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LIBROS

«Modelos y líderes», la edificación del alma

Max Scheler escribió estos textos tras la I Guerra Mundial, en plena crisis de liderazgo europeo. Ahora, cobran plena actualidad

El filósofo alemán Max Scheler, profesor en las universidades de Jena y Múnich

IGNACIO SÁNCHEZ CÁMARA

El gran filósofo alemán Max Scheler (1874-1928) fue discípulo de Rudolf Eucken y seguidor de Bergson y Husserl. En el semestre de 1921, dictó un curso en la Universidad de Colonia , que fue publicado con el título de «Modelos y líderes». El estímulo principal fue la constatación de la ausencia de liderazgo en Europa después de la Primera Guerra Mundial. Su principal contribución a la historia del pensamiento tal vez sea su filosofía fenomenológica de los valores , que contiene una teoría de la persona y de su configuración moral, que se constituye mediante sus actos de amor, preferencia y elección.

Este texto, muy relevante en la evolución de su pensamiento, puede entenderse como una continuación de su libro «Ética» (1916). Existía una traducción argentina bajo el título «El santo, el genio, el héroe», ahora notablemente mejorada y felizmente editada. Su impulso es el convencimiento de la necesidad de modelos personales a los que seguir . El auténtico objetivo y el modo de realización más eficaz del progreso moral es el «seguimiento de modelos».

El verdadero maestro

Hay que distinguir entre modelos y líderes . Los primeros son mucho más importantes. Un maestro no es un líder. El liderazgo más originario y poderoso es siempre el «personal-carismático». Al líder se le sigue; al modelo se le imita. El líder puede ser moralmente negativo o indiferente; el modelo es siempre valioso y ejemplar. El modelo vive en la profundidad del alma. Constituye el estímulo para cumplir el imperativo contenido en la vieja sentencia del sabio místico: «Ante cada uno se cierne la imagen de quien debe llegar a ser; mientras no lo sea, su paz no es plena».

La relación de liderazgo es consciente y recíproca. Lo saben tanto el líder como el seguidor. No así la del modelo, que es una relación ideal. Se puede ser un modelo sin saberlo. El liderazgo, a diferencia del modelo, es un concepto axiológicamente neutral. El modelo es siempre un concepto de valor. Lo que actúa sobre el alma, formándola y modelándola, no son reglas morales abstractas, sino modelos vivos y concretos.

Mediante el amor, nos hacemos parecidos al modelo. Tener un modelo es lo mismo que querer ser como él. Un verdadero maestro es un modelo, alguien de quien decimos, como afirma George Steiner, «nunca seré como él, pero me gustaría que, al menos, me tomara en serio». No elegimos los modelos; por el contrario, nos atraen y arrastran. Este es el sentido genuino de toda educación verdadera. Los modelos prototípicos son, para Scheler, el santo, el genio y el héroe. Y también, el espíritu-guía de la civilización y el artista del goce.

El líder puede ser moralmente negativo. El modelo es siempre valioso y ejemplar

Cabe hablar de una «jerarquía eterna de los modelos». El modelo religioso es el santo. Lo más característico del «santo originario» es la verdad sagrada que revela su persona. Se cree en él , se tienen por verdaderas sus palabras, y por bueno su actuar. En nada aparece con tanta claridad como en las palabras de Cristo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». No es que diga la verdad; es que la es.

El genio se presenta en tres formas fundamentales: el artista, el legislador o juez, y el sabio o filósofo, que representan, respectivamente los tres tipos de valores espirituales: la belleza, la justicia y la verdad. No hay genio científico, ni militar, ni de ningún otro tipo que estos tres. El genio es el verdadero creador de lo ejemplar. La obra genial es «un acto positivo de un amor espiritual al mundo».

Hombre de carácter

La tarea del héroe es la realización de lo noble. Sus principales tipos son el estadista, el estratega y el colonizador. Su principal virtud es el dominio de sí mismo. Su atributo originario, ser un hombre de carácter. Es también un «hombre de entrega», no un «hombre de tomar».

El espíritu-guía de la civilización es valioso por sus acciones y resultados. Va guiado por el amor a la humanidad. Sus tipos son el científico, el técnico y el líder económico. El artista del goce se caracteriza por el cultivo de lo agradable y placentero. Ante todo, quiere gozar. Es el «descubridor de nuevos valores de lo agradable». Es el creador del lujo, que cosecha los frutos del espíritu-guía.

Los modelos son las minorías ejemplares que constituyen el patrimonio espiritual de la humanidad y la condición de todo progreso intelectual y moral. En verdad, son la «sal de la tierra». Gracias a ellos, los valores se encarnan en el mundo y permiten el perfeccionamiento de quienes les siguen.

Si las reflexiones de Scheler fueron necesarias en el tiempo en que nacieron, lo son aún más en nuestra época, tan propensa al liderazgo demagógico como cerrada a la egregia ejemplaridad de los modelos. Acaso aquí resida la verdadera clave de la crisis espiritual que padece actualmente Europa: la rebelión contra los modelos .

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