ENTREVISTA
Jay McInerney: «La libertad de expresión está bajo amenaza en Estados Unidos»
El escritor, que publica ‘Días de luz y esplendor’, charla, en una entrevista exclusiva, sobre la cultura estadounidense y rememora su pasado en el Nueva York de los 80, donde compartió escenario, entre otros, con Truman Capote y Bret Easton Ellis
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Iniciar sesiónLejos, muy lejos, quedan ya los días en los que Jay McInerney (Hartford, Connecticut, 1955) se movía como pez en las frías aguas del río Hudson que serpenteaba las calles de ese Manhattan de bajos fondos y alta cultura que ... dio forma a los mejores, y peores, años de la década de los ochenta en Nueva York . McInerney tuvo la suerte, perseguida desde el talento, eso sí, de triunfar con su primera novela, ‘Luces de neón’ , antes de haber cumplido los 30, y se convirtió en protagonista de una vida con la que no contaba, casi pura ficción.
Amigo íntimo de Bret Easton Ellis , con el que compartió fama y escenas memorables, asiduo del CBGB y de todos los garitos del Lower East Side en los que había que estar entonces, conoció a Truman Capote , a Keith Haring , a Basquiat ... y en ninguno de esos momentos dejó de escribir, cosa que había deseado hacer desde que leyó, en el colegio, a Dylan Thomas , y que logró, en parte, gracias a los sabios consejos de Raymond Carver , del que fue alumno antes de alcanzar el éxito.
[Bret Easton Ellis: «Me importa un bledo lo que piensen de mí»]
Hoy, McInerney es un escritor culto y de culto, que sigue viviendo en Manhattan y no se arrepiente de nada de lo pasado, aunque, como todos, habría cosas que cambiaría de tener la oportunidad de hacerlo. Instalado temporalmente en California , recién vacunado, tras haber pasado el Covid-19 en diciembre, McInerney conversa en exclusiva con ‘ABC Cultural’ con motivo de la publicación en España de ‘Días de luz y esplendor’ (Libros del Asteroide), cierre de su trilogía sobre el matrimonio de Russell y Corrine Calloway .
Las tres novelas sobre los Calloway transcurren durante una grave crisis social. ‘Al caer la luz’ termina en el denominado ‘lunes negro’ de 1987; ‘La buena vida’ arranca con el 11-S, y ‘Días de luz y esplendor’ coincide con la crisis financiera de 2008. ¿Por qué escogió esos hechos en concreto?
Cuando escribí el primer libro, no me había planteado que fuera una serie. Simplemente quería escribir una gran novela social sobre Nueva York. Pensaba en Thackeray y Balzac, escritores que habían escrito ese tipo de novelas sobre Londres o París. Comencé a escribirlo hacia 1988, justo después de la crisis bursátil de 1987, y me pareció que era un acontecimiento interesante y que debía escribir sobre las circunstancias que lo rodeaban. Pasaron muchos años sin que pensase en esos personajes, o al menos sin pensar en volver a escribir sobre ellos. Luego llegó 2001, y se produjo el hecho que tal vez sea el más importante de la historia de la ciudad y, al ser alguien que escribe sobre Nueva York, me entró el deseo de escribir sobre esa terrible catástrofe, pero no estaba seguro de cómo hacerlo. Me pasé un año dándole vueltas y, de repente, caí en que podía recuperar a mis personajes y reflejar las repercusiones de ese hecho en sus vidas. Unos pocos años después empecé a preguntarme qué tal les habría ido y me entraron ganas de hacerles una nueva visita. Hay varias cosas que me interesaron para el tercer libro. Están las elecciones de 2008, cuando Obama se convirtió en el presidente de los Estados Unidos, y, casi al mismo tiempo, se produjo el gran colapso financiero, una sucesión de desastres financieros que afectaría durante años a la gente de todo el mundo.
Sobre todo a las generaciones más jóvenes, aquellos que entonces eran unos adolescentes…
Sí, hablo de esto con mi hijo, que tiene 25 años, y su impresión es que su generación ha sido moldeada completamente por los hechos de 2008 y 2009, no ha tenido las mismas oportunidades que generaciones anteriores. Ha sido un período muy significativo de la historia reciente, los hechos acaecidos en torno a 2007 y 2008. Y, una vez más, Nueva York, de alguna forma, estaba en el epicentro de todo. Nueva York es donde tienen su sede las grandes corporaciones financieras, todos los grandes bancos que propiciaron esta crisis, Wall Street, y toda la gente que casi arruina le economía mundial... De repente, me salió por instinto volver a estos personajes. No sé, se me han hecho muy reales.
Como de la familia, muy cercanos...
Sí. Cuando empecé a escribir, traté de imaginarme, si mi vida hubiese sido más normal, si no hubiera tenido una novela con grandes ventas a los 28 años, si hubiese tenido una carrera literaria más normal, quizá entonces sería Russell. Y si hubiese seguido casado, en vez de casarme varias veces (ríe).... Esta es la vida que no viví, la de estos personajes. Philip Roth lo expresa muy certeramente, lo llama ‘contravida’, la vida que pudo haber sido.
De hecho, las tres novelas son, en gran medida, la trilogía de un matrimonio, y de cómo este sobrevive a lo largo de las décadas.
Sí, en el segundo libro casi me llevo por delante al matrimonio, pero me pareció más interesante ver cómo podían sobrevivir a esa crisis. Supongo que estoy de su parte, yo quiero que sigan juntos, incluso teniendo en cuenta que mi vida es muy diferente, porque me he casado cuatro veces (ríe). Yo no he logrado el éxito a la hora de mantener mis matrimonios en pie, pero admiro a los que sí lo han hecho. Hoy en día, la mitad de los matrimonios en Estados Unidos acaba en divorcio. El matrimonio es un asunto cuyo interés nunca termina.
Las primeras páginas de ‘Días de luz y esplendor' son una oda a Nueva York como faro literario. Me pregunto si aún existe ese mundo editorial, ese ambiente cultural...
Muy buena pregunta. Nueva York sigue siendo el centro del mundo editorial, y hasta cierto punto el centro del mundo literario, pero internet ha descentralizado todo. Por otra parte, los inmuebles en Nueva York, en Manhattan, durante los años en que escribí estas novelas, se fueron encareciendo cada vez más. Así pues, la gente más joven, artistas, escritores, bailarines, poetas, lo ha tenido mucho más difícil para establecerse en Manhattan. En otro tiempo, había barrios en Manhattan donde concurrían artistas y escritores porque el alquiler era barato: Greenwich Village, East Village, Chelsea... Desafortunadamente, en la década de 1990, la prosperidad de Nueva York trajo consigo una creciente gentrificación, y con el tiempo la gente más joven empezó a mudarse a Brooklyn, a Queens, sitios así, de forma que antes había un centro con aire bohemio en Manhattan, mientras que ahora todo está más espaciado. En otros tiempos, todos los artistas, escritores y músicos vivían cerca unos de otros, podían ir andando desde Washington Square Park hasta el CBGB, o a la iglesia de St. Mark's para un recital poético, o al Mudd Club para ver tocar a un grupo. Ahora, en cambio, la gente está más desperdigada, la escena cultural de Nueva York ha cambiado. Además, la gente que vive en Manhattan tiende a ser como yo, gente ya establecida y con cierta prosperidad (ríe). Pero un hombre joven del Medio Oeste que llegue ahora a Nueva York no se puede permitir vivir en Greenwich Village. Las cosas han cambiado mucho.
¿Cree que Nueva York sigue inspirando a la gente?
Bueno, yo creo que sí. Hay un montón de gente que sigue viniendo a buscar casa en alguna parte de Brooklyn o Queens, sí, diría que sí. Para gente como yo seguirá siendo el centro del mundo, pero no está tan claro ahora que realmente lo sea. Manhattan se ha vuelto un lugar menos amable para los jóvenes inmigrantes que llegan a la ciudad dispuestos a establecerse. Pero, y recalco ese pero, puede que la pandemia haya cambiado las cosas bastante.
¿Cómo, en qué sentido?
Los alquileres han bajado entre el 20 y 25 por ciento en el último año en Manhattan. Han cerrado restaurantes, y abrir un nuevo restaurante saldrá mucho más barato ahora que hace un par de años. Es posible que se esté produciendo un desplazamiento cultural. La parte negativa es que ha aumentado la criminalidad, hay más gente sin hogar, y todo esto me recuerda a cuando vine por primera vez a Nueva York en los años 80. Había mucho crimen, alquileres bajos, muchos sin techo... Nueva York y Manhattan han cambiado muchísimo en el último año. Puede que haya nuevas oportunidades para que la gente abra negocios, para alquilar un piso, para que la gente de nuevo pueda permitirse vivir en la ciudad. Posiblemente esté más sucio y sea más peligroso que hace un año, pero es así como era cuando yo me vine aquí por primera vez.
Fran Lebowitz me dijo que cuando ella se mudó a Nueva York para ser scritora era una ciudad peligrosa y sucia, pero le encantaba, porque era una época apasionante.
Estoy de acuerdo con Fran. Ella se mudó a Nueva York unos pocos años antes que yo, y sí, todo estaba muy sucio, era muy peligroso. Y otra cosa: había grafiti por todas partes, por toda la ciudad. Curiosamente, el grafiti ha vuelto. Hay muchísimos. De alguna forma, Nueva York está retrocediendo. Es malo que suba la criminalidad, es malo que haya tanta gente sin hogar. Pero esos años, los 70 y los 80, fueron una época muy creativa en Nueva York, porque había tantísima gente joven y ambiciosa dispuesta a vivir y trabajar allí, a pesar de la criminalidad, a pesar de la basura en las calles, y algunos sentimos nostalgia de aquel tiempo. Yo me pongo contento cuando veo grafitis; mi mujer, en cambio, se asusta (ríe)
Quién sabe, igual encontramos a otro Keith Haring o a otro Basquiat...
Curiosamente, algunos de los grafitis que veía yo cuando llegué a Nueva York eran de Keith Haring. En 1979, esos dos todavía seguían pintando en las calles y en las aceras. Los conocía a ambos. Fue una época muy creativa. Diría que los últimos cinco o diez años en Nueva York han sido menos creativos, pero posiblemente estemos asistiendo a un renacer de la creatividad y la energía en la ciudad. Esa es la visión optimista del Nueva York post pandemia. La visión pesimista es que la ciudad se está muriendo. No soy partidario de la gentrificación, pero sí que necesitamos que las clases adineradas mantengan las galerías de arte, los restaurantes, los teatros, todos los elementos creativos de la ciudad. Ahora mismo tenemos muy poca gente que trabaje en las oficinas, lo que abunda es la gente que trabaja en las afueras, desde su casa; será interesante ver qué pasa, realmente nadie lo sabe. Se avecina un tiempo apasionante: tras años en los que Manhattan se ha ido volviendo más aburrido, con una mayor gentrificación, con más gente rica, las cosas van a cambiar; me muero de ganas de ver qué es lo que ocurrirá.
El personaje de Jeff Pierce, el escritor, está omnipresente en este último libro. Su novela de los 80 se ha convertido en objeto de culto para los lectores jóvenes. Me pregunto si al escribir sobre él estaba reflejando el mundillo literario de los años 80, y si Jeff es una especie de 'alter ego'.
Pues sí. Jeff fue una especie de 'alter ego' para mí. Cuando escribí el primero de los tres libros, Jeff era, de alguna forma, una representación literaria de mí mismo, simbólicamente era yo. Claro que Jeff muere al final del primer libro, y creo que lo que pretendía era matar simbólicamente a mi yo más joven, al novelista de los años 80. Pretendía entrar en una fase más madura.
Al hilo de eso, ¿cómo se convence al lector para que no le confunda con sus personajes? Pienso en el protagonista de ‘Luces de neón’, su primera novela...
Es difícil. Cuando publiqué ‘Luces de neón’, se convirtió en un fenómeno enorme, y el protagonista, sin duda, era una versión de mí. Creo que, incluso ahora, unos 35 años después, a mucha gente le cuesta no ver a ese personaje como si fuera yo, me visualizan cuando voy al baño a meterme una raya (ríe), piensan que no deben llamarme antes de las doce del mediodía porque aún no estaré levantado.... En la década de 1980, en Nueva York, yo me convertí en un personaje de la historia de los 80. Escribían sobre mi vida en los tabloides y en las columnas de chismorreo. Salía con una modelo famosa llamada Marla Hanson, víctima de un crimen muy sonado, que también era una especie de personaje de los tabloides. Resulta extraño para un escritor encontrarse en esa posición, aunque a veces ocurre.
¿Cómo vivió todo aquello, cómo logró sobrevivir al éxito, a la fama?
Resultaba difícil apartarse de esa personalidad pública: el tío que esnifa cocaína, sale con una modelo, se corre juergas todas las noches con otros escritores y artistas.... Esto me perjudicó un poco en la comunidad literaria: los novelistas no deben comportarse como me comporté yo. Del novelista estadounidense se espera que dé clases en la universidad, no que salga en la tele o en las columnas de cotilleos. Creo que me costó unos cuantos años de lucha apartarme de esa personalidad pública, de esa percepción que había sobre mí, como de tío fiestero o ligón sacado de una de mis novelas. A veces desearía haber hecho las cosas de forma diferente, pero también pienso que aprendí mucho de estar siempre en el foco, aprendí mucho de la cultura estadounidense y de cómo procesamos la celebridad, cómo creamos caricaturas de la gente. Fue una travesía interesante. Debo decir que hoy, tantos años después de la publicación de esa primera novela, me alegro de que toda aquella celebridad haya desaparecido, creo que estoy capacitado para escribir mis libros sin todas las distracciones, sin estar atenazado por lo que la gente opine de lo que yo era con 25 años.
¿En algún momento temió convertirse en autor de un solo libro?
Sí, definitivamente sí. Cuando ‘The New York Times’ publique mi obituario, la primera frase mencionará ‘Luces de neón’, es un libro que no me dejará nunca. No hay nada malo en escribir un libro que la gente recuerde y lea 35 o 40 años después, pero para mí el logro más importante creo que será la trilogía sobre la que he trabajado en años más recientes, en el largo plazo esta será la obra más sustancial, incluso puede que haya una cuarta parte. Pero estoy agradecido a ‘Luces de neón’, fue lo que lanzó mi carrera, me cambió la vida, más para bien que para mal, y también, muchísima gente que no lee novelas literarias le hincó el diente a esa primera novela mía. Aún recibo cartas y correos electrónicos de personas más jóvenes que la están leyendo hoy. A menudo se trata de gente que no estudia literatura o no son críticos literarios, ni tampoco gente de esa que siempre está a la última en literatura de ficción. ‘Luces de neón’ fue una suerte de híbrido entre literatura culta y popular que llegó a muchísima gente.
Volviendo a la trilogía, en este último libro Russell es editor de un joven escritor, una estrella ascendente, Jack Carson. La relación profesional que se establece entre ellos me recuerda mucho a la que hubo entre Gordon Lish y Raymond Carver.
Ha dado en el blanco. Eso lo tenía en mente, y tengo un punto de vista interesante sobre eso, porque Raymond Carver fue profesor mío, con veintipocos años fui a estudiar con Carver, y mientras estudiaba con él estaba escribiendo ‘Luces de neón’. De hecho, cuando conocí a Carver estaba con su editor, Gordon Lish. Yo trabajaba como lector de manuscritos en Random House, y ahí fue donde me presentaron a Lish. Con el tiempo, Carver y yo nos hicimos amigos. Tengo recuerdos de Carver hablando de Lish como editor, quejándose de su labor como editor, y, con el paso del tiempo, mi mejor amigo, Gary Fisketjon, pasó a ser mi editor y acabaría siendo el editor de Carver una vez que éste despidió a Lish. Básicamente, Lish como editor entró a saco en lo que escribía Carter, editándolo a lo bestia, y Carver se fue resintiendo ante las interferencias de Lish en su trabajo. Esto es algo que seguí de cerca, de forma personal. Sin duda sirvió para dar forma a lo que escribí sobre Jack Carson y Russell Calloway, pero refleja también en parte mi propia relación con mi editor. Es muy interesante la relación entre escritor y editor.
Yo defiendo mucho la labor del editor, pero no sé si Carver estaba mejor con Lish o no..
Bueno, es una pregunta verdaderamente interesante, porque las historias de los primeros tiempos a las que Carver debe su fama fueron editadas por Gordon Lish.
Muy, muy editadas.
Exacto. Y la gente estaba encantada. Más adelante, Carver desarrolló un estilo más suelto, y creo que me gustan ambas fases de la carrera de Carver. Hay quienes le dirán que la labor de editor de Lish fue buena. Me parece una pregunta muy interesante dentro de la historia de la literatura. Es casi algo único. No tengo noticia de otras relaciones entre escritor y editor de ese calibre. Sabemos que Maxwell Perkins editó profundamente lo escrito por Thomas Wolfe, tal vez en España o Francia haya otros ejemplos, pero esto es algo bastante único en la literatura norteamericana.
Creo que usted decidió ser escritor cuando leyó a Dylan Thomas... Temo que en el futuro clásicos como él ya no estén, o no del mismo modo...
Bueno, esos creo que seguirán ahí. Ahora vivimos un momento en el que se está revisando en qué consiste ser un clásico, hay intentos por revisar el canon. Muchos querrían que la tradición fuese menos blanca y menos eurocéntrica. Y es muy posible que tengamos desacuerdos en cuanto a las tradiciones literarias en el futuro cercano. Muchos de los libros a los que ahora se está tachando de homófobos o racistas, cosas de Hemingway, por ejemplo. Ahora se discute si Hemingway es sexista, imperialista, etc. Philip Roth es otro escritor que ahora aparece como sospechoso. Yo mismo, como autor varón y blanco, no tengo muy claro que en veinte años me vayan a leer en la universidad. En los últimos 30 o 40 años sí que han leído y estudiado mis obras en clases de literatura en los planes de estudio, pero en el futuro puede que no sea así. Creo que es importante que corrijamos los desequilibrios del pasado, pero me fastidiaría que quedasen devaluados los grandes clásicos. Ya se trate de Henry James, Cervantes o Balzac, estos autores, varones y blancos produjeron obras que han dado forma a nuestro mundo, a nuestro lenguaje.
Fíjese en lo que ha pasado con la biografía de Philip Roth, Norton la ha retirado de las librerías estadounidenses una vez publicada....
¡Es de locos!
En España sí se va a publicar, el año que viene.
Es algo perturbador. Blake Bailey habrá hecho cosas terribles, pero me molesta que haya censura. El hecho de que cancelen el libro por completo.... Bailey tuvo acceso a Roth, a sus diarios, a sus entrevistas, y tratándose de Philip Roth, esta cancelación supone una importante pérdida para nuestra comprensión de una importante figura cultural. Por muy negativas que fueran algunas de las cualidades de Roth, se trata de un gran escritor estadounidense. Y ahora nos quedamos sin este documento tan importante. Me resulta perturbador.
Es muy perturbador, no sé qué va a ocurrir.
¿Y quién lo sabe? O sea que se va a publicar en España...
Sí. En España, en Francia, en Italia, en Alemania... Creo que el único país que ha cancelado la publicación del libro es Estados Unidos.
Esto me preocupa. Creo que la libertad de expresión está bajo amenaza aquí en Estados Unidos. Diversos grupos se arrogan el derecho a cancelar tipos de expresión que no aprueban; esto me parece peligroso.
Por último, pero no por ello menos importante: además de escritor, es un reputado crítico de vinos, y, como yo soy gran amante de los vinos, me gustaría pedirle que me recomiende el último que ha bebido y que le ha encantado.
Bueno, anoche me tomé un Marceau de la Borgoña, un Marceau blanco de Jean-Marc, pero se están haciendo tantísimos grandes vinos en España ahora mismo... De hecho, durante la pandemia he bebido muchos vinos españoles. No sé si conoce a Raúl Pérez...
Sí lo conozco.
También hay dos señores que hacen vino bajo el nombre de Comando G.
A esos no los conozco.
Pues son unos vinos magníficos. Han encontrado unos viejos viñedos de uva garnacha por Cadalso de los Vidrios, en Madrid, y los han restaurado. Hay muchos vinos que están saliendo de sitios como El Bierzo o Galicia, lugares que no eran populares ni hace diez años, que encuentro deliciosos. Por supuesto que siempre disfruto con un Vega Sicilia, o los grandes vinos de Rioja, todos muy tradicionales, pero hay muchos vinos nuevos en España que son realmente buenos. Y luego está la cocina española, que es soberbia. No mucho antes del confinamiento me hice una pequeña gira gastronómica por España, por Madrid, San Sebastián y Barcelona. Fue una gozada. Tengo ganas de volver (ríe).
Y yo tengo ganas de ir a Nueva York. Tal vez podamos hacer un trueque.
¡Estupendo!
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