ARTE
La magia cotidiana de Joan Brossa
Magnífica la revisión que, con el amparo de la galería Miguel Marcos, se realiza del poliédrico universo del catalán en el CEART de Fuenlabrada (Madrid)
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Iniciar sesiónLa fascinante imaginación de Joan Brossa sigue girando. La impresionante revisión que comisaría Enrique Juncosa en el CEART permite comprobar que este poeta era singularmente plural y que su condición ‘total’ le llevó a adentrarse en el cine, el teatro, ... las acciones, la magia y los objetos, haciendo en todo momento visible su peculiar sentido del humor. Admirador de Lorca y cercano a la pasión metafórica de Gómez de la Serna , se inició en la vanguardia en diálogo con J. V. Foix , aproximándose en los cuarenta a Miró , del que dijo que «tratar con él era una fiesta».
En una foto publicada en numerosas ocasiones lo vemos ‘comiéndose’ algunas cartas de una baraja, tal vez sugiriendo que el azar se ha vuelvo comestible. Este poeta anómalo, fundador de la revista ‘Algol’ (1947) y activista fundamental en la peripecia de Dau al Set (1947), estrechamente ligado a Tàpies , se dejó llevar por el gusto de lo sorprendente, asumiendo el azar, disfrutando del transformismo que, para él, representaba a la perfección Frégoli.
Tres obsesiones
Según Pere Gimferrer , es el ámbito de la visión mágica de la Naturaleza donde se desarrollan las tres obsesiones más características de la poesía brossiana: la personificación animista, la repetición y la interrelación del mundo natural y el de los objetos. Uno de los libros decisivos de este creador es el que lleva el curioso título de ‘Me hizo Joan Brossa’ (1951), prologado por Cabral de Melo , que subraya que en esos poemas se «cantaba lo real», apartándose de lo que califica como «magia de cartón-piedra».
Desde los fascinantes cuadernos de poesía visual que realiza en 1959 hasta las acciones y obras teatrales como ‘La suite bufa’ (1966), va afianzando su universo de movimiento sutiles, seducción teatral y, sin embargo, cercanía familiar.
En una entrevista de 1992, Brossa se define como poeta: «Solo soy poeta. Solo quiero seguir siendo poeta. El poeta es un artista del lenguaje. Tiene distintos lenguajes. Pero todo sale del mismo subterráneo». Aclara que en ocasiones cambia de código, pero que se mantiene siempre en el ámbito de la poesía. «Lo que no me gusta -apostilla- es que me llamen artista, porque es algo que suena a comercial».
En última instancia, el método de trabajo de Brossa es la vida: él contempla y recoge lo que pasa, modifica objetos, transcribe conversaciones, da rienda suelta a su sentido del humor, en el que lo común está dispuesto en clave ilógica. Entre el sarcasmo poético y el haiku, ofrece un fragmento de realidad que, transformado en versos, adquiere un tono divertido e inquietante. También es cierto que en su escritura o sus objetos pueden aparecer cosas imprevistas , serias objeciones a los códigos establecidos en un tiempo desquiciado.
Tuvieron que pasar cuatro décadas para que sus obras comenzaran a tener presencia en el sistema del arte. A finales de los ochenta, puede, por fin, realizar numerosos ‘poemas objeto’ como ‘Cinema’ (1988), en que se entrelazan un trozo de celuloide y unas gafas de metal sin cristales, o los ‘zapatos espía’ (1991) con unos inquietantes ojos dentro.
En 1988 recibe el premio de poesía Ciudad de Barcelona, expone en la de Múnich y en La Máquina Española de Madrid y, en 1991, Victoria Combalía comisariará una imponente retrospectiva en el Museo Reina Sofía . En 1992, Miguel Marcos , que ahora participa activamente en esta cita, le organiza una itinerante, realizará una muestra en su galería de Zaragoza y presentará piezas suyas en Basilea. Abrirá su sede en Barcelona en 1998 con los divertidos ‘emplazamientos’ de este poeta, que era capaz de dejar que la lluvia compusiera poemas.
La poesía insolente de Brossa no deja de sorprender, sus hallazgos (el teléfono sobre el dado, los auriculares con pendientes, la baraja candada, el ojo como tapón de la botella) son memorables. Ahora podemos volver a disfrutar con la visión de la silla seccionada en dos ( ‘David’ , 1997) por un diminuto serrucho, la jaula con pecera (‘Interior en el interior’, 1998), la barca de Caronte sobre confeti (1998) o la magnífica ‘Engañifa’ (1999). El humor de estirpe surrealista de Brossa le permitió barajar las cartas de muchas maneras. Su lujo visual dejó huella. La magia cotidiana de Brossa nos seduce.
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