo principal: la búsqueda de la madre y la necesidad que la protagonista tiene de encontrar una aclaración tanto de su muerte como de la precipitada salida de Montevideo provocada por el padre. ¿Qué ocurrió entre ellos y por qué y cómo murió la madre? Esta pregunta es la que ocasionará el viaje de la narradora a Montevideo, y su reencuentro con los que habían sido protagonistas de su infancia: amigos uruguayos en su adolescencia, y padres de amigos que pertenecieron a la alta sociedad rioplatense, ilustrada, cosmopolita y con una moralidad matrimonial laxa en consonancia con los años sesenta del siglo XX, y que originó un agudo contraste con lo que la madre de la protagonista había vivido en la España franquista. Cuando parecía que la novela podía haber dado mucho rendimiento histórico-social, y cuando apetecía que la autora, que exhibe excelentes cualidades perceptivas, se adentrase con algo mas de profundidad en esos contextos, da un giro en su segunda parte que me ha parecido menos afortunado, aunque quizá le haga ganar más lectores.

Trama sentimental

Hay dos problemas en esta segunda parte: el primero es que resulta poco creíble que todavía haya, cuarenta y tantos años después, tantos personajes uruguayos pendientes de la española y de ese modo tan emotivo. El otro tiene que ver con la truculencia que va adquiriendo, no siempre bien dosificada, como ocurre en la penosa escena con la vieja Ulla en la cafetería. Demasiados rescoldos inverosímilmente vivos, lo que funciona bien como trama sentimental pero que despeña la novela a territorios emocionales que María Tena había sabido podar antes.

No todo sobre el personaje Yuyo reviste igual valor narrativo. Si su personalidad agraz se ha justificado bien como consecuencia de haber pasado tanto tiempo en la cárcel de la dictadura , lo que tiene que ver con la propia narradora, y con el viraje que da a la historia su desenlace -que no puedo revelar-, me parece menos necesario. También la concesión hecha en la relación última sobre la muerte de la madre, contiene quiebros y casualidades (la máquina de fotos, el abrazo con la secretaria...) que rozan el folletín, llevando la novela a un lugar que no se corresponde con la calidad de su primera mitad.

Autoexigencia

El antetexto de Virginia Woolf es muy acertado porque refleja bien la voluntad de estilo de Tena cuya mejor cualidad es la economía verbal, junto a una eficiente naturalidad narrativa , seguramente nacida de una autoexigencia digna de ser destacada. Igual que la riqueza sensorial en las descripciones de espacios. Aunque sepamos que esa riqueza puede ser deudora de una vivencia personal, la señalan como buena escritora.

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