LIBROS
Manuel Chaves Nogales al completo
La «Obra completa» del periodista sevillano, a cargo de Ignacio F. Garmendia, es un excelente fin de viaje tras la avalancha de rescates de las últimas dos décadas

Hijo y sobrino de periodistas, Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897; Londres, 1944) plantó su firma en un periódico por primera vez con 17 años. Se trataba de un poema tardoadolescente que, de haber sabido que un siglo después se leería en la primera ... página de su Obra completa, nunca habría escrito. La poesía fue un pasatiempo pasajero; la muerte prematura de su padre y las necesidades económicas de la familia lo apartaron de sus estudios de Filosofía y Letras y lo ataron de por vida al periodismo.
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Los primeros artículos los firmó en El Liberal y El Noticiero Sevillano . En ellos no se reconoce al escritor moderno y accesible en el que se convertiría. La prosa de la época exigía un tono rimbombante, y así escribió sus primeras noticias y los ensayos que dieron forma a su primer libro, La ciudad (1921, volumen I de la Obra completa ), pero ya entonces atesoraba una lucidez que lo llevó a definir el periódico como «una maquinaria en la que cada ruedecita, para ser eficaz, ha de girar con la gracia de la más omnímoda libertad».
Siendo un aprendiz de periodista, definió el periódico como «una maquinaria en la que cada ruedecita, para ser eficaz, ha de girar con la gracia de la más omnímoda libertad»
Esa fe en la libertad la mantuvo siempre: en España, de donde salió en plena Guerra Civil por su incompatibilidad con fascistas y comunistas, y en Francia, país que abandonó rumbo a Londres cuando llegaron los nazis. Más allá de algún artículo con dejes misóginos, al periodista sevillano no se le conoce tacha moral.
Unos, con Andrés Trapiello a la cabeza, lo han reivindicado como el máximo exponente de la «tercera España». Otros han visto en él a uno de esos escritores que ya hacían Nuevo Periodismo antes de la banda de Tom Wolfe , y lo han incorporado junto a Josep Pla y Gaziel a la Santísima Trinidad del periodismo. Muñoz Molina , quien mejor lo ha definido, ha dicho de él que es el Orwell español.
La recuperación de los textos de Chaves Nogales , que durante toda la segunda mitad del siglo pasado quedaron relegados al ostracismo, ha sido uno de los acontecimientos literarios de las últimas dos décadas. La publicación de los cinco volúmenes de su Obra completa (Libros del Asteroide en coedición con la Diputación de Sevilla), a cargo de Ignacio F. Garmendia , es un excelente fin de viaje que ordena por fechas y de manera temática la avalancha de novedades de todos estos estos años –a cargo de Libros del Asteroide, Renacimiento y Almuzara– e incluye además otros setenta textos inéditos.
Seis de ellos pertenecen al periodo 1920-1923, cuando participó en el nacimiento de La Voz de Córdoba y comenzó a colaborar con la prensa madrileña. Estos artículos, al igual que los relatos de Narraciones maravillosas y biografías ejemplares de algunos grandes hombres humildes y desconocidos (1924, volumen I), fueron forjando su personalidad y afilando su pluma antes de su desembarco definitivo en el Heraldo de Madrid , con 27 años.
Su trabajo en Córdoba y sus primeras colaboraciones en la prensa madrileña fueron forjando su personalidad y afilando su pluma antes de su desembarco definitivo en el Heraldo de Madrid
En la capital no rehuyó el debate público e incluso protagonizó una polémica desde su tribuna que acabó en las páginas de sucesos de los periódicos: «El escritor madrileño Mariano Benlliure, hijo, agredió hoy a bastonazos al periodista Manuel Chaves Nogales, en momentos en que iba acompañado de su esposa. El señor Chaves repelió la agresión, mordiendo en la nariz a Benlliure».
Del escritor José María Salaverría , en una de las críticas literarias que publicó, señaló que tenía «el trágico destino de no ver sino su propia figura reflejada» en todo lo que miraba: «Saben todos que no hay más enemigo que el enemigo interior, el de la propia incapacidad, y que no hay más lucha que la de uno con uno mismo para mejorarse».
Consagrado como reportero tras ganar el premio Mariano de Cavia de 1927 por sus crónicas sobre la aviadora Ruth Elder , se embarcó en un viaje que plasmó en las veintiséis crónicas de La vuelta a Europa en avión (1929, volumen II). En el prólogo, magnífico, rompió con el «periodismo de mesa» que había hecho hasta la fecha y sentenció que «contar y andar es la función del periodista». Son textos que recogen las secuelas de la revolución bolchevique y la irrupción del fascismo en Italia, pero en ellos persiste aún un tono ligero, más propio de un articulista «cambiano» que de un reportero.

Su siguiente destino como corresponsal sería París. Allí tomó contacto con exiliados rusos y con sus testimonios escribió Lo que ha quedado del imperio de los zares (1931, volumen II), unos reportajes en los que jugaba con lo folletinesco y lo escandaloso. «Kérenski es el caso patético del hombre inteligente cogido por el engranaje de hechos monstruosos, superiores a toda previsión intelectual», apuntó, sin saber que a él le pasaría lo mismo.
«Kérenski es el caso patético del hombre inteligente cogido por el engranaje de hechos monstruosos, superiores a toda previsión intelectual», apuntó, sin saber que a él le pasaría lo mismo
Para entonces había vuelto a Madrid, con la misión de hacerse cargo del periódico Ahora . Impulsó un diario de centro, moderno y erudito. Con la proclamación de la República manifestó su apoyo al régimen legalmente constituido. Entrevistó a líderes políticos como Azaña o Lerroux, cubrió la Revolución de Asturias, abordó el problema de Marruecos, escribió sobre la Semana Santa sevillana y viajó a Italia y Alemania: «Más, mucho más de lo que pueda ofrecer el comunismo a las masas proletarias, lo ofrece Hitler a los rebeldes alemanes».
Chaves Nogales se había convertido en un escritor ágil, con colmillo. Las veintisiete entregas del folletín-reportaje El maestro Juan Martínez que estaba allí (1934, volumen III), donde narró las aventuras de un bailarín flamenco que fue sorprendido en Moscú por la revolución bolchevique, lo demuestran.
Reescribió en primera persona las vivencias de su protagonista en un libro que no es periodismo, porque en estas páginas hay mucho de recreación, ni tampoco alta literatura, pero sí una entretenida novela picaresca que desvela la crueldad de los dos bandos que se enfrentaron.

Idéntico método –se llame biografía novelada, memorias dictadas o novela de la realidad, lo mismo que hizo Pla en Vida de Manolo (1928)– siguió para ordenar en Juan Belmonte, matador de toros (1935, volumen IV) los recuerdos que le relató el popular torero.
Chaves, que nunca acudió a ninguna corrida, firmó uno de los libros de toreo más populares, el único que tuvo recorrido editorial tras su muerte. A diferencia de Juan Martínez, aquí sí consiguió dar unidad a las andanzas del biografiado y esbozar los males que explotarían en la guerra civil.
Chaves, que nunca acudió a ninguna corrida, firmó uno de los libros de toreo más populares, el único que tuvo recorrido editorial tras su muerte
La guerra afianzó a Chaves en sus principios. El periódico Ahora cayó en manos de los rojos y un comité lo nombró director. Aceptó, no sin antes advertir de que a él, «un pequeño burgués liberal, ciudadano de una república democrática y parlamentaria», un revolucionario le parecía tan pernicioso como un reaccionario.
Cuando el Gobierno abandonó Madrid y huyó a Valencia, el periodista se marchó con su familia a Francia, convencido «de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar», como escribe en el brillante prólogo de A sangre y fuego (1937, volumen IV).
Los relatos del libro están inspirados en sucesos reales y se elevan, más que por su valor literario, por la vertiente ideológica, y han quedado como un imperecedero manifiesto contra la sinrazón: «Yo he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos. Para un español quizá sea este un lujo excesivo».
Chaves lo pagó con un destierro de cuatro años en París, desde donde siguió escribiendo sobre la realidad española con una independencia y una clarividencia muy poco habituales. «No hemos sabido hacer en este periodo revolucionario unos periódicos sinceros y veraces –apuntó–. Algún día nos lo tomarán en cuenta».
Su libro más imponente, La agonía de Francia, es el único que no fue publicado con anterioridad en un periódico
A estas primeras crónicas de la Guerra Civil le siguen las crónicas de la posguerra civil y de la segunda guerra mundial. El grueso de los textos inéditos de la Obra completa documentan los últimos trabajos de Chaves antes de huir de Francia y anticipan su libro más imponente, La agonía de Francia (1941, volumen V), el único que no fue publicado con anterioridad en un periódico.
Su apasionada defensa de la razón, su oposición a los totalitarismos, la lucidez serena de quien se sabe condenado y se ve obligado a abandonar a su familia… todos esos valores que había anticipado en sus libros anteriores convergen de manera portentosa en este ensayo sobre la rendición ante el nazismo.
«Hasta ahora no se ha descubierto ninguna forma de convivencia humana superior al diálogo, ni se ha encontrado un sistema de gobierno más perfecto que el de una asamblea deliberante, ni hay otro régimen de selección mejor que el de la libre concurrencia: es decir; la paz, la libertad, la democracia», concluye.

La agonía de Francia , escrita durante sus últimos días de París y los primeros de Londres, basta para justificar el lugar de privilegio que hoy ocupa Chaves Nogales.
Murió en la capital británica con 46 años, un mes antes del desembarco de Normandía y al tiempo que en España era condenado por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo.
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