LIBROS
Lampedusa más allá de «El gatopardo»
El escritor italiano no sólo es el autor de la gran novela que le dio fama. Estos «Relatos» abundan en su retrato decadente
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Iniciar sesión«Si visitáis la tumba de Lampedusa en los Capuchino de Palermo -dice el actual Príncipe de Lampedusa, Gioacchino Lanza Tomasi, reputado musicólogo e intelectual siciliano, en la introducción a los Relatos del autor de El Gatopardo - a menudo ... encontraréis flores . Pienso que las dejan unos lectores que en sus textos han encontrado algún pasaje que los ha reconciliado con la vida».
Escritor tardío y autor de una única y maravillosa novela que apareció tras su muerte y que le otorgó inmediatamente la fama internacional, a finales de 1956, cuando ya había acabado su intenso trabajo de El Gatopardo y cuando la búsqueda de editor -como comentará Lanza Tomasi, su heredero- «había concluido con una dolorosa decepción» al ser rechazado por Mondadori y Einaudi , un año antes de fallecer, cercano a lo que él consideraba «la vejez», apenas cumplidos los sesenta, G. T. di Lampedusa (Palermo 1896-Roma, 1957), el impenitente y voraz lector (sus obras completas y la gran cantidad de autores comentados, y leídos en su lengua original, de sus famosas Lezioni , lo atestiguan) por fin se siente un escritor. Ha entrado en ese cielo que, humildemente, siempre cedió a otros.
Punzante ironía
Después de una «vida solitaria, a menudo gris y en el umbral de la depresión», regresa a la escritura con varios textos magníficos, de una enorme maestría todos ellos y, como siempre, dotados de una punzante ironía melancólica y de una extremada, y deslumbrante, lucidez. Son los ahora reunidos con el título de Relatos . Uno de ellos, unos bellísimos «Recuerdos de infancia», un corte insustituible en la vida de otros tiempos y en las costumbres de la más antigua y rancia aristocracia siciliana. Se comprende que el gran realista siciliano Giovanni Verga renunciara a su proyecto de escribir La duchessa di Leyra, ya que «la aristocracia no se puede representar mediante clichés» y escapa al conocimiento de cualquier burgués.
Después de una «vida solitaria y en el umbral d la depresión» regresa con estos textos
Lampedusa elaboró sus recuerdos siguiendo los pasos del Henry Brulard de su muy amado Stendhal . En ellos, ante todo, destaca una declaración de amor desgarrada, atravesada por el dolor de la pérdida, hacia la que fue su «casa» (prefiere esta palabra a palazzo). Una casa, la morada de los Lampedusa, «escondida en una de las calles más recónditas del viejo Palermo» que fue totalmente destruida por los bombardeos americanos sobre la capital durante la II Guerra Mundial, como gran parte del patrimonio histórico de la ciudad. Su otra casa más querida será la de Santa Margherita Belice, donde pasaba largos meses. La localidad donde se celebra anualmente el Premio Internacional G. T. di Lampedusa en memoria de este gran escritor.
Delicado y sutil
Conectados cada uno de los textos a través de distintas ambientaciones sicilianas y enlazados por un delicado y sutil rastro que en ocasiones es tan solo una luz especial que impregna todo («mis recuerdos remotos son sobre todo recuerdos de luz, en ningún lugar de la tierra el cielo ha desplegado jamás un azul tan rabioso»), bien aplicada a los recuerdos de un niño solitario o bien al intenso resplandor que vuelve a deslumbrar a un viejo y reputado catedrático de griego, «exiliado» en el norte, en Turín, en la historia central del libro: «La sirena». Uno de los más bellos relatos probablemente de toda la literatura italiana del pasado siglo. Un cuento fantástico, del mundo de lo «maravilloso», que habla de «la Sicilia eterna »: «Tierra hermosa, aunque poblada por asnos, que fue morada de los dioses», como dirá el huraño erudito, que no ha logrado olvidar el amor, doméstico y casi marital, que compartió un verano lejano de su juventud con una risueña y sensual sirena.
Narra el avance de nuevos tiempos y nuevos amos que acechan a la vieja nobleza siciliana
Una fascinante historia, ambientada entre los cafés de Turín y la belleza ancestral del mar Mediterráneo «con el Etna al fondo», que se puede definir, según afirma Lanza Tomasi, como «el arrebato de un erotismo cósmico en el que la mitología antigua evoca esa unidad de eros y naturaleza divina que el cristianismo suprimirá». Cuando se publicó Lighea (que era su título original), Marguerite Yourcenar , lectora tan poco común como el mismo Príncipe de Lampedusa, afirmó que «esta Sirena era mucho más verdadera que todas las surgidas de la literatura».
Otro de los relatos del volumen es un breve y emocionante «cuento de Navidad» («La alegría y la vida») que adquiere lejanas resonancias con cuentos de Gógol de pobres y desvalidos funcionarios, que en esta ocasión en vez de luchar por un abrigo luchan por un humilde panettone.
Futura novela
Por último, un magnífico relato («Los gatitos ciegos») debía haber formado parte de una futura novela. Algo, una especie de Comédie humaine , planeada por Lampedusa e iniciada brillantemente con este cuento autónomo. Un pasaje que no desmerecería ninguno de los más conocidos de El Gatopardo . En este relato, se narra de forma concentrada y brutal el avance de «los nuevos tiempos» y los nuevos amos que, como buitres, acechan de forma grosera y rapaz a las familias de la vieja nobleza siciliana.
Los vulgares nuevos «ricachones» Ibba, de forma zafia, y con su nula cultura, descendientes de campesinos analfabetos, con gran tenacidad, impaciencia y deseo de humillar a los antiguos señores («¡están obligados a vender!»), son observados con «sorda hostilidad» en las reuniones de amigos del Círculo Bellini. En ese club o casino palermitano los Ibba son fruto de todo tipo de chistes y leyendas, más o menos desorbitadas, acerca del dinero que han acumulado y con el que, poco a poco, con un pasado turbio de usura y de algún que otro cadáver aparecido, se van adueñando de «pequeños pero suculentos feudos» del mapa de Sicilia.
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