José Luis Garci - Telegramas cinéfilos

Música de cine

Desde la llegada del sonoro, el Séptimo Arte nos ha regalado cientos de maravillosas bandas sonoras

Anthony Quinn y Errol Flynn en ‘Murieron con las botas puestas’

Como espectador, muy pronto -en mi niñez- me di cuenta de la importancia de la música en las películas. Estabas metido dentro de la escena y (a veces, inesperadamente) sonaba un tema, una melodía, y, boom, las imágenes se transformaban, adquirían más fuerza, se ... llenaban de incertidumbre , de tristeza o alegría, y tú también te inundabas de emoción, de romanticismo, de épica, o de miedo, como en ‘La escalera de caracol’ o ‘Las diabólicas’, o, no digamos, ‘La noche de los muertos vivientes’ y ‘Psicosis’, o más recientemente ‘El exorcista’, ‘Alien’ y ‘La cosa’ (Carpenter). Con la música, las películas entraban en otra dimensión, en una fase que las volvía más cercanas, más reales, a pesar de que, como sabemos, la música es invisible, incluso más todavía cuando la tienes a tu lado, como ocurre en los conciertos.

Estás ante la Filarmónica de Viena, o nuestra Orquesta Nacional, te fijas bien en los metales, en la cuerda, en la madera, pero nunca vislumbras ese cadencioso Fa mayor, o el nacimiento de un adagio. La música te transmuta. Recuerdo ‘ Murieron con las botas puestas ’, y a la chiquillería -y los que no lo eran tanto- pateando el entresuelo del Ibiza siguiendo los acordes -Tan, tachán, tachán…- del Garry Owen. Y os juro por Antón Karas y su cítara, que nuestro pataleo seguía el ritmo de la marcha perfectamente. Nadie se adelantaba o se retrasaba aquellas tardes de programa doble con pan de bola y chocolate terroso. Metíamos el pie en casi todos los ‘westerns’. En la ‘Rosa amarilla de Texas’ y en el ‘Glory, Glory Hallelujah’, por cierto, exacto al ‘Sole, Sole, cuánto me gusta tu nombre, Soledad’, que cantaban los ‘flechas’ en los fuegos de campamento de Falange (a los que nunca fui).

Desde la llegada del sonoro, el cine nos ha regalado cientos de maravillosos ‘scores’ (bandas musicales) que, casi siempre, atesoraban canciones (’songs’) que se hicieron imperecederas, auténticas leyendas, tales como en ‘Creemos en el amor’ , ‘Tres monedas en la fuente’, o en ‘El hombre que sabía demasiado’ (1956), «Whatever Will Be, Will Be» [«Qué será, será…»]; y qué decir de «Over the Rainbow» (’El mago de Oz’), «Moon River» (’Desayuno con diamantes’), «The Way We Were» (’Tal como éramos’), «My Heart Will Go On» (‘Titanic’), o la última de mis preferidas, «City of Stars» (’La La Land’). Ya digo, centenares de canciones que han ido convirtiéndose en música clásica.

En cambio, hemos hecho menos aprecio a las ‘scores’, salvo los coleccionistas. Una banda musical es un trabajo muy laborioso, muy complicado de sacar adelante . Son muchos minutos los que hay que musicar. Es preciso hermanarse con la imagen, con el argumento, con el ir y venir de los personajes. Se requiere una inspiración continua. A mí, tan aficionado a las listas, no me costaría mucho trabajo hacer una relación con cien o doscientas espléndidas bandas musicales. Siempre recomiendo a mis amigos que, si pueden, dediquen una tarde al mes, o dos, a escuchar relajadamente -si es sentados en un amoroso butacón (el famoso sillón de orejas) y paladeando un trago, mejor-, por ejemplo, el ‘score’ de ‘Laura’ (David Raskin), o el de ‘Recuerda’ (Miklos Rozsa), o ‘Un lugar en el sol’ (Franz Waxman), o, voy sin orden cronológico, según las recuerdo, ‘La vuelta al mundo en 80 días’ (Victor Young), ‘El padrino’ (Nino Rota), ‘Tiburón’ (John Williams), ‘La misión’ (Ennio Morricone), ‘La heredera’ (Aaron Copland), ‘Orfeo negro’ (Bonfá y Antonio Carlos Jobim), ‘Ben Hur’ (también de Miklos Rozsa), ‘El exprés de medianoche’ (Giorgio Moroder), ‘Con la muerte en los talones’ (Bernard Herrmann), ‘Lo que el viento se llevó’ (Max Steiner), ‘Los mejores años de nuestra vida’ (Hugo Friedhofer), ‘La ley del silencio’ (Leonard Bernstein), ‘Solo ante el peligro’ (Dimitri Tiomkin), ‘Taxi driver’ (otra vez Bernard Herrmann), ‘Cleopatra’ (Alex North)… Naturalmente, que esta quincena larga podría ampliarla un par de páginas.

Y he de decir que mis amigos -ellas y ellos- siempre me lo han agradecido. [La música de cine, desde hace unos años, se ha puesto de moda. Numerosas Orquestas Sinfónicas y Filarmónicas de todas partes, nos ofrecen estupendos conciertos con las partituras de ‘La guerra de las galaxias’ o ‘Ciudadano Kane’. Los compositores de las películas, ya era hora, se han transformado en grandes estrellas , a la vez populares y considerados. Ahí están Mancini, John Williams, Burt Bacharach, Hamlisch, Morricone, etcétera, verdaderos genios, que tanto nos emocionan y alegran con sus creaciones de ‘La lista de Schindler’, ‘Metti una sera a cena’, ‘El golpe’, ‘Días de vino y rosas’… Tampoco estaría mal incluir en algunos de esos conciertos los también formidables temas de Antón García Abril, Carmelo Bernaola o Alberto Iglesias.].

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