LIBROS
Marcel Proust, tratadista del amor
Se publican una decena de relatos inéditos en español del autor de «En busca del tiempo perdido». Un acercamiento a sus orígenes y obsesiones
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Iniciar sesión«Qué diríamos si un señor guardase para él, como autógrafos, la correspondencia de Voltaire o de Emerson. La colección privada debe convertirse en museo. No hacerlo es una desgracia para la colectividad…», escribía en 1919 Marcel Proust a Walter Berry. Y en esas ... estamos. Gracias a la amistosa generosidad de Suzy Mante-Proust, la heredera del legado proustiano, Bernard de Fallois (1926-2018) pudo publicar en 1952 y 1954 dos libros inéditos de Marcel Proust, Jean Santeuil y Contra Saint-Beuve , treinta años después de la muerte de su autor. Bernard de Fallois guardó en sus archivos personales varios millares de páginas inéditas , entre las que se encuentran textos, bocetos, recortes, anotaciones, que debían formar parte de Contra Sainte-Beuve.
Son los textos de un adolescente atormentado. Nada tienen que ver con su prosa madura
Los especialistas llevan muchos años esperando en vano la publicación de ese material de trabajo. El mismo Fallois sacó en 1952 en Le Figaro , donde Proust había sido colaborador, un breve relato inédito, Recuerdo de un capi tán, que formaba parte de grupito de «cuentos» que el mismo Proust no había deseado incluir en Los placeres y los días.
Coleccionista y experto emérito en inéditos proustianos, Bernard de Fallois tampoco deseó editar, en un nuevo volumen, la decena de relatos descartados personalmente por Proust. Tres años después de la muerte de De Fallois, sus sucesores sacaron en octubre de 2019 esos «cuentos» de la primera juventud de Proust, El remitente misterioso y otros relatos inéditos, editados ahora en español quince meses más tarde.
Almas en pena
Tienen un interés literario modesto, pero permiten volver al corpus proustiano para leerlo, en su conjunto, como un tratado amoroso, semejante a la Comedia de Dante o a El collar de la paloma , de Ibn Arabí. En definitiva, el amor, en la Recherche, es la fuerza carnal y espiritual que mueve las estrellas y las almas, fuerza motriz de todo lo creado y por crear. En el caso de Proust, esa comunión de la carne y las almas en pena, r edimidas a través del amor que les dio alas y fuego , culmina en las páginas finales del Tiempo recobrado , tras la bajada a los infiernos de Sodoma y Gomorra . Los relatos de un adolescente discretamente atormentado reunidos en El remitente misterioso nada tienen que ver con la prosa del autor de la Recherche. El jovencito Proust es discípulo no sé si aventajado de Anatole France , Robert de Montesquiou y Henri de Régnier. El estilo y la legendaria frase proustiana fueron fruto maduro de otras influencias más profundas: Madame de Sevigné, Saint-Simon, Chateaubriand.
Estos relatos fueron descartados por Proust, pero vieron la luz en Francia en 2019
Si el autor de El remitente misterioso todavía está muy alejado de las fuentes bautismales de la prosa proustiana, sus tormentos amorosos, la homosexualidad, «el amor físico vilipendiado», el onanismo infeliz y solitario, las «atracciones peligrosas» (de una pudibundez que haría sonreír al Proust autor de las páginas sadomasoquistas de Sodoma y Gomorra) permiten añadir un «prólogo adolescente» al tratado de amor proustiano.
Amor filial
En la summa amorosa escrita por Proust, las sucesivas nociones y revelaciones del amor, carnal y espiritual tienen muchos rostros, cuya evocación comienza con el amor filial del narrador del libro, diciendo a su madre, «bésame». Amor infantil que tiene una primera y oculta dimensión homosexual: la jovencita Gilberte será, en la Recherche , la versión «femenina» de sucesivos amiguitos del futuro narrador.
Tras el amor filial, se precipitan los primeros descarríos del amor adulto: don Juan (Charles Swann), personaje originalmente sevillano, seducido por una furcia de altos vuelos, Odette de Crécy. Las revelaciones carnales y espirituales de los tormentos amorosos, en diversos lechos, con enamorados(as), juveniles, puros, impuros, hasta la culminación sado masoquista en un hotel parisino terminarán poniendo los cimientos de la magna catedral del Tiempo recobrado, cuando todos los héroes yacen en la tumba o se dirigen hacia ella y el aura del amor sigue iluminando sus vidas. No es un secreto que esa unión mística de las almas, en la tierra prometida de la revelación del gran arte, viene, en el caso de Proust, de su descubrimiento de las telas de Mariano Fortuny y Madrazo, al que conoció en Venecia.
La prosa, el estilo y la estética del Proust de El remitente misterioso no tienen nada que ver con la del autor de la Recherche . Son la expresión infeliz, física y literariamente, de una angustia juvenil, incapaz de comprender, condenada a sufrir, sin remedio, errante en una oscuridad sin orillas ni mañana. Sus tormentos carnales, por el contrario, son la materia «bruta» con la que el narrador trabajará toda su vida hasta encontrar el estilo que ilumina el dolor, la angustia física y moral, con una luz que perdura más allá de la muerte.
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