ARTE
Manuel Borja-Villel: «Parte de la historia del arte contemporáneo en España es el Reina, se quiera o no»
El Museo Reina Sofía cumple en este 2020 tres décadas en un contexto que no anima a las celebraciones, y sí a replantearse el presente y el futuro de una institución artística básica en España. Su director actual, Manuel Borja-Villel, hace balance
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Iniciar sesiónLo recuerda su director actual, Manuel Borja-Villel, el primero elegido por concurso público y el que lleva más años en el cargo: En las tres décadas que alcanza ahora, el Museo Reina Sofía , con sus luces y sus sombras, ha consolidado una importante ... colección y ha ayudado a generar tejido y contexto en nuestro país. Hoy, con sus cuatro millones de visitantes actuales, reducidos al 30 por ciento por la pandemia, su vocación de servicio público sigue intacta. Por eso se sobrepone al coronavirus afrontando la carestía y con el reto de la digitalización pendiente. Así entiende su pasado, su presente y su futuro su responsable.
Treinta años después y con la que está cayendo, ¿qué tiene que celebrar el museo?
Lo primero, que estamos vivos. Luego, cualquier aniversario siempre es buen momento para repensar lo que se ha hecho y lo que vas a hacer. Especialmente en un tiempo como el actual, que es más que una crisis. Y con todos los altibajos del museo, el Reina Sofía es una de las cosas que le han salido bien a este país: la colección tiene una identidad propia. Los programas de exposiciones temporales, también mejorables, tienen una destacada presencia internacional.
«El Reina Sofía se encuentra en el top cinco de los museos mundiales. MoMA y Pompidou están en una liga superior por los fondos inabarcables del primero y todo lo que heredó el segundo»
Todo esto se acompaña de un archivo/biblioteca, un centro de estudios, el tejido en redes... A lo que se suma que este es un museo querido. En España, en el que parece que todo es antipático, pasó de ser un museo que no generaba buenas vibraciones a ser un espacio en el que, cuando abrimos tras la cuarentena, hubo gente que se puso a llorar.
¿Y las reflexiones que se hacían sobre el museo en enero, cuando comenzó este aniversario, son las mismas que las que se hacen en diciembre?
Yo vengo de la crítica institucional, es una postura que siempre ha estado ahí, pero la pandemia ha acelerado muchas cosas. Si finalmente se aprueban los presupuestos en el Congreso, el Reina es una de las instituciones que va a recibir fondos europeos, que en esta ocasión propiciarán el desarrollo de cuatro líneas de trabajo: una, que el museo sea sostenible y mucho más verde. Una de las voces que se alzaron cuando se produjo todo esto fue la de por qué no cerramos, si no hay nadie que nos visite. Cabe preguntarse quién es «nadie».
Lo que no hay son turistas ni grupos escolares. Pero el resto, ese resto, sí que sigue viniendo, muy joven en general, que no gasta, pero ante el que tenemos que funcionar como servicio público. Dos, todo lo que tiene que ver con la digitalización. Queremos que todos los fondos del museo estén disponibles en red. Quedan otros dos puntos muy queridos para mí: la idea de «museo conectado», que se opone al concepto de franquicia, junto al concepto de «museo situado», es decir, asumir que hablas desde una proximidad muy determinada, en un contexto artístico, en este caso, de ultraprecariedad.
Mencionó la colección como logro. ¿Se puede decir que el Museo Reina Sofía ya no es solo la Casa del «Guernica»?
Desde luego. La tentación cuando se pone en marcha es que este hubiera sido un centro muy actual, dando pie a una colección mimética a muchas otras. La llegada del Guernica actuó como un ancla sobre la que pivota la representación de las vanguardias alrededor de la República y todo lo que significó la Guerra Civil, el exilio, el franquismo... Esta podría haber sido una de esas colecciones homogéneas que hay ya en demasiados sitios, que aquí, pese a sus lagunas, cuenta una historia propia.
¿Pero cómo se consigue que el visitante no venga solo por esta obra?
Tenemos tres bloques de visitantes: los turistas, que no solo vienen por el Guernica . Para los japoneses es una tragedia no ver Mujer en la ventana , de Dalí, no ver Miró... Luego está el público de los palacios, Cristal y Velázquez, que es muy arbitrario porque suele ser gente que va al Retiro. Y luego está ese público que «va de exposiciones», más joven que el de otros museos. En estos meses que hemos abierto varias, ha subido.
¿De que porcentajes habla?
Con trazo muy grueso, los turistas ocuparían el 60 por ciento de la tarta. Los grupos escolares, un veinte por ciento, que van a colección, pero no solo a vanguardia histórica. Y el resto de cuatro millones, un veinte, son los que acuden a las exposiciones. Ahora hay muchos menos visitantes, sí, pero seguimos haciendo actividades paralelas, conferencias, y muchas son virtuales. Estas tienen ahora una gran demanda. Para Judith Butler teníamos a mil personas conectadas. En el museo, la media de una conferencia en el auditorio son 70 personas. Y lo importante es que muchos de los que se conectan lo hacen desde Iberoamérica. Dicho esto, sí que hay una asignatura pendiente y es que el mundo del arte es hegemónicamente inglés. La proyección del Reina como marca pasa por salvar este escollo.
¿Cuáles son hoy los puntos fuertes y los puntos débiles de la colección del Reina?
Un punto fuerte quizás no tan conocido son los contenidos contemporáneos, de los noventa en adelante. Otra parte importante, no en cantidad pero sí por su coherencia, es todo ese momento desde Mayo del 68 que recorre el Minimal, el Preconceptual, con obras casi de manual. La colección vuelve a ser potente en los ochenta, y eso es trabajo de la Fundación. Las vanguardias históricas, años treinta, son fundamentales. Y no olvidemos figuras individuales como Juan Gris, Miró, Salvador Dalí , Ángeles Santos...
«Ahora que hay crisis, hay que salvar el Reina, pero el Reina no solo somos nosotros: es todo un ecosistema de galerías, artistas, productores de arte, que pivota alrededor. Cuando tomamos una decisión tenemos que tener en cuenta que estas afectan a muchas personas»
Pero, ¿qué no tenemos? No tenemos una representación importante de Expresionismo Abstracto, ni creo que la vayamos a tener. No tenemos primer Cubismo, pero sí, a través de la colección de Telefónica , de su segunda etapa. Aún así, la colección es potente y sobre todo muy personal. Y lo vemos en las peticiones de préstamos.
Otro hito, ya lo ha mencionado, fue crear en 2012 la fundación. Para el que no sepa que significa eso, ¿qué supone?
Ha habido dos hitos en la parte de gestión fundamentales. Uno es desarrollar una ley propia. Fue la que nos permitió seguir viviendo cuando llegó la crisis anterior y se nos recortó el presupuesto en un 45 por ciento, porque nos facilitó tener ingresos propios. El otro es la fundación, que permite que lleguen al museo importantes donaciones de coleccionistas, que además suelen ser obras de una lista previamente confeccionada por nosotros. El que sea a petición es fundamental: evita que la colección lo sea por aluvión.
El museo trabajaba ahora en una ampliación, la de la Sala Ao. ¿En qué punto está y qué supondrá?
A la obra le quedan dos meses. Se tuvo que parar por Mondrian, con cuyas piezas, muy delicadas, comparte planta. Si todo va bien, hacia octubre estará en marcha. Las novedades allí serán que entre la arquitectura en el museo. También permite replantear vanguardias y franquismo. Habrá más foto, y, obviamente, se dará cancha a la parte contemporánea, que quiere ser una reflexión sobre este país y sobre el papel de este museo en este país. Porque parte de la historia del arte contemporáneo en España es el Museo Reina Sofía, se quiera o no.
Ahora que está tan de moda, y que también se barajó: ¿Habrá espacio para el Centro de Cálculo?
Desde luego. Además hemos ido comprando cosas al respecto.
¿Hay competencia en el ámbito de los museos internacionales? ¿Es más importante la Tate que el MoMA o el Reina que el Pompidou?
El Museo Reina Sofía se encuentra en el top cinco. MoMA y Pompidou están en una liga superior por los fondos inabarcables del primero y todo lo que heredó el segundo. Y aunque tengo amigos y colegas en el MoMA, como Christophe Cherix, en nuestro comité asesor, a mí me decepcionó bastante su colección.
Decía Dora García que el arte es para todos pero solo unos pocos lo saben. ¿Solo saben unos pocos que este museo español está en el top cinco de los mundiales?
Ese es otro de los ejercicios de difusión y reflexión que ha de hacer el museo. Es una tarea pendiente. Creo que la marca es potente pero nos falta explicar los contenidos. Es algo que me preocupa. Ahora que hay crisis, hay que salvar el Reina, pero el Reina no solo somos nosotros: es todo un ecosistema de galerías, artistas, productores de arte, que pivota alrededor. Cuando tomamos una decisión tenemos que tener en cuenta que estas afectan a muchas personas. El Reina debería ser una locomotora para todas ellas.
Algunos centros como el Pompidou o el Louvre han optado por las sucursales. ¿Están fuera de la órbita del Reina?
Sí, por tres razones: La primera es ideológica. La franquicia tiene mucho de pensamiento neoliberal y neocolonialista, que sería la segunda, donde el interés es el beneficio económico –la tercera–, no las personas o el conocimiento.
Por cierto, querían ustedes crecer en Tabacalera...
Eso es una leyenda urbana. Nunca hemos querido apropiarnos del edificio. No queremos un espacio extra para exponer. No tiene sentido hacer más exposiciones. El covid nos ha enseñado que de lo que se trata es de saber manejar las imágenes y desescalar los formatos. Sin embargo, sí que Tabacalera está vinculada a una idea de centro de estudios, talleres o residencias que no puede estar en la sede de Santa Isabel y que es compatible con lo que ya hace Tabacalera . Y eso redundaría en esa vocación de altavoz del ecosistema español con el que estamos comprometidos.
Ahora que habla de leyendas urbanas, hay una que dice que los ministros de cultura se llevan mejor con los directores del Prado que con los del Reina, porque ustedes trabajan con artistas vivos.
Era el director de la Phillips Collection el que comenzó una conferencia diciendo que el artista, cuanto más muerto, mejor. Lo que está claro es que en el Museo del Prado no hay ni artistas, ni herederos, ni derechos. Luego los creadores, y por eso los amamos, son especialistas en «montarte pollos».
Me centro ahora en usted: ¿Es el Reina Sofía hoy un museo personalista?
Creo que no. Yo creo en las instituciones. Y justo por eso he durado en ellas. Ahora bien, todos hablamos desde un contexto. Y todos los grandes museos han tenido alguna vez un nombre y un apellido. No lo critico. Pero si este fuera mi museo privado estaría exponiendo todo el día a Marcel Broodthaers , que lo he programado, una vez de las más de cien expos que he hecho aquí.
Se le acusa de dar la espalda al arte español.
Y creo que tampoco es así. Lo que ocurre es que al igual que sucede con los buenos entrenadores, y Cruyff lo hacía mucho, a los jugadores más rápidos no se les coloca al principio del partido. Y el museo no son solo exposiciones: son también compras, actividades paralelas, es colección... El núcleo es la colección, por supuesto, y la nuestra, no es que sea española, es que casi le falta la bandera de Colón. Es ultralocal, en el buen sentido, se va ramificando y habla desde nuestro punto de vista.
Y a las feministas tampoco las tiene contentas.
Podemos decir que es otra leyenda urbana. Quizás eso era censurable al principio, y hay que tener siempre en cuenta de dónde se viene y dónde se va. Pero cuando se hacen ahora adquisiciones se tiende a la paridad. Es algo en lo que también nos fijamos al programar.
¿Qué le deseamos al museo para los próximos 30 años?
A los que estén aquí entonces yo les deseo que un museo que ya es potente ahora por su colección, por su nombre, lo sea también por su ecosistema. Eso querría decir que la idea del Reina Sofía como locomotora ha tenido éxito.
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