POP

La liberación de Taylor Swift

La cantante estadounidense hace una catarsis en un documental, regraba su catálogo y da un giro «folk» en su nuevo disco

Taylor Swift en la gala de los últimos premios MTV, celebrada #en New Jersey

Álvaro Alonso

Taylor Swift sentada al piano, con su gato y sus uñas color rosa. Así es la primera escena en su casa de Miss Americana , el documental sobre su vida (Netflix). Impresiona el primer plano, cuando le llama su mánager avisándola de ... que no está nominada en ninguna categoría en 2018. Taylor se come las uñas, mientras contesta: «Está bien. Tengo que hacer un disco mejor». Sabe que es una fábrica de vender discos , más de un millón este 2020. Las reuniones de presentación de un nuevo trabajo, en su caso, se asemejan a un consejo de ministros. Y sabe que, si no presenta algo bueno, el fiasco es de dimensiones apocalípticas.

La suerte está echada cuando se sienta al piano. Porque su «nicho» es contar historias. Es conocida la barrabasada de Kaney West quitándole el micro y afeándole en público el galardón en los premios de la MTV de 2009. Hasta Barack Obama tuvo que declarar que West se comportó como un «imbécil». Al obtener su segundo Grammy con el disco 1989 , al que el propio Ryan Adams se rindió regrabándolo en clave rockera, se pregunta Taylor: «¿Y ahora qué? ¿Es esto todo lo que quieres? No tengo a quién llamar, un amigo con quien compartir este momento». Reflexiona por si, a punto de cumplir 29, no será alguien que ha madurado como si tuviera 57, pero que no puede asumir crecer, formar una familia, tener hijos. «Mi vida está programada para los próximos dos años. En unos meses me dan las fechas de los conciertos. Es así».

Confiesa la presión sufrida por el peso. Comprendió por fin que comer da energía, y que puede presentarse con talla mediana, y no con talla pequeña. Porque siempre pedirán algo más, un culo distinto, otra barriga. «Contentar a todos es jodidamente imposible» . Y puedes acabar odiándote a ti misma. Así que piensas que no volverás a hacer eso, a mortificarte otra vez. De nada sirvió. «Quizás recibí mi merecido. Pues ahora recibirán el suyo». Las reacciones de Reputation en 2016 fueron frías, lo que te llevó al dolor. Decidiste comenzar de cero. «Era como entrar en un tiroteo con un cuchillo en el bolsillo. Me costó la corona. Pero no me importa». Entonces, te enamoraste de alguien equilibrado que «encendió una fogata para darme calor». Decidiste llevarlo en secreto, porque por una vez algo habías hecho bien. Y reconoces algo increíble: que por primera vez eras feliz. Ni la fama, ni el público importaban.

Uno de sus últimos conciertos antes de la pandemia, precisamente en China, en Shanghái, en noviembre de 2019

Implicación política

Hasta que llega la política. Te enseñan a no posicionarte , a dar las gracias, a no incomodar. Pero lo que ocurrió con las Dixie Chicks te llegó al alma, porque las adorabas. «Estoy harta de que la gente me diga: 'No te metas'». Expresaste en televisión tus sentimientos: «Tengo derecho a votar, pero no a decir a los demás lo que deben hacer». Expresaste en televisión tus sentimientos: «Nos llaman así, putas y modelos, fiestas y champán. ¿Por qué nos ven a las mujeres así?». Ganaste el juicio en la Corte de Colorado. ¿A cuántas mujeres no creyeron? ¿Y cuántas otras no se atreven a declarar? Y apoyaste al demócrata Phil Bredesen en Tennessee. La bomba informativa. Primera vez que entrabas en política frente a 112 millones de seguidores en todo el mundo. El presidente Trump declara: «La música de Taylor Swift ahora me gusta un 25% menos».

Tras esto reapareces luciendo un apretado vestido de bola de espejos de cristal. Y declaras: «Todas la mujeres han tenido que reinventarse veinte veces, para no quedarse sin trabajo». Ahora que cumples 31, vas a trabajar duro por seguir en la cima. Taylor Swift ya no se siente por más tiempo amordazada. Conseguirlo ha sido su mejor obra. Delante de doscientos millones de personas. Quitarte la cinta que cubría tu boca. «Para siempre». Solo seguir, «con el corazón abierto».

Más allá del documental, en su último disco , Folklore , da un giro que demuestra que domina a la perfección la inteligencia emocional. Narra en «Betty» una historia muy cinemática, abriendo un viejo diario íntimo donde cuenta la historia del perdón de su amiga, a la que ama, tras haberle sido infiel en una aventura de verano. Es una historia de gimnasio, porche, fiesta, escuela, patinetes, besos robados en la trasera del coche, de sabor genuinamente americano.

Hoy Taylor Swift asume riesgos , diluye su propia imagen colocando un bosque en blanco y negro en la portada. Bon Iver , campeón del folk emocional, aquel que se encerró en una cabaña para escribir en 2008 For Emma, forever ago , guía la transformación. Los ropajes de las canciones, la música en sí misma, no son lo más importante, aun cuando ha ganado en profundidad. Ella sigue siendo la amiga perfecta , con sus marrones, sus ocres, sus amarillos, rojos y azules. Ahora, por fin, liberada para regrabar su catálogo , Taylor puede disparar al corazón en todas direcciones.

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