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arte

Lara Almarcegui: «No hay paisajes. Hay territorios»

En El CA2M (Móstoles) cabe ahora toda la ciudad de Madrid. La ha introducido Lara Almarcegui, que presenta una guía sobre su subsuelo, arropada de otros trabajos

Lara Almarcegui: «No hay paisajes. Hay territorios» Ignacio gil

javier díaz-guardiola

Estamos habituados a sus guías, con las que documenta esos terrenos «vagos» que determinan el desarrollo de la ciudad, por su abandono o desaparición. Ahora, Lara Almarcegui (Zaragoza, 1972), dirige su mirada a la ciudad construida bajo el asfalto. Madrid subterráneo es un texto que radigrafía su fisonomía («Cada capítulo –explica su autora– presenta un aspecto diferente: la composición del suelo; cloacas; túneles; carreteras, pasos de peatones y aparcamientos soterrados; pasadizos secretos, búnkers, sótanos, carceles terroríficas o cajas de caudales...»), que el CA2M exhibe además en forma de diaporama y que arropa con otros 18 trabajos que jalonan su carrera.

¿Lo que propone es un negativo de la ciudad o una visión de la ciudad en negativo?

Se trata de buscar una ciudad diferente. Imaginársela como el negativo de la que conocemos es un acierto, porque se localiza justo debajo, además de servirle de inestables cimientos. Pero, sobre todo, esta urbe subterránea es diversa porque en ella rigen otras normas y responde a motivos que no son los generalizados en el espacio construido. Conocerlos es otra forma de entender la ciudad. Y me interesa la incertidumbre de lo que escapa al control de su funcionamiento óptimo.

L. almarcegui

La muestra no es una retrospectiva, pero sí que contextualiza un trabajo nuevo con proyectos anteriores.

Hemos seleccionado los que más me interesan, los que funcionan en el museo y tienen que ver con lo que quiero trabajar en el futuro: proyectos de pesos de ciudades, guías de descampados y suelos levantados. La muestra se articula en tres salas, con varias versiones de cada trabajo para que se vayan repitiendo, pero añadiendo algo más. También hemos incluido proyectos imprescindibles por ser los inicios de trabajos con subterráneos, como la acción de cavar en Ámsterdam, de 1998.

Me gustaría hacer hincapié en el concepto de «esfuerzo», porque muchos de estos trabajos están abocados a su disolución en el tiempo.

Trabajé mucho con este concepto en mis comienzos, cuando realizaba proyectos que cuestionaban mi posición como artista y quería demostrame hasta qué punto estaba involucrada. Me preocupaba trabajar en contextos que no conociera bien y por eso me esforzaba en invertir un gran esfuerzo físico en conectar con un lugar. Pero el aspecto más importante de este tema es que mis proyectos parten de realizaciones bastante imposibles, contienen un esbozo de fracaso. Puedes llamarlo humor, autocrítica o no tomarme en serio, aunque esto no significa que no lleve el trabajo hasta el final.

l. Almarcegui

Eso nos lleva a hablar sobre el concepto de tiempo. Sus acciones son «site-specific», pero Segade, el comisario, acuña un término muy acertado: el de «time-specific».

Busco lugares amenazados y a punto de desaparecer, por lo que la cuestión del tiempo es fundamental. Lo mismo sucede con los proyectos de las protecciones de descampados. En los noventa me fue necesario salir del estudio y la galería para hablar de la ciudad. Últimamente me cuesta más adaptarme a los tiempos de las exposiciones. Muchos de mis trabajos suceden antes de que se construya algo, y los contratistas deciden. De forma diferente, con los descampados que protejo de su urbanización: las acciones se extienden en el tiempo y se superponen indefinidamente.

«Traducir» una edificación –o incluso una ciudad– a sus materiales de construcción. Nos movemos de nuevo en un terreno vago: ¿frialdad de las cifras? ¿Sorpresa ante las mismas? ¿Valoración de otro tipo de esfuerzo?

Intento hablar de algo evitando presentar una imagen. Son formas de «cargarme» cualquier idealización del espacio. Presentar un edificio como 100 toneladas de hormigón, 30 de acero y 10 de ladrillo es reducirlo a su realidad bruta y física, que se opene a cualquier mistificación. Además, mostrar los «ingredientes» de un edifcio permite imginarse un lugar tal y como fue antes de ser construido y tal y como será tras ser demolido en un futuro.

l. almarcegui

Muchos de sus trabajos han adoptado forma de guía.

Si en mis primeras guías fue duro ver cómo los descampados desaparecían, ahora es precisamente por esta desaparción por la que es necesario producirlas. Mientras descampados estupendos sigan perdiendose serán significativos estos proyectos de documentación. Ahora las guías seleccionan más y se dedican a zonas afectadas por operaciones especulativas a gran escala determinantes en procesos de desarrollo urbano como unos juegos olímpicos o una exposición universal.

Llevamos un buen rato especulando sobre el paisaje, pero aún no lo hemos definido.

La palabra paisaje me incomoda por lo que conlleva de representación y construcción, y suelo esquivarla con el uso de palabras como «terreno» o «territorio». Busco los terrenos/paisajes que no corresponden con un diseño o la intención de nadie; lugares que se han escapado a la racionalización y están abiertos a otras posibilidades. Ahora: si quieres decirme que esto también es diseñar, tendrías parte de razón.

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