LIBROS
La literatura a orillas del Nilo del viejo Egipto
‘El Río de Osiris’ reúne las cien aportaciones más relevantes de la milenaria civilización egipcia a las letras universales
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Iniciar sesiónAl comienzo del libro II de su Historia Heródoto define Egipto como un «don del Nilo». Toda la fabulosa historia del Egipto faraónico, su carácter emblemático y ejemplar respecto de las naciones vecinas que se inspiraron en su sabiduría milenaria, existe solo porque existe ... un río en torno al cual surgió la poderosa civilización egipcia, nacida en un desierto convertido en vergel por obra y gracia del Nilo. Dentro del panteón egipcio, célebre entre otras cosas por servir de innegable sustrato a religiones de salvación como el cristianismo, el dios Osiris ocupa un lugar principalísimo, similar al de Zeus en el panteón helénico.
De ahí el título del estupendo libro: ‘El Río de Osiris’. Con él sus autores, Miguel Ángel Elvira y Marta Carrasco , están aludiendo al caudaloso, al fértil, al imprescindible río Nilo, que es verdaderamente el padre de esa criatura fantástica con vocación de eternidad que fue el Imperio Egipcio entre el Reino Antiguo y la Monarquía Ptolemaica, durante más de tres mil años. Más de tres milenios que parecieron no transcurrir: tal fue la batalla contra el paso del tiempo que libró el Viejo Egipto, tan constante en sus rasgos de carácter conceptuales y artísticos, tan adicto a la perseverancia en unos valores sociales, culturales y religiosos construidos para ignorar la caducidad de todo.
Bradbury
Los profesores Elvira y Carrasco se han propuesto recoger en cien textos fundamentales la literatura egipcia de ese larguísimo período, sin recurrir a la exhaustividad de cada testimonio literario, sino resumiendo la mayor parte de las veces su contenido , sin que esa labor de síntesis niegue al lector una información cabal de los textos, que, si se ofreciesen completos, rebasarían con seguridad el número conveniente de páginas y hasta se harían enojosos. La estética de lo fragmentario -según la cual sería insoportable que hubiesen llegado íntegros hasta hoy los ‘corpora’ de líricos griegos como Safo y Alceo , por poner tan solo un ejemplo- preside el florilegio presente. Así, en un volumen único de menos de 400 páginas, se ofrece la posibilidad al lector culto en general, y al estudiante o estudioso de la historia antigua en particular, de acceder a las joyas más relevantes de la literatura egipcia faraónica, reducidas al guarismo mágico de cien por puro capricho aritmológico.
He aquí himnos religiosos, sus poemas eróticos, sus historias fantásticas...
En el prólogo de Bradbury a sus ‘Cuentos de dinosaurios’ aduce el maestro tres temas que, de ser abordados en relato, ensayo o novela, nunca defraudarán al lector por la carga mítica y simbólica que encierran: el Antiguo Egipto, la vida en el planeta Marte y los dinosaurios. Sabedores del inmenso fervor popular que suscita cualquier tipo de publicación sobre el país surcado por el río de Osiris y sobre la asombrosa civilización que trajo consigo, los autores de esta antología han coleccionado las muestras más relevantes del legado literario egipcio y las han trasladado a un castellano claro, sencillo y elegante, accesible a toda clase de lectores, regido en todo momento por el principio de una claridad expositiva no exenta de didactismo. Algo así como el alemán que emplearon los hermanos Grimm en la transcripción de las versiones orales que subyacían a la versión escrita de sus ‘Märchen’, o como el inglés utilizado por el folclorista Andrew Lang en las fascinantes historias de que constan sus ‘Fairy Books’ de muchos colores, o como el estilo directo y sencillo desplegado por Afanásiev en ‘Cuentos populares rusos’.
Ilustrado
El resultado no puede ser más satisfactorio. En un libro de tapa dura y profusamente ilustrado con las soberbias acuarelas decimonónicas del pintor británico David Roberts y otras muchas imágenes, se faculta al lector para recorrer, con plena garantía de disfrute y conocimiento, las cien aportaciones más relevantes del Viejo Egipto a las letras universales. Me permito citar algunas especialmente famosas: el primer ‘Canto del arpista desencantado’, perteneciente al Imperio Antiguo; l as ‘Memorias de Sinuhé’ y el ‘Cuento del náufrago’, textos ambos del Imperio Medio, y ‘El sueño de Tutmosis IV a los pies de la Esfinge’, el gran ‘Himno a Atón’, del faraón hereje Akhenatón, o la maravillosa ‘Historia de los dos hermanos Anup y Bata’, tres textos inolvidables del Imperio Nuevo.
Con ese bagaje de literatura faraónica en tus alforjas, un tema por lo menos de los tres ponderados sobremanera por Bradbury dejará de tener secretos para ti, y podrás soñar con el Antiguo Egipto como lo hicieran antes que gente como Poe, Gautier o Waltari, entre los escritores que practicaron la egiptomanía en las letras universales. Y aprobarás una de las asignaturas estéticas que todo ser humano sensible debe aprobar antes de morir, o sea, la preciosa literatura del país de las pirámides: sus himnos religiosos, sus poemas eróticos, sus historias fantásticas, sus crónicas históricas, sus reflexiones nihilistas, sus teogonías noveladas.
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