Jorge Fernández Díaz - Contacto en Buenos Aires
Cuentistas secretos de España
La producción del columnismo ha resultado explosiva, excepcional y excelsa, y a ella se han entregado en cuerpo y alma las grandes plumas
Maupassant compuso uno de sus cuentos más famosos -’La herencia’- dos veces: una versión corta para un periódico y una muy larga para una revista. Y según recordaba Somerset Maugham , nadie puede leer las dos versiones sin admitir que «en la primera no ... hay una sola palabra de menos y en la segunda ninguna de más». En ese mismo estudio crítico, el autor de ‘El filo de la navaja’ prueba cómo el ‘boom’ de la narración breve fue hija de los diarios y las revistas; cómo sus editores moldearon así el gusto literario, y también cómo la mayoría de los escritores de su época -casi todos novelistas por vocación- dedicaron a ese género grandes esfuerzos principalmente por razones alimentarias. Abelardo Castillo -heredero estilístico de Borges y Cortázar- aseveraba que solo en tres países el cuento constituyó su literatura central: Estados Unidos, Rusia y la Argentina.
Siempre me parecieron extraños los motivos por los que España, aun teniendo algunos cuentistas notables, no desarrolló una tradición caudalosa. Va mi hipótesis: en sus principales diarios los editores no les requerían a los novelistas españoles piezas ficcionales sino principalmente artículos de prensa. El artículo fue el ‘modus vivendi’ de los narradores , y el vehículo literario que daba fama y prestigio, y granjeaba miles de lectores. La producción de columnismo ha resultado así explosiva, excepcional y excelsa, y a ella se entregaron en cuerpo y alma las grandes plumas.
La génesis de un cuento se parece a la de una novela: puede partir de una imagen, una idea o un simple comentario. Pero en muchas ocasiones, una anécdota significativa de la vida misma encarna en un personaje inventado o fermenta en una trama de la imaginación. O se queda durante años en el cajón de sastre del creador o girando en el aire como una obsesión hasta que se «canibaliza» o se pierde. Esa simiente real, en manos de un articulista que es apremiado por su entrega, tiende a convertirse rápidamente en una columna.
Es dable pensar que si Javier Marías no escribiera artículos y un amigo (en este caso Pérez-Reverte ) le hubiera regalado una réplica de una Colt M1911, y sus vecinos comenzaran a vigilarlo entonces con cierta aprensión, el episodio novelesco tal vez no habría terminado en una desternillante columna sino en un cuento corto. Quizá si el padre de ‘El capitán Alatriste’ no tuviera que escribir cada semana un artículo, su fugaz pero conmovedor encuentro en un semáforo con su antiguo y salvaje cófrade del colegio, convertido ahora en un ser frágil y en un íntimo desconocido, s e habría transmutado en un cuento sobre la amistad y el cruel paso de los años .
O si Juan José Millás no hubiese estado urgido por acabar aquel mismo día su columna, es posible que el insólito episodio en que una mosca escapa de su heladera luego de haberle generado telepáticamente una rara sed de cerveza, habría ido a parar a un cuento puro y duro, y no a un articuento inolvidable. La ironía del caso es que, libres estos textos de las supersticiones de la actualidad, e insertos en libros, l os lectores del futuro ya no los leerán como artículos , sino como simples cuentos brillantes de la vida misma. Los cuentos de una presunta patria sin cuentistas.
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