LIBROS
Kafka, un negacionista de las vacunas
Reiner Stach reúne toda clase de material y documentos de Franz Kafka que relatan cómo fue su transcurrir más cotidiano
César Antonio Molina
Reiner Stach escribió, en tres volúmenes, una gigantesca biografía sobre Franz Kafka . Moviendo tantos papeles y objetos salvados por la familia y algunos amigos como su inseparable Max Brod , completó esta otra basada en lo más desapercibido de la vida cotidiana del ... gran escritor checo. Aquí se encuentran transcritos y organizados documentos personales, tarjetas postales, cartas, fotografías, libros, reproducciones de cuadros que conservó, galeradas de algunas de sus pocas obras impresas en vida... Si no fuera porque Stach es un ensayista, podríamos creernos con toda facilidad que este volumen podría ser una ficción literaria. Cada cual lo puede leer como quiera. Según esta documentación «menor», Kafka vivía cotidianamente así.
Era muy tacaño pero tenía ataques de generosidad. Según el certificado académico en el bachillerato fue un alumno medio. Colaboró en la seducción de la criada del profesor de griego que les facilitó las preguntas del examen. Dibujaba mucho como pasatiempo. Brod los guardaba. En uno de ellos se autorretrata fielmente. Todos sabemos que era un gran deportista. Siempre soñó con llegar a ser campeón olímpico de natación. Jamás mentía, pero una vez tuvo que hacerlo por llegar tarde al trabajo a causa de demorarse en la corrección de pruebas de ‘La condena’. También le mintió a sus padres sobre la gravedad de su mortal enfermedad.
Insomne
Bebía cerveza y vino. Como era insomne creía que el alcohol lo ayudaba a dormir. Su canción favorita se llamaba ‘Adiós, oh, callecita de mi vida’, letra de Schlippenbach y música de Silcher. Tenía muy buen trato: amigable, solícito, encantador, discreto, ingenioso y escuchaba a los demás. En su pasaporte ponía que tenía los ojos gris azulado oscuro. Se emocionaba pero lloraba poco. Una excepción fue al despedir en la estación a Felice Bauer (1917). Era para siempre.
Sí, es inexplicable que no tragara a la poeta Else Lasker-Schüler. En Berlín y Praga había acudido a sus recitales y la trataba. Los genios también se equivocan. A él le gustaba mucho la poesía. Se conservan muy pocos de sus poemas. Uno escrito en la hoja de un calendario.
Frecuentó los prostíbulos. Para él era una cuestión más higiénica que moral
Era un desastre para los negocios, simplemente porque invertía dinero e inmediatamente se despreocupaba de su custodia. Le gustaba mucho flirtear. En su Diario escribió (enero de 1922), «El sexo me acosa, me tortura día y noche». Durante varios años frecuentó los prostíbulos. Para él era una cuestión más higiénica que moral. Su padre lo animaba. Así no se casaría con cualquiera de sus desaconsejables novias, según él. Le interesaba el amor y aprender el hebreo. Pero en una nota le dice a su prometida, Julie Wohryzek, que dejará de ir a clase por verla.
Odio a los médicos
Franz odiaba a los médicos. Resalta el mal carácter de la mayoría de ellos. No le gustaba tomar medicinas, solo cosas naturales. Pero en su agonía tuvo que refugiarse en los calmantes más fuertes. No le gustaban las vacunas. En su cartilla militar de 1915 no consta vacuna alguna. Era un seguidor de la medicina naturista . Participó en una colecta contra la vacunación, pero sin tener protagonismo alguno. Conservó varios recortes de prensa sobre este asunto. Le gustaba mandar tarjetas postales con fotos de los lugares donde estaba. Se conserva la primera que envió en 1917. Tenía diecisiete años y la destinataria fue su hermana Gabriele. Como sabemos las tres hermanas de Kafka fueron asesinadas por los nazis.
Era muy tacaño, pero tenía ataques de generosidad. Un alumno medio, según carta académica
Sin embargo, Franz apenas viajó. Tenía la ilusión de ir al Amazonas . No le interesó mucho el periodismo o no lo intentó, sobre todo en Berlín. Escribió únicamente tres reseñas. Su libro ‘Contemplación’ (1912) fue publicitado en el ‘Periódico del gremio de libreros alemanes’. Lo comparaban con Robert Walser . De los ochocientos editados solamente vendió doscientos. El mismo año de su muerte descatalogaron esta obra. Ayudó a Milena a redactar anuncios de prensa que se publicaron en los periódicos de Salzburgo donde ella se ofrecía como profesora particular. Conservó estos recortes de prensa. Montó en cólera porque en uno de ellos le habían cambiado una coma . Un médico rural recibió una sola crítica.
Quemar todo
Le gustaba leer en público sus escritos. A una de ellas, en Praga, acudió Rilke . No soportaba las oficinas. Era muy displicente con su propia obra. No le hizo mucho caso a las traducciones al checo que le hizo Milena. Le interesó el cine como una nueva forma de relato. Le daban miedo los ratones. No ganó ningún premio literario . A uno presentó ‘El fogonero y La transformación’. Se lo dieron a un rico que había presentado una obra. Como era ya rico, el jurado le pidió que el dinero del mismo se lo cediera a Franz. Lo hizo con gusto, aunque el destinatario del mismo lo rechazó en principio.
Le llamaron la atención los nuevos sistemas de comunicación. Falsificó alguna carta de amor para hacer rabiar a Brod. Se sorprendió del metro de París, no lo había en Praga. Le concedieron una condecoración civil y ese mismo día desapareció el estado que se la había otorgado: el Imperio Austrohúngaro. En la nota que le dejó a Brod se lee perfectamente su deseo de que se queme todo. No pudo acabar la carta dirigida a sus padres pidiéndoles perdón por haberles ocultado su enfermedad.
En la única carta que se conserva de un lector, este le dice que no logró entender ‘La transformación’. Que, por favor, se lo explique, porque tampoco su familia y amigos lo han entendido. Y se le reclama a él que lo haga porque ha hecho el doctorado y quedaría en un mal papel. Siegfried Wolf, doctor en economía por Tubinga, había luchado en el frente ruso durante la Primera Guerra Mundial, y murió en 1952 en Haifa. Kafka conservó la carta. Debió hacerle gracia y también debió ratificarle su «desnortado» camino.
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