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MÚSICA

Keith Jarrett: el «milagro accidental» de la historia del jazz

Se publica en España la biografía de uno de los pianistas más originales e influyentes de nuestro tiempo, antaño calificado de «genio» por Miles Davis y responsable del disco de jazz solista más vendido de la historia

Keith Jarrett, durante un concierto junto a el bajista Gary Peacock y el batería Jack Dejohnette, en 2002 AFP
Israel Viana

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Teniendo en cuenta lo poco que se ha escrito hasta la fecha sobre Keith Jarrett , esta biografía publicada en España por Libros del Kultrum es casi un milagro. Cuenta su autor, Wolfgang Sandner , que conoció personalmente al pianista unos años después de que abandonara las formaciones de Art Blakey, Charles Lloyd y Miles Davis en busca de libertad creativa. Habló con él muchas veces e, incluso, lo visitó en su casa de Nueva Jersey, donde recibió el beneplácito para este libro... hasta que tuvieron aquella curiosa conversación sobre «The Kölh Concert» (ECM).

Biografía de Keith Jarret, de Wolfgang Sandner, publicada por Libros del Kultrum«

«Que yo calificara ese recital como uno de sus mayores éxitos fue motivo de ostensible incomodidad por su parte y causa, a su vez, de la abrupta interrupción de nuestras conversaciones», comenta Sandner sobre aquella grabación de 1975 en Colonia, calificada de «obra maestra» por la crítica y convertida hoy en el álbum de jazz solista más vendido de la historia. Cuatro millones de copias que le encumbraron como uno de los pianistas más originales e influyentes de nuestro tiempo. El mismo Henry Miller llegó a escribirle una carta para transmitirle lo conmovido que había quedado por su música. «El álbum, sin embargo, se registró en condiciones adversas y en un piano infame, en tal deplorable estado de conservación que restringía notablemente el rango de posibilidades interpretativas. Un perfeccionista tan extremo como Jarrett no podía aceptar que ese milagro accidental fuera considerado un éxito, aunque el eco colectivo lo desmienta», explica.

Fue imposible contar con Jarret, por lo tanto, el músico más misterioso y hermético que haya existido en el jazz. Las entrevistas concedidas desde que fue contratado por Art Blakey para sus Jazz Messengers en 1964, con apenas 19 años, pueden contarse con los dedos de las manos. En las primeras páginas Sandner ya reconoce que, «quien opina sobre su arte, lo hace contra su voluntad. Si de él hubiera dependido, este libro no habría visto la luz». Y cuando ingresó en los «Jazz Masters» [maestros del jazz] en enero de 2014, la mayor distinción del género en Estados Unidos, en su brevísimo discurso tan solo acertó a decir que la música no puede explicarse con palabras, que la música es solo música.

Mozart, Beethoven y Schumann

Jarret nunca fue un teórico, ni un docente, ni un ensayista ni el abanderado de ninguna escuela, aunque las dominara casi todas desde niño. En su primer recital con siete años en un club de Allentown, interpretó obras de Mozart, Beethoven , Moszkowski, Schumann, Bach, Brahms y Músorgski, además de composiciones propias. Al debutar con Blakey, los críticos de jazz no tardaron en prestarle especial atención por su forma poco ortodoxa de tocar. Lo calificaban de fenómeno poco frecuente, con la técnica de un gran concertista y, también, de un compositor de jazz vanguardista, pero capaz de fundir ambos mundos cuando improvisaba. Miles Davis lo ansiaba en su grupo y, tras muchos intentos, fue a buscarlo con todos sus legendarios músicos -Chick Corea, Dave Holland , Wayne Shorter y Tony Williams- al club de París donde actuaba en 1970 solo para convencerle. «Keith, ¿qué siente uno al ser un genio como tú?», le preguntó Miles a Jarrett tras un concierto juntos.

«The Kölh Concert» (ECM, 1975)

Esa es la pregunta que intenta responder Sandner en este libro, pero al igual que Jarret concentrándose en lo esencial: su música. El escritor profundiza en ella como si la lectura fuese un concierto del pianista, prescindiendo muchas veces de las anécdotas -tan disfrutables, por otro lado, casi siempre- que inundan otras biografías de genios como John Coltrane o Charlie Parker . «Con ellas uno se acerca tan poco a la esencia de una cosa como el astrónomo a Saturno cuando solo estudia sus anillos», advierte el autor que, en ocasiones, se pierde quizá en exceso en sobretonos, matices de pulsación, transiciones, armonías, disonancias, oscilaciones, pausas, fricciones tonales y demás parafernalia de músico experto tan importante a la hora de tocar, también, para el puntilloso responsable de discos como «Paris / London: Testament» (ECM, 2009) o el úiltimo «Munich 2016» (ECM, 2019).

Sandner bucea, además, en la independencia creativa de Jarret, la misma que le llevó a explorar un terreno vastísimo de estilos sin importarle la repercuión mediática que pudieran tener. A lo largo de su carrera se ha movido desde el hard bop hasta la vanguardia, pasando por el jazz rock, el gospel, la música culta, el free jazz y música clásica sin temblarle las manos, como si los límites de los géneros tradicionales solo le sirvieran para transgredirlos. Algo que pudo hacer gracias a ECM , el mítico sello alemán que le dio cobijo y libertad para desarrollar todas sus ideas, también las más locas. Cuando publicó su triple álbum « Bremen/Lausanne » en 1973, con las grabaciones de su gira por Alemania improvisando en solitario, los expertos se echaron las manos a la cabeza. Resultado: vendió 350.000 copias, más que la mayoría de los discos de fusión de la década. «The New York Times» aseguró entonces que el sucesor legítimo de Coltrane no era Miles ni Ornette Coleman . Era él.

Pero si hay algo que ha distinguido al pianista es su coherencia con respecto a su concepción del arte y la honestidad con la que se enfrentaba a su público. Baste como ejemplo aquel concierto en solitario de 1973 en Lausana, cuando la inspiración le dejó en la estacada en mitad de la actuación. Jarrett se levando del piano y se acercó al borde del escenario para preguntar si entre el público había un pianista que quisiera seguir tocando en su lugar, ya que a él ya no se le ocurría nada.

Muchos años antes, en una de las primeras jam session que participó cuando fue admitido como alumno en el prestigioso Berklee College of Boston, la más prestigiosa escuela de jazz del mundo, se puso a pellizcar las cuerdas del interior del piano. Cuando uno de los profesores le vio, se fue hacia él gritando: «¡Fuera de aquí!». Keith dijo «muchas gracias» y se marchó. Años después, tras su concierto en solitario en el festival de jazz de Newport, el mismo profesor se le acercó tras la actuación para decirle que lamentaba aquel suceso. «No diga eso, por favor. He construido toda mi reputación gracias a aquel incidente», respondió orgulloso.

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