Montse Soto, un atlas del derrumbe

La acción del viaje, esencial en su discurso, se ha encauzado hacia lugares como Damasco, Sao Paulo, Nueva York, Caracas, La Habana, Madrid, Túnez, Jerusalén o Pompeya . Este itinerario da lugar a un horizonte universalista, acorde con una globalización posmoderna que ha promovido el abandono de las metáforas de centro y periferia. Frente a proyectos anteriores, Soto apunta aquí hacia geografías diversas para hablar de un mundo marcado por sus tránsitos y trasvases, por sus desplazamientos y migraciones, por sus diásporas y readaptaciones.

La artista ha buscado espacios urbanos connotados por la pérdida y el derrumbe , que documenta a través vídeos, libros de viaje y fotos. Estas últimas se mezclan y organizan sobre grandes paneles, donde tienen presencia otros registros (notas personales, recortes de periódicos o decretos legislativos). Esta formalización, que remite al ‘Atlas Mnemosyne’ (1929) de Aby Warburg , permite reunir materiales diversos en virtud de sus posibles analogías internas, distribuidos al amparo de la simultaneidad visual. Un sistema discursivo ‘relacional’ que interpela la saturación informativa propia de la actual iconosfera digital.

En ‘Arqueología del saber’ , Michael Foucault propuso como espacio de saber la forma archivo, en lugar de la biblioteca, como era tradicional. Planteaba así un tránsito del sentido estricto del canon oficial (el viejo prestigio de la biblioteca) hacia un nuevo modo de saber, el archivo, que deshacía los vínculos que el presupuesto de la continuidad histórica obligaba a mantener. Esta estrategia es asumida por Soto, que cita al francés para posibilitar la emergencia de enunciados inéditos y tentativos acerca de las condiciones de vida que ofrece la urbe actual.

Soto asume su investigación como un campo inagotable que nunca puede darse por cerrado, con imágenes heteróclitas cuyo significado comprendemos, aunque se escapa el principio que permite ordenarlas. Su interés por la ruina evita la nostalgia ; registra, en definitiva, escombros donde no tiene cabida la fabulación, sino el desasosiego de los actuales fracasos sociales, políticos y culturales. De momento, plantea un ahora que avanza hacia un futuro desolador. Pero la artista nos advierte que la foto no es sinónimo de realidad, ni siquiera de verosimilitud : en algunas imágenes sobrepone, a modo de trampantojo, la barra de empuje para sali- das de emergencia. Una vía de escape hacia nuevos em-plazamientos y otros modos de habitar el mundo.