LIBROS
Maestro Marsé, por siempre
En su última novela, «Esa puta tan distinguida», el escritor barcelonés, Premio Cervantes 2009, demuestra que mantiene la misma fuerza e inspiración que en sus primeras obras
Juan Marsé en el despacho de su casa de Barcelona
Es para descubrirse. Juan Marsé ha conseguido todos los premios y reconocimientos y podría haberse echado a dormir sin que hubiera lugar a ningún reproche. Sin embargo, escribe su última novela con la misma fuerza e inspiración de las primeras. Es una novela aparentemente ... ligera, pero tal apariencia es engañosa. Se nota fruto de una autoexigencia y resultado de cuidada elaboración. En esta narración hay muchas cosas engañosas, empezando por el título, según anuncia en una divertida entrevista en «La Vanguardia» de la que solo ofrece sus respuestas y que da comienzo a una obra en la que hay mucho del Juan Marsé anterior. Sin duda, nadie quiere que deje de ser él, ni que su escritura sea otra cosa que ese merodeo por la memoria , precisamente la protagonista de la novela, pues esa puta tan distinguida es la facultad de la memoria, que juega malas pasadas.
Hecho real
Al mismo tiempo, la novela no deja de tratar l a historia del asesinato de una puta , basada en un hecho real, ocurrido en un cine de barrio de la Barcelona de 1949. La vitalidad literaria de Juan Marsé se observa en que, junto a referencias a historias aparecidas en novelas anteriores, como son, entre otras, las que se refieren a «El embrujo de Shanghai», o a la señora Mir de « Caligrafía de sueños », añade novedades muy interesantes. La primera radica en que ha dado rienda suelta al humor . Las escenas con la criada Felisa, un personaje muy gracioso que le sirve para grandes homenajes al cine americano ; o la desternillante escena que imagina de un matrimonio en la sala de espera de la consulta médica, por no hablar de la puta ciega, y cuánto provecho pretenden sacar de un personaje así los productores de cine, o, por último, la nadadora vieja que le adelanta siempre en la piscina.
No es detalle menor que en la literatura pervivan las palabras de siempre: se diga puta o marica
Muestran todas a un Marsé festivo, que se divierte. Junto al humor, está, claro, la retranca de alguien que aprovecha para homenajes (como el mencionado al cine clásico de Hollywood), pero también para dar sopapos satíricos al cine español y a la ambición crematística de los productores, o la bazofia que el mundo del espectáculo ha introducido en el arte mayor de nuestro tiempo. Se desquita el escritor barcelonés de la poca fortuna artística que han tenido las adaptaciones cinematográficas de sus obras , y lo hace además imaginando un proyecto (no sabemos si cierto, aunque es muy plausible que lo fuera) de un guión que acepta para ganar unas pelas, al que las condiciones e intereses de la productora llevan a un lugar muy distinto del que él había ideado. Porque Juan Marsé convierte «Esa puta tan distinguida» en una representación de su estética , de su idea de lo que una ficción (sea novelista o cinematográfica) debiera ser. Nunca realidad, por favor; se engañan quienes ven a Juan Marsé desde el documento directo.
Cruces
Por el contrario, vindica la imaginación y los sueños. Por eso esta novela ha ido fraguando un tributo al cruce que se da entre la memoria personal y la realidad del entorno, los barrios, los cines a los que se asistía a ver la película «Gilda ». Sus memorables escenas son recorridas por una especie de fundido que consigue que los lectores no estemos seguros de estar en la novela o en el cine del que habla. Después de todo, trata de los pasos de escritura de un guión que se ha ido creando a la par. Otro ingrediente muy interesante de esta novela, y que da cuenta de su vitalidad literaria: Juan Marsé ha tomado una lección de sus discípulos literarios (declarados o no).
El mecanismo de ofrecer una obra haciéndose -como si fuera una investigación sobre un hecho real que la novela rastrea en el proceso de su reconstrucción- es mecanismo que ha nutrido a Ignacio Martínez de Pisón, a Javier Cercas o al último Antonio Soler. Del mismo modo que hacer una broma constante de la presencia del propio autor me ha recordado a los últimos libros de Enrique Vila-Matas .
De manera que en esta novela está, por supuesto, el Marsé de los cines de barrio en el primer franquismo, como está la crítica directa a personajes reales de la represión franquista contra los miembros de la CNT, o bien la denuncia de las espeluznantes prácticas psiquiátricas encaminadas a intentar borrar la memoria de los pacientes. Pero también encontramos al novelista encariñado con esos personajes frágiles , como es el caso de su interlocutor, el asesino Fermín Sicart, o la madre de éste, dedicada a la prostitución en bares del Paralelo.
La mejor verdad
Marsé sabe que la única forma de hacer verosímil una historia es que al autor le importe y consiga transmitir a su lector que, tras la mesa de trucos de la trama, se halla la imponente vocación de seguir dando vida a criaturas de ficción que esconden la mejor verdad posible. No se encuentra en los periódicos o en los «realitys» televisivos, está en el gran cine o en novelas como ésta que tanto se parece a las películas de las que habla. Por último, no es detalle menor que en la literatura pervivan las palabras de siempre, y se diga puta o marica; aparezca lo que la gente dice o decía. Todavía es posible en España, no se sabe por cuánto tiempo. Menos mal que Marsé sigue sin doblegarse.
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