LIBROS
Menéndez Salmón, vindicación de la palabra y la risa
El escritor asturiano describe en ‘Horda’ el control sistemático del individuo por vía del imperio del internet de los datos

Vuelve Ricardo Menéndez Salmón al que podría calificarse su original y mejor venero creativo , que fraguó aquella excelente ‘Trilogia del mal’, como se denominó el conjunto de ‘nouvelles’ en las que desarrollaba una crítica a situaciones sociales en la forma de fabulaciones reflexivas ... sobre diferentes formas del horror. ‘Horda’ conecta también en la forma de precipitado sintético, con la utopía del poder imaginada en ‘El sistema’ (2016), su novela más extensa, y, en realidad, friso de ambición totalizadora de la utopía del mundo futuro. ‘Horda’ sería el punto de llegada de ese mundo. Como ocurre a los buenos artistas, Menéndez Salmón se encuentra en un momento lúcido de madurez respecto a las capacidades de su forma y escritura. La forma elegida no es solamente la brevedad, sino la condensación , fruto de un programa de eliminación de aditivos externos, del tipo a que obligan tanto el argumento como las notaciones del realismo.
El primero, el argumento, está mínimamente desarrollado en tres momentos de una trama que califica ‘Antes’, ‘Durante’, ‘Después’ , partiendo como centro del descubrimiento epifánico por parte del protagonista de una lectora, a la que ha visto reír, rebelde en ambas actuaciones, la lectura y la risa, respecto a los dictados de una utópica sociedad denominada Magma, que ha proscrito toda forma de palabra e ironía, que se ven perseguidas y castigadas.

Un horror posible
La sociedad que hemos visto desarrollarse con el imperio de los móviles y la redes, pero sobre todo con el control sistemático del individuo por vía del imperio del internet de los datos, ha hecho que ciertas compañías (o el estado en el caso de China) posean la información que les hace capaces de seguir cada patrón de la conducta individual. Ese fenómeno real ha hecho que el mundo imaginado por la novela de Menéndez Salmón no solo no sea ajeno o extraño, sino acorde en el fondo con la figuración imaginada de un horror posible. Las utopías son eso, plasmaciones de futuribles metafóricos, y el lector lo ha ido viendo en que se han hecho reales algunas de las formas de control ideadas por la más famosa de las modernas, ‘1984’ de George Orwell , respecto de la cual Menéndez Salmón da unos pasos más allá, en todo caso significativos.
En esta novela se cruzan tres modalidades genéricas: la utopía, la fábula alegórica y la poesía. Comenzaré por la aparentemente más alejada, que he llamado poética, que se da en el ritmo de la frase, pero también en que cumple desarrollos imaginarios que hemos visto más comúnmente ligados al verso.
En esta novela se cruzan tres modalidades: utopía, fábula alegórica y poesía
He leído este libro de Menéndez Salmón pensando en Vicente Aleixandre, quien en algunos poemas de ‘Sombra del paraíso’ ha imaginado una vía expresiva totalizadora de emblemas límite, como las palabras que dan muerte a los hombres, o las ideas contrapuestas de luz y sombra, que se encuentran diseminadas en todo el imaginario urdido por Menéndez Salmón. Si leemos esta novela al modo como hemos leído ‘El paraíso perdido’ de Milton la comprenderemos en su sentido mas hondo.
Niños al poder
El otro género, el de la utopía, ha generado aquí dos metonimias muy creativas. El mundo del Magma se halla dominado por los niños que han tomado el poder. Esa inversión, presente ya en las utopías de ‘El señor de las Moscas’, de William Golding , o ‘La república luminosa’, de Andrés Barba , viene motivada por la crítica al uso fraudulento de la palabra, frente al que los niños se rebelan, expulsándola del uso en su República sometida a control informatizado de un mundo donde solo hay imagenes. Por último, esta novela reúne en el género de la fábula metafórica su mejor baza.
Me ha parecido soberbio el uso de los espacios como formas de visualización metafórica . Los sentidos son formas, y también la opresión se da desde ellas, como han conocido bien los desfiles y arquitecturas desde Hitler, o Stalin, a las que rigen todos los totalitarismos. La visión del poder como arquitectura corporeizada proporciona metonimias de brillante plasticidad. El autor se define como voz original de una narrativa filosófica en que pensamiento y estilo se vinculan de modo inseparable.
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