LIBROS
Mujeres al asalto de la novela negra española
Una pléyade de escritoras se ha convertido, junto con sus comisarias, inspectoras y detectives, en la avanzadilla del fenómeno ya imparable de la igualdad de género en la ficción criminal
Marina Sanmartín
«Si la ficción se crea siempre desde un punto de vista masculino, nos perdemos muchas miradas, muchos enfoques, y eso empobrece el resultado». Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) lo tiene muy claro. La autora andaluza, que en estos días saborea el éxito ... y la experiencia de publicar en un gran grupo editorial -su novela Progenie (Alfaguara, 2020) ha sido calificada por la misteriosa Carmen Mola como «toda una revelación»-, sostiene su triunfo actual sobre una solvente carrera literaria, quizás menos popular, pero sin duda tanto o más interesante que el rutilante brillo de su título más reciente. Y es que Martín Gijón es la creadora de la policía especializada en temas de género Annika Kaunda , quien, «nacida con premeditación, nocturnidad y alevosía -explica-, fruto del hartazgo que me produjo el eterno protagonista masculino hard boiled », supone para el género, desde la primera entrega de sus andanzas, Más que cuerpos (Anantes, 2015), una vuelta de tuerca, al tratarse de una mujer joven, originaria de Namibia, cuyo tono de piel se lo pone difícil a la hora de pasar desapercibida en una ciudad pequeña como Mérida, escenario de sus cuitas.
«Afortunadamente -reconoce la novelista- cada vez son más las tramas criminales con una investigadora como personaje principal, pero cuando Anikka nació, encontrarlas no resultaba tan sencillo».
Primeras batallas
Tiene razón. Si bien a finales de los años noventa del pasado siglo los perfiles femeninos en el noir nacional empezaron a desligarse de los clichés de víctima y femme fatale , gracias al talento visionario y con afán de igualdad de nombres como el de Alicia Giménez Bartlett o Lorenzo Silva -la primera, responsable de que en 1996 la inspectora Petra Delicado comenzara su carrera policiaca con Ritos de muerte ; y el segundo, autor de la exitosa serie literaria de los emblemáticos guardias civiles Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro , que se inició con El lejano país de los estanques , en 1998-, no fue hasta los primeros 2000 cuando, en un periodo todavía previo a la rotura definitiva de los estereotipos propios de un territorio literario tradicionalmente masculino, lectores y crítica fueron conscientes de que no había vuelta atrás en el camino hacia el equilibrio de género en el imaginario del crimen.
Amaia Salazar, Elena Blanco y Antonia Scott son tres personajes arrolladores
Entre los responsables de esta segunda embestida patria contra la ubicuidad de los hombres como líderes de la investigación, hay que destacar a J. M. Guelbenzu , padre literario de la jueza Mariana de Marco , cuyo origen se remonta a 2001, cuando llegó a las librerías No acosen al asesino ; a Juan Bolea y Martina de Santo , la inspectora protagonista de su tetralogía más famosa, que se presentó al público con Los hermanos de la costa en 2005; y a la carismática policía medio alemana, medio española, Cornelia Weber-Tejedor, salida en 2007 del interesante pulso narrativo al que Rosa Ribas nos reta en Entre dos aguas .
Último asalto
Con esta sólida avanzadilla, la segunda década del siglo XXI se convirtió en el escenario de una guerra aún inconclusa pero casi ganada, sobre todo por el efecto de una troica arrolladora, la integrada por las inspectoras Amaia Salazar y Elena Blanco , protagonistas respectivamente de la superventas Trilogía del Baztán (Destino 2013), de Dolores Redondo , y los best sellers de Carmen Mola (Alfaguara, 2018-2020); y la peculiar Antonia Scott , fruto de la imaginación de Juan Gómez-Jurado , que, con Rey blanco (Ediciones B, 2020), acaba de regalarle a su personaje más carismático una última y, cómo no, adictiva misión.
No hay duda, el equilibrio ahora está más cerca y la tarea de consolidar para la mujer nuevos perfiles en las tramas criminales, roles activos y no cosificados, papeles esenciales e insustituibles en las historias de muerte y misterio, casi completa. Como afirma Laura Balagué Gea (Barcelona, 1962), autora de la serie de novelas protagonizadas por la oficial de la Ertzaintza Carmen Arregui , si son ellas las que están al frente de las pesquisas «se trascienden los aspectos estrictamente referidos al crimen para prestar atención, además, a la psicología y el ambiente de las relaciones entre los miembros del equipo implicado en la investigación».
Cada vez son más las tramas con una investigadora como protagonista. antes eran una excepción
Balagué Gea, que acaba de volver a los escaparates de novedades con En el otro bolsillo (Erein, 2020), un nuevo caso de Arregui, duda sin embargo acerca de quién es el verdadero responsable de esa expansión de la mirada sobre la escena, si el personaje femenino o el hecho de que quien lo crea, en la mayoría de los casos, es también una mujer.
Junto a la escritora catalana, autoras como Ana Lena Rivera (Oviedo, 1972) o Maribel Medina (Pamplona, 1969), ambas publicadas por Maeva, coinciden en que la elección del género de sus protagonistas fue totalmente premeditada. Rivera, ganadora en 2019 del Premio Torrente Ballester de Novela con Lo que callan los muertos , el primer caso de la investigadora de fraudes financieros Gracia San Sebastián , buscaba con su decisión que no solo los lectores pudieran identificarse con la figura detectivesca, sino también las lectoras: «Mis recuerdos literarios más antiguos ya me remiten a la novela policiaca; con ella nació mi ilusión infantil de ser detective, pero mi sueño chocaba con frecuencia contra el estereotipo del género: hombre solitario, pendenciero y atormentado con problemas de adicción y ningún aprecio por su vida. Eso me desmotivaba de cualquier acercamiento a la profesión. Con las primeras mujeres investigadoras, como Petra Delicado, de Giménez Barlett, o Kinsey Millhone , de Sue Grafton , recuperé la ilusión. Sin embargo, pronto volví a sentir rechazo porque, aunque devoraba los libros, sus patrones de conducta eran los mismos que los de sus compañeros masculinos: vidas desordenadas y poco apetecibles. Por eso decidí que Gracia San Sebastián debía permitir que se identificara con ella cualquiera de las mujeres que yo conocía».
Por su parte, Medina, fundadora de la ONG Women’s Time y «madre» de la forense Laura Therraux , que lleva la voz cantante en la Trilogía de la sangre , escrita entre 2014 y 2019, asegura que en su obra «los hombres tienen un punto mediocre y débil, pero Laura Terraux es fuerte, es poderosa porque sabe lo que quiere y no se rinde con facilidad. En las autopsias es concienzuda y se resiste a la hora de firmarlas como muerte natural. De hecho, gracias a ese instinto ha resuelto asesinatos que hubieran quedado impunes».
La tenacidad de Therraux se parece mucho a la voluntad colectiva e invisible de este grupo de novelistas y heroínas, que incluye a los que hemos mencionado y a muchos más, porque toda revolución -también si es literaria- exige para afianzarse, en paralelo a la calidad del mensaje, la cantidad. Carme Riera, Rosa Montero, Berna González Harbour, María Frisa, Carme Chaparro, Eva García Sáenz de Urturi… son, junto con sus comisarias, inspectoras y detectives, una pequeña muestra del fenómeno ya imparable de la igualdad de género en la ficción criminal.
Un hecho que se hace flagrante en la excepcional La noche de plata (Roca Editorial, 2020), de Elia Barceló , que tiene como protagonista a Carola Rey Rojo , una especialista en secuestros y homicidios infantiles que ronda los sesenta años e incurre en un sinfín de debilidades, reventando el arquetipo. Léanla, y que sea la primera de esta larga lista.
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